Por: Daniel Quiroga*
@DanielQuiroga
Siempre oimos que a los colombianos nos gusta pelear, que vivimos irritados, que somos intolerantes y reactivos. Las redes sociales son muchas veces la plataforma en las que nos desahogamos con el que sea y esto podría confirmar esta afirmación. Sin embargo, ¿esto hace parte de nuestra naturaleza o se debe a algo más, será que no estamos dialogando entre nosotros?
Apuesto que nunca nos hemos preguntado si dialogamos realmente. Se los pregunto ¿lo hacen?. La acción de dialogar no se reduce unicamente al intercambio de palabras, sino a escuchar los argumentos y opiniones del otro y discutir sobre un tema o problema para llegar a un acuerdo. Sin lugar a dudas, el dialogo es el primer paso para el consenso y el consenso es el objetivo de las sociedades democraticas modernas. En su definición pura, eso es política.
Esta falta de dialogo con el otro se debe a que vivimos en un mundo donde estamos obsesionados con tener la razón. Siempre tendemos a buscar la información que confirma nuestras propias creencias o prejuicios, y poco o nada nos importa considerar otras alternativas o incluso la posibilidad de que estemos equivocados. Este sesgo de confirmación es el mayor generador de “fake news”.
Esta modalidad de generar información acomodada a nuestro pensamiento es el resultado de buscar que nuestra argumentación quiera derrumbar al otro sin oírlo. Lo hace usando los argumentos que comprueban que nosotros tenemos la razón, mostrándonos lo que queremos ver o engañando al otro con información ficticia para convencerlo o asustarlo. Muchos debates en redes tienen argumentos preconcebidos y en varios casos buscan crear no un diálogo o un debate, sino imponerse sobre el otro y ponerle etiquetas estigmatizándolo.
Por eso, hemos decidido vetar conversaciones o espacios. Hoy, por el miedo (o la pereza) al dialogo, hay lugares dónde es mal visto hablar de política o sucesos nacionales. Esto pasa en grupos de WhatsApp, en conversaciones familiares y de amigos, donde quién habla sobre estos temas es tíldado como el “jarto” o el malo del paseo. Increíblemente preferimos guardarnos nuestras opiniones y omitir temas en vez de discutirlos y dialogar constructivamente (tengo varios familiares y amigos así).
Sin embargo, no solo se trata de hablar de los temas, sino de no estigmatizar al que piensa diferente. No podemos seguir repitiendo nuestra historia (estamos llenos de ejemplos) en donde se ha preferido la violencia hacia el otro antes que escucharlo y dialogar con él. Basta de calificativos de “mamerto”, “paraco” o “tibio”. Estas etiquetas que ponemos eliminan al otro como interlocutor válido y nos impiden dialogar. No podemos pasar de eliminarnos con armas a eliminarnos con palabras – se puede volver un circulo vicioso-. No sabe más el que grita más duro, el que reacciona agresivamente, ni mucho menos el que recurre al insulto, la intimidación o la calumnia para imponerse.
Quiero hacer una invitación a desafiar el sesgo de confirmación. Dejemos de creernos dueños de la razón, leamos varias fuentes de información, sentemonos a escuchar al primo o a la amiga que piensa diferente, no le huyamos al debate en la oficina e intentemos entender a esa persona con una posición distinta a la de nosotros. No llevemos los debates al lado personal, ni validemos a personas que buscan brillar jugando con el nombre o la reputación del otro. Esta práctica es común cuando se carece de propuestas y argumentos.
No tomemos el camino facil de criticar todo sin oir argumentos. Si en Colombia nos escucharamos más, participaramos más e hicieramos el esfuerzo por entendernos, tendriámos mejores familias, mejores amigos y mejores ciudadanos.
Por supuesto que nunca vamos a estar de acuerdo en todo, pero solo dialogando podremos llegar a acuerdos sobre lo fundamental.
¿Dialogamos?
*Director de Asuntos Públicos y Buen Gobierno de Alcentro.