Por: Jorge Forero, Daniel Albarracín y Carlos Suárez
“Las comunidades, queremos y exigimos paz, y esperamos que esa paz que ha sido tan ajena, tan esquiva a nosotros, finalmente pueda contribuir para que las generaciones que estamos ahora, las que viene ahora, y las que están por venir, realmente tengan un país tranquilo, con la naturaleza conservada y en armonía como seres humanos”* Luz Mery Panche Chocué, Indígena Nasa de la Amazonía y Directora de Asuntos Indígenas Al Centro.
En 1964, nacen las FARC y el ELN, las dos insurgencias activas más antiguas de latinoamérica. El contexto convulsionado y polarizado del Frente Nacional, la persecución a las guerrillas liberales y al pueblo conservador que denunciaba Gaitán en su Oración por la Paz, dieron el contexto para que miles de hombres y mujeres tomaran las armas en contra de un Estado, cerrado a la diferencia política. Apenas en 1991, con otro acuerdo de Paz, porque en Colombia, sabemos de esos procesos de negociación y construcción de salidas negociadas al conflicto armado, con la nueva Constitución Política, se enunció un sueño de país progresista y democrático. A 30 años de expedida, sabemos que nuestra Constitución es hermosa en sus letras y principios, pero sigue con muchos vacíos especialmente en la afirmación de los derechos económicos, sociales, políticos, del medio ambiente y los derechos culturales.
El proceso de Paz que inicia públicamente en 2012, y que finalmente llevo a la firma del Acuerdo de Paz de 2016, es una continuación de las promesas y demandas incumplidas de la Constitución Política. En ese sentido, Colombia es un país pionero al trazarse un Sistema de Justicia, Verdad, Reparación (Punto 5) al ser el primer país que diseña bajo un principio de condicionalidad, donde las víctimas son el eje principal, un diseño de justicia transicional que se compremete a la no repetición del conflicto interno. Además, Colombia se encuentra en un punto clave para la comunidad internacional, pues hemos puesto a prueba un mecanismo idóneo que se compromete a la reparación integral de las victimas y a la puesta en marcha de compromisos ciudadanos para la no repeticion.
Para resaltar, que este acuerdo de paz es el mejor que ha construido la humanidad que cree en los Estados, dado que los procesos de paz son acumulativos, es decir el último es mejor que el anterior y recoge sus experiencias y análisis. Por eso este Acuerdo en específico tiene enfoque de género, mujer, familia y generación, enfoque con pueblos indígenas, campesinos y afrocolombianos, propuestas concretas de desarrollo de políticas públicas como el Plan Marco de Implementación (2017) e instituciones como la Jurisdicción Especial para la Paz, la Comisión de la Verdad y la Unidad de Busqueda de Personas dadas por Desaparecidas, que están siendo un bálsamo de esperanza para los más de 10 millones de víctimas directas de la guerra iniciada en 1964. Para 1 de cada 10 colombianas/os, aunque víctimas somos todas y todos, aún los despojadores de tierras y quienes accionan los fusiles, que tienen que contribuir con la verdad y la reparación para sanar ellos mismos.
A 5 años del proceso de implementación de ese histórico Acuerdo, la sociedad colombiana ha cambiado profundamente. Las elecciones presidenciales y regionales sirven de testigos para demostrar que existe un nuevo electorado, jóven, soñador y esperanzador. La generación de la paz que esta transformando a Colombia, que incluye desde los niños a los ancianos y mayores, ha salido a las calles a defender el Acuerdo, y más allá del Acuerdo. Han salido a las calles a exigir que trascendamos la larga noche de los 500 años de violencias, entre rupturas, dolores y desplazamientos , sumado a la destrucción de la naturaleza y los megaproyectos que han significado lo que es la guerra en Colombia desde tiempos coloniales.
Escuchar ese nuevo electorado,y las voces de las nuevas ciudadanías y sus luchas por las diversidades sexuales, de género, de defensa de la naturaleza y los ríos y los páramos le da sentido a nuestro momento histórico. Claramente le están diciendo al Estado Colombiano, que cumpla con lo acordado para construir paz, que se tiene que modificar y que los gobiernos pro-guerra, no dan más en el país, ni el mundo. Ahí en el vecindario esta también los caso s de Tump y Bolsonaro, claramente impopulares por su corte dictatorial.
Por eso las elecciones de 2022 van a retomar y profundizar la agenda de paz y para nuestra fortuna completaremos 10 años, mambeando y empujado la paz con justicia social y ambiental en Colombia. También claramente en las marchas, centros de pensamiento, en la prensa alternativa y la masiva, en las universidades, ek sector productivo, los obreros y las desempleadas donde esa generación de paz estamos impulsando el fin de la guerra en Colombia, le estamos exigiendo junto con las comunidades en los territorios que no vamos a permitir más guerra, ni más destrucción de la naturaleza, ni más privatización de lo público.
Le decimos con contundencia a los narcotráficantes, a las FARC y sus “disicencias”, al ELN y los que todavía se llaman EPL, al Ejército de Nacional y la Policía, que no vamos a darle un centrímeto más a la narrativa y prácticas de la violencia y la guerra en Colombia. Que su tiempo señores de la guerra ya pasó! Y que Ven-Seremos Paz!, y no una paz que niegue los conflictos, naturales al ser humanos y la naturaleza como díce Estanislao Zuleta, sino que parafraseando al maestro “Somos un pueblo escéptico de la guerra y maduro para el conflicto, somos es un pueblo también maduro para la paz”.
* COMO VA EL ACUERDO DE PAZ, EL CAPITULO ETNICO Y SU IMPLEMENTACIÓN Informe Luz Mery Panche Chocué Vocera Nacional IEANPE, CENPAZ y CONPI https://m.youtube.com/watch?v=nfvxpE7jUTU
*Dirección de Construcción de Paz