Por: Carlos Andrés Aguilera *
@Aguilera_Ariza
Inicia una década de acción para alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y las 169 metas de la Agenda 2030. El plan de acción global aprobado en 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, requiere para su implementación, decisiones efectivas de los gobiernos, y la apropiación por parte de la ciudadanía, movilizándonos como sociedad en torno a las personas, el planeta, la prosperidad, la paz, y las alianzas.
Las brechas de desarrollo entre países, así como al interior de sus territorios, continúan acentuando diferencias en la calidad de vida de las personas, su acceso a servicios del Estado y oportunidades de progreso. De acuerdo con el Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Naciones Unidas, 2019), en el mundo la pobreza extrema en zonas urbanas es de 5,3%, y en zonas rurales es del 17,2%. En Colombia, según cifras del DANE, para el 2018 el porcentaje de personas clasificadas como pobres extremas correspondió al 7,2%; siendo también mayor en los centros poblados y rural disperso (15,4%), que en las cabeceras (4,9%).
También debemos insistir en la necesidad de actuar frente al deterioro de las condiciones para la vida en el planeta. Análisis independientes de la NASA y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica – NOAA, indicaron que las temperaturas de la superficie global de la tierra en 2019 estuvieron 0.98° C (1.8° F) por encima del promedio de 1951-80, las segundas más cálidas desde que se comenzó el mantenimiento de registros en 1880.
Las actividades humanas continúan afectando el ambiente y generan un efecto bumerán en perjuicio de la prosperidad. Esta es la realidad y sus detractores no la pueden desconocer, cada vez se cuenta con mayor evidencia. Por ejemplo, los indicadores establecidos por NOAA para analizar los efectos del clima en la sociedad y la economía de Estados Unidos, teniendo en cuenta factores climáticos como la temperatura, la lluvia, las nevadas, la nubosidad y los vientos, permiten identificar efectos en los campos de cultivo, el consumo de energía en los hogares, así como en el impacto económico.
De otra parte, como sociedad hemos sido testigos y víctimas de conflictos internos y entre naciones que sólo han dejado destrucción. La construcción de sociedades en paz, con instituciones sólidas y justicia social son la base para el desarrollo. En esta esfera Colombia ha avanzado en medio de posiciones e intereses contrapuestos; por eso, es preciso insistir en la necesidad como país de no retroceder, consolidar los esfuerzos y hacer frente a las nuevas amenazas.
Finalmente, las alianzas no se deben asociar exclusivamente con movilizar recursos económicos a través de la cooperación internacional. Las manifestaciones que invitan a la unión en asuntos esenciales y de interés universal como los derechos humanos y las reivindicaciones sociales, se deben acompañar de otras acciones, reconociéndonos sujetos de derechos, pero también de deberes. Es pasar del asombro e indignación ante la dimensión de los problemas, a asumir compromisos en comunidad -en el barrio, colegio, universidad, o lugar de trabajo-, para liderar acciones en temas como solidaridad, equidad, consumo y producción responsable, disposición de desechos, y la promoción de diálogos ciudadanos para informarse, reflexionar y así contar con más y mejores herramientas para participar en la construcción colectiva de sociedad. Las alianzas son un mecanismo para generar soluciones e inspirar a otros a actuar, son fundamentales para alcanzar el desarrollo en sus dimensiones económica, social y ambiental.
* Director de Seguimiento a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Al Centro