Por: Johanna Monteiro*
@JohannaMonteir0
La Conferencia de las Partes (COP, por sus siglas en inglés) es la asociación de los países que son parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la cual entró en vigencia el año 1994, y donde se han logrado importantes acuerdos vinculantes, como el protocolo de Kioto que entró en vigencia en 2005, y más recientemente el Acuerdo de París, que entró en vigencia en 2016.
La COP se realiza todos los años desde 1995 en distintas sedes. Este año la COP25 se realizó en la ciudad de Madrid, con la presidencia de Chile.
¿Cuál era el objetivo de la COP25? Básicamente revisar los asuntos pendientes para lograr el funcionamiento total del Acuerdo de París (COP21). Uno de los principales puntos era resolver y establecer reglas para el Artículo 6 del Acuerdo, en relación a la implementación del mercado de carbono.
¿Y qué pasó? Lamentablemente nada nuevo. En pocas palabras, los grandes países emisores de carbono bloquearon el acuerdo, entre ellos Estados Unidos, India y China. Además, Australia y Brasil propusieron que las reducciones de emisiones anteriores a este acuerdo fueran consideradas como parte de las metas que supondría este nuevo régimen.
Con estos antecedentes, no estaría segura de que estamos todos convencidos aún que el Cambio Climático es real y está pasando ahora. O si es así, tal vez la incertidumbre en las consecuencias concretas de este fenómeno, no permite crear conciencia aún. Tal vez algunos de estos grandes países, con gran poder adquisitivo, están ya calculando cómo salvarse a sí mismos ante los efectos del Cambio Climático, y poner así los esfuerzos más bien en comenzar a mitigar las consecuencias de forma local, en lo que les competa solo a ellos.
El caso de Estados Unidos es interesante, ya que se han visto esfuerzos loables por parte de algunos de sus estados, tales como California, Nuevo México, Washington o el Distrito de Columbia (DC), los que quizás logren cumplir metas bastante ambiciosas en la disminución de emisiones. Sin embargo, el hecho de que como país se reste de este tipo de acuerdos, desalienta el compromiso de muchos otros.
El desarrollo de las negociaciones para detener el Cambio Climático, muestran que no hay un objetivo ni un propósito común, tal vez porque los efectos del mismo no serán iguales para todos. Mientras algunos países-isla serán los primeros en ser los más afectados pudiendo llegar a desaparecer, para otros bastará quizás con mover a parte de su población de un lugar a otro en el peor de los casos. Sin embargo, causarán cada vez mayores tensiones internacionales las migraciones forzadas por este efecto, las cuales ya se están viendo en varias partes del mundo, tales como Siria en el Medio Oriente, o Guatemala en América Central.
El problema sin duda tiene muchas aristas. Mientras tanto, seguimos inmersos en una economía que promueve el consumo, el uso excesivo e innecesario de todo tipo de artefactos, el deshecho fácil y gratuito, y la falta de conciencia de que vivimos en un planeta con recursos limitados. ¿Es posible seguir pretendiendo que cada país puede crecer infinitamente a través del consumo, como una medida de que vamos por “buen camino”?
¿Y qué podemos hacer entonces contra el Cambio Climático?
Una opción sería intentar encontrar un propósito común, algo que aspiremos genuinamente como sociedad global y que realmente impacte a todos los países, porque claramente las consecuencias del Cambio Climático por sí solas no está haciendo la labor de generar conciencia y movilizar políticamente a todos por igual.
Sin embargo, en el nivel de gobernanza local y empresas privadas con responsabilidad social ya se están viendo cambios y esfuerzos a favor del medio ambiente. Pero debiera ser el consumidor final quien tenga la última palabra, no solo disminuyendo emisiones en lo que es más evidente, como transporte o energía, si no también ser muy conscientes de dónde proviene lo que consumimos, con qué tipo de fuente primaria se genera la energía para producirlo, qué cantidad de emisiones se liberaron en el ambiente cuando adquirimos nuevos productos, y preguntarnos, desde un estado mucho más consciente e informado, si vale la pena o no.
¿Será posible que un cambio profundo y a conciencia surja desde el consumidor individual, tal que nos permita mover economías completas en virtud de lograr detener el Cambio Climático? Ya que el “top-down” y la política macro parece no estar alineada con el bienestar global en el largo plazo, ¿Será posible que un esquema “bottom-up” funcione, donde sea el consumidor individual hiperconectado y organizado el que impulse los grandes cambios hacia arriba, pasando por su comunidad, gobierno local, industria, para llegar a lo más alto de la política nacional?
Tal vez la única solución posible pase por crear una profunda conciencia a nivel de sociedad, e impulsar el cambio desde abajo hacia arriba, para dejar de destruir lo que nos queda de planeta.
*Columnista invitada del Tanque de Pensamiento AlCentro.
Johanna es profesional del sector energético, especialista en operación de sistemas interconectados, planificación del sistema de transmisión y regulación del mercado de energía en sus distintos sectores.