Por: Felipe Anzola
@FelipeAnzolaHi2
En Colombia la infracción de transito más cometida por los ciudadanos es la que corresponde a parquear en espacios restringidos; de las 700.000 multas emitidas durante el 2018, 227.783 correspondieron a esta práctica. Si partimos de la literatura económica clásica, tendríamos que afirmar que la razón por la que esto ocurre radica en que los individuos actúan basados en sus propios intereses, y esto hace que se generen externalidades que bien pueden ser positivas o negativas. En el caso del parqueo en lugares restringidos las externalidades son más bien negativas, ya que se traducen en trancones, bloqueo de espacios de carga, afectación del flujo de peatones, y en otros sucesos que afectan negativamente el funcionamiento de la ciudad.
Según algunos expertos del Centro de Gestión de Transito, el hecho de que un carro se parquee bloqueando un carril en una autopista de tres carriles por la que pasan 3000 carros hace que se reduzca la movilidad a la mitad. Esto demuestra que el parqueo en zonas restringidas no es solo un problema de gran magnitud, sino que un solo infractor genera un caos absurdo que pareciera poco proporcional. Ahora bien, a pesar de que el parqueo en espacios restringidos cuenta con sanciones legales y económicas que deberían extinguir estas dinámicas, esto pareciera no ser suficiente para disuadir a los infractores; el cobro de 15 salarios mínimos legales, y la posibilidad de que el carro sea inmovilizado pareciera no haber generado todavía un cambio en el comportamiento de las personas.
Es a partir de este contexto, que la siguiente pregunta surge naturalmente: ¿Cuál es el camino que debemos tomar para evitar que este problema siga ocurriendo? Hay dos conceptos usados en el sector de la inteligencia militar que encajan a la perfección con los dos tipos de soluciones que podemos encontrar: las medidas proactivas, que se basan en atacar el problema antes de que ocurra, y las medidas reactivas, que buscan reducir al máximo las externalidades, o atacar el problema después de que ocurra. Hay un extenso debate que discute las bondades de ambos enfoques, pero acá nos centraremos en el primero, que se basa más en reducir los incentivos que hay detrás de cada practica. Es en este punto en el que vale la pena introducir el concepto de cultura ciudadana, ya que promoverla es una de las formas más efectivas de generar incentivos o desincentivos que modelan el comportamiento de los ciudadanos.
Sin embargo, el concepto de cultura ciudadana se ha vuelto tan común, que a veces es usado de forma indebida para referirse a cualquier dinámica que no corresponde a los mecanismos tradicionales de solución de problemas. Es por esto que me referiré a una definición muy breve pero contundente del concepto. Según la alcaldía de Bogotá, la cultura ciudadana “es el conjunto de costumbres, acciones y reglas mínimas compartidas que generan sentido de pertenencia, facilitan la convivencia urbana y conducen al respeto del patrimonio común y al reconocimiento de los derechos y deberes ciudadanos”. Promover la cultura ciudadana es entonces cerrar la brecha entre el interes personal y el beneficio común, acortando las distancias entre lo que dictamina la ley, lo que representan las normas morales, y lo que se normaliza con las costumbres culturales; todo esto teniendo como fin el beneficio de la sociedad, y una convivencia ciudadana más sana.
En Colombia se han hecho varios intentos por solucionar el problema del parqueo en espacios restringidos, pero el sistema de valores de las personas pareciera mantenerse estático. Una de las más recientes iniciativas que tuvo la Alcaldía de Bogotá es El poder del cono, y consiste en funcionarios disfrazados de conos que buscan generar consciencia sobre el parqueo ilegal de los carros. A partir de una denuncia por twitter, los conos llaman al propietario del carro mal estacionado para hacerle algunas preguntas y reflexiones acerca de su comportamiento. Si el infractor no reacciona positivamente, los conos proceden a llamar a la policía. La iniciativa se caracteriza por su un tono burlesco y juguetón que raya un poco con el ridículo de parquear mal.
Sin embargo, según RCN Radio, actualmente cerca del 28% de la ciudadanía considera que desde que empezó a actuar este programa el problema se agravó, y alrededor del 50% de las personas consideran que este no ha generado ningún efecto en la movilidad. Las principales razones tienen que ver con una importante falta de cobertura sesgada hacia unos pocos lugares que recibieron la mayoría de la atención. La falta de autonomía de la iniciativa – ya que depende exclusivamente de las denuncias de los ciudadanos- se prestaba para que se dejaran pasar lugares en los que debería haber mayor intervención, pero ante la falta de denuncias esto no fue posible.
Por otra parte, hubo varias situaciones en las que la iniciativa perdió credibilidad, ya que el comportamiento de los conos no fue siempre el esperado, y esto erosionó las bases de la iniciativa. Además, fue una iniciativa que se enfocó primordialmente en atacar el problema, y no las bases del mismo, ya que tuvo pocas estrategias que afectaran las costumbres (se enfocaron más en recurrir a la moral), por lo que se hizo un tratamiento incompleto.
Bajo la misma premisa, tanto la experiencia como la teoría nos han demostrado que es necesario ejercer presión sobre las transformaciones morales pero también sobre las culturales, de forma que se genere un verdadero cambio de comportamiento; así como evitar que la gente pierda la credibilidad en estas iniciativas, porque eso es lo único que las mantiene firmes. Durante la alcaldía de Antanas Mockus, los mimos tuvieron un impacto supremamente positivo al momento de modificar los comportamientos ya que se enfocaban más en una actuación colectiva y no tanto en una reflexión 1 a 1. De esta forma, se cambiaba la cultura junto con la moral de las personas; y ya que esta iniciativa fue acompañada de muchas otras como las tarjetas de ciudadanía, la sociedad se involucró directamente en el cambio. No solo se acudía al deber de las personas -con denuncias por ejemplo-, sino que también se trabajaba desde la generación de incentivos relacionados con la diversión y el placer -a diferencia de lo que ocurre con el poder del cono-. Esto generó un sentido de pertenencia que sin duda afectó positivamente el comportamiento de las personas.
En conclusión, es necesaria una aproximación completa a la generación de cultura ciudadana si se busca generar un cambio real. Sin embargo, tampoco se trata de casarse con una única iniciativa que mejore las situaciones, sino que tal y como pudimos apreciar durante la alcaldía de Mockus, es ideal diversificar las estrategias para generar efectos más impactantes. Explorar intervenciones en el espacio como la creación de las parking boxes en Estocolmo puede ser una forma de optimizar el espacio de parqueo permitido, y que de esta forma haya menos gente que deba parquear en espacios restringidos; o el sistema de precios que permite parquear en muchas de las zonas que antes se caracterizaban por ser de parqueo restringido, pero cobrando precios ligeramente elevados para desincentivar la practica tal y como se hace en San Sebastián, España. Sin embargo, la participación de iniciativas que involucren a la cultura ciudadana es fundamental, con sistemas como las tarjetas de Mockus que permitían a la gente participar activamente en el cambio, con participaciones como la del poder del cono, pero con autonomía y una cobertura mucho mayor que no solo sea visible para los infractores, sino para las personas alrededor, y cuidando siempre la reputación de las iniciativas.
*Columnista invitado del Tanque de Pensamiento Al Centro.