Una mirada desde los empleos indirectos que pueden verse amenazados.
Por: Nicolas Osorio G
@NicolasOsorioG
El 20 de diciembre del año pasado la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC), tomó la decisión de ordenar a Uber cesar la prestación del servicio de transporte individual de pasajeros a través de la aplicación. Este fue el resultado de un proceso en contra de dicha compañía por supuestas prácticas de competencia desleal. El pasado 10 de enero, Uber envió un mensaje a los usuarios de la aplicación informando que, como resultado de dicha situación, dejaría de prestar su servicio a partir del 31 de enero de este año.
Tras el anuncio los medios de comunicación y las redes sociales se fueron inundados con mensajes de apoyo a la aplicación en los que los usuarios, en términos generales, expresan su opinión acerca del servicio prestados por los socios conductores que usan las aplicaciones en comparación con los conductores de taxi.
A partir de entonces, el debate se ha centrado en lo importante que es para una sociedad la existencia de competencia en todos los sectores de la economía y, de manera especial, en servicios tan importantes como el transporte. Mientras del lado de los taxistas se alega que Uber y las otras aplicaciones de transporte individual de pasajeros son ilegales y se argumenta que éstas no pagan impuestos, la defensa desde la opinión pública y algunos otros sectores ha intentado mover el centro del debate hacia la calidad del servicio afirmando que, mientras los taxis prestan un servicio cada vez peor, las aplicaciones garantizan un servicio más eficiente, amable y seguro.
También se ha buscado llamar la atención pública hacia un hecho innegable: Muchas personas usan las aplicaciones de movilidad, especialmente Uber, como medio de subsistencia ante la ausencia de empleos formales en sus profesiones u oficios. Indudablemente, la salida de Uber de Colombia afectará de forma importante la economía de muchas familias.
Esto tendrá un impacto, que aún está por medirse, en la economía del país. Como es obvio, personas con menos ingresos demandan menos bienes, lo cual lleva a que las empresas reciban menos ingresos y tengan menos incentivos para contratar empleados o para mantener a los que tiene en sus puestos de trabajo. Menos personas con empleo implica menos personas con capacidad de consumo, haciendo que demanden menos bienes. El ciclo se repite y la economía sólo tiene un lugar a donde ir: Abajo. Llamemos a esto “Espiral descendente del desempleo”.
Por si fuera poco, empresas con menos ingresos, implica empresas con menos utilidades, lo que a su vez implica empresas pagando menos impuestos (uno de los puntos clave de quienes atacan la “ilegalidad” de estas aplicaciones).
Ahora bien, habrá quienes piensen que es exagerado sentenciar a la economía nacional al desastre por la salida de una aplicación de movilidad. Parcialmente pueden tener razón, pero si damos unos pasos atrás para intentar ver el panorama completo. Estamos hablando de alrededor de 88.000 socios conductores de Uber (Revista Dinero. 11/01/2020), de los cuales cerca del 60% serían cabezas de hogar, es decir, unos 52.800.
En 2019, El Tiempo, hizo un estudio citado posteriormente por Publimetro (Publimetro. 18/07/2019) según el cual un conductor de Uber, que no fuera propietario de su vehículo, obtenía, en promedio, unos $90.000 diarios después de pagar gasolina, cuota al propietario y el descuento por uso de la aplicación.
Supongamos que unos 50.000 conductores se dedicaran exclusivamente al uso de Uber. Supongamos también que lo hicieran solamente 20 días al mes (Aunque si usted vive de eso, tal vez lo haga 25 o hasta 30 días así sea con intervalos más cortos). Supongamos además que debido al Pico y Placa, las personas no pueden obtener las mismas ganancias todos los días y que estas se reducen a un poco más de la mitad de lo que serían en caso contrario, pasando de $90.000 a $60.000.
Si uno de esos conductores hiciera el ejercicio de manera juiciosa durante los 12 meses del año obtendría algo más de 14 millones de pesos (Después de los gastos que mencioné anteriormente). De nuevo, esto puede parecer no ser mucho dinero. Pero no estamos hablando de un conductor, sino de 50.000 ya que decidimos sacar al 40% de ellos de nuestro ejercicio. Al hacer la multiplicación el resultadoson $720.000.000.000 (Setecientos veinte mil millones), un monto significativo.
¿Recuerdan nuestra “Espiral descendente del desempleo”? Pues bien, estos 720 mil millones son el dinero que las familias que viven del uso de esta aplicación gastaría en un año. Este dinero se dedicaría en buena medida a bienes de consumo (Alimentos, implementos de aseo, vestido, etc…). Si ese dinero no entra a la economía en forma de consumo, muchos de esos bienes no necesitarán ser producidos, así que no se necesitará gente que los produzca. De nuevo nuestra “Espiral”. El panorama podría verse peor, pero no estamos considerando el dinero que estas personas ya no pagarán, por ejemplo, en gasolina.
Es posible que a pesar de estas cifras exista quien piense que el impacto no sería de tal magnitud, ya que los conductores que usan Uber pueden simplemente empezar a usar otras aplicaciones para obtener sus ingresos. Adicionalmente, podría pensarse que, dado que dichos ingresos no son obtenidos como resultado de un empleo formal, no se puede hablar de una “Espiral descendente de desempleo”.
Si bien no es del todo cierto que automáticamente los conductores que se pasen a otras aplicaciones empiecen a obtener los mismos ingresos que estaba consiguiendo, debido entre muchos otros factores a la diferencia en el posicionamiento que tienen éstas frente a Uber en la mente de los consumidores, aceptemos como cierto que eventualmente la situación se equilibre y los consumidores también se pasen a otras aplicaciones de movilidad, de modo que, después de un intervalo de ajuste, las ganancias de los conductores que usaban Uber recuperarán sus nivel previos a la salida de éste.
Propongo que movamos el eje del debate a un sector que poco o nada ha sido tenido en cuenta en este caso, pese a las cifras que representa. Hablemos de los empleos indirectos que genera Uber (aunque todas las aplicaciones de movilidad también lo hacen en proporción a la magnitud de su operación en el país) para el sector de BPO (Bussiness Process Outsourcing), es decir, la tercerización de servicios, especialmente en términos de servicio al cliente por medio de contact center.
Según un artículo publicado por Revista Dinero, en 2019 (Revista Dinero. 04/12/2020) este sector representó el 2,8% del PIB en Colombia y genera unos 260.000 empleos formales. De acuerdo con las proyecciones de Frost & Sullivan el sector generará ingresos por US$1.604 millones en 2020, unos $5.3 billones al cambio vigente.
Uber, como muchas otras aplicaciones, ha contratado buena parte de su servicio de soporte o servicio al cliente en Contact Centers ubicados en diferentes ciudades de Colombia. Esto representa alrededor de 1.500 empleos indirectos que genera la aplicación. Cabe anotar que se trata de empleos formales. Cerca de la mitad de estas personas son menores de 25 años y éste constituye su primer empleo. Adicionalmente, es de público conocimiento que, dada la falta de seguridad y estabilidad regulatoria a las que este tipo de aplicaciones se ven expuestas en Colombia, Uber tuve que desistir del proyecto de abrir su tercer Centro de Excelencia (COE) en Latinoamérica. Se estimaba una inversión de US$40 millones y la generación de 600 empleos directos.
Sobra decir que en un país como el nuestro, no podemos darnos el lujo de desperdiciar cerca de 2.000 empleos formales. Sin embargo, demos nuevamente algunos pasos atrás para poder ver el panorama completo.
Por los menos el 80% de los 1.500 empleos que se generan en Contact Center corresponden a Representantes de Servicio al Cliente, el restante 20% puede corresponder casi por completo a staff operativo. El salario de dicho agentes puede oscilar entre $1.100.000 y $1.600.000 dependiendo si son contratados o no como bilingües. Podemos asumir que al distribuir entre unos y otros, tendríamos un salario promedio de $1.300.000.
Si tomamos esta cifra y la multiplicamos por los 1.500 empleados y los 12 meses del año, tendremos cerca de $23.400.000.000 como total de salario básico. No se necesita ser un gran experto en negocios para inferir que la situación actual podría llegar a poner en riesgo algunos de esos empleos formales.
Según el estudio realizado por BBVA “Perfilamiento del consumidor colombiano. 2019”, los colombianos dedican cerca del 23% de sus ingresos a consumo no frecuente. Es decir, estamos hablando de unos $5.300.000.000 que volverían a la economía vía consumo. Si a esto le sumanos el 23% de los $720.000.000.000 ($165.000.000.000) que dejarían de recibir los conductores que no puedan usar más la aplicación durante el tiempo que les cueste encontrar una fuente similar de ingresos, estaríamos hablando de algo más de $170.000.000.000 que la economía va a dejar de percibir por vía consumo.
Para hacernos una idea de lo que esta cifra representa, el Gobierno divide su presupuesto de inversión en una serie de “Pactos por la legalidad”. Uno de ellos es llamado ”Pacto por la protección y promoción de nuestra cultura y desarrollo de la economía naranja” el cual, como es bien conocido, estaría relacionado justamente con el tipo de innovaciones, entre otras, que son eje de este debate. El presupuesto total para dicho pacto es de 6 billones de pesos. Y el presupuesto para una de sus ramas, llamada “Colombia naranja: desarrollo del emprendimiento de base artística, creativa y tecnológica para la creación de nuevas industrias”, es de 0,026 billones, unos $26.000.000.000. En otras palabras, los ingresos que la economía va a dejar de percibir por vía consumo, equivalen al 650% del presupuesto de inversión del Gobierno Nacional para una de las ramas de lo que fue una de sus banderas de campaña.
$170.000.000.000 que no van a ser utilizados en consumo de bienes. $170.000.000.000 en productos que no tendrán que ser producidos. Menos empleos requeridos. Menos gente con empleo para consumir bienes ¿Recuerdan nuestra “Espiral?.
La decisión de la SIC afecta a Uber en primera instancia, pero podría llegar a constituir un precedente para sacar del país a otras aplicaciones de movilidad, lo cual podría llegar a generar un impacto similar al que hemos estado planteando en este artículo. ¿Recuerdan la “Espiral”? Bien, ahora multiplíquenla por 3 o 4 o quizás más. En ese punto, no estoy seguro que existan tantas personas que sigan pensando que lo que aquí se plantea es exagerado.
Pero no nos quedemos en los números. En últimas no dicen nada. Pensemos en que pueden hacer las personas con esos números. Ya sabemos que una parte se usa en consumo de bienes ocasionales. Pero otra parte se usa en recreación, viajes, adquirir medios de transporte propio, eduación. Para ponerlo en corto, una parte de sus ingresos se puede usar en cumplir sueños, o al menos intentar cumplirlos.
No nos quedemos en los $170.000.000.000. Fijémonos en las personas que hoy pagan un técnico o una carrera profesional con el ingreso que obtienen trabajando en un Contact Center. O quienes adquieren un vehículo para el bienestar de su familia y lo pagan utilizando estas aplicaciones. Pensemos en la persona que puede ir a conocer otras ciudades o quizás otros países gracias a tener uno de estos oficios. O pensemos en la persona demasiado joven o demasiado vieja; o demasiado calificada; o muy poco calificada que no consigue un empleo fácilmente y tiene de donde agarrarse, ya sea como empleado en un Contact Center, o usando una aplicación de movilidad como Uber o tantas otras.
Que tal si pensamos no solo en una economía de un país que va a dejar de recibir una suma importante de dinero en consumo de bienes. Que tal si pensamos en un país que va a dejar de recibir el conocimiento y la capacidad de muchos de sus ciudadanos que no van a poder hacer poco más que sobrevivir porque su país cerró las puertas a la innovación y el emprendimiento.
¿Recuerdan nuestra “Espiral”? Bien, multiplíquenla ahora por los sueños y la posibilidades de una cantidad de colombianos que tal vez ni siquiera podamos imaginar.
*Columnista invitado del Tanque de Pensamiento Al Centro.