Colombia en medio del Paro Nacional clama por la Paz.

Colombia en medio del Paro Nacional clama por la Paz.

Por: Carlos Orlas, Juanita Peñuela, Carlos Suárez, Mabel Carmona, Daniel Albarracín,Julián Castro, Deyder Henríquez, Susana Cifuentes, y Jorge Andrés Forero González.

“Amamos hondamente a esta patria nuestra y no queremos que nuestra nave victoriosa navegue sobre ríos de sangre. Señor Presidente: No os reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra patria no siga por caminos que nos avergüenzan ante propios y extraños. ¡Os pedimos tesis de piedad y de civilización! Señor Presidente: Os pedimos cosa sencilla para la cual están de más los discursos. Os pedimos que cese la persecución de las autoridades y así os lo pide esta inmensa muchedumbre. Pedimos pequeña cosa y gran cosa: que las luchas políticas se desarrollen por cauces de constitucionalidad” Jorge Eliecer Gaitán, Oración por la Paz, 1948.

En Colombia la promesa de una sociedad en paz ha marcado varias generaciones. El Paro Nacional iniciado el 28 de abril de 2021, que es la continuación del 21N de 2019 y del Paro Agrario de 2013, donde una sociedad colombiana cansada de la narrativa y prácticas de la guerra ha salido a exigir más y mejores derechos, debe celebrarse como una victoria del movimiento social en todas sus expresiones. El Paro Nacional en ciudades y municipios de todo el territorio da cuenta no solo de un acumulado de descontento, sino también de la voluntad social para construir una sociedad en paz y con justicia social. El ímpetu está dado por la juventud que encarna una contracultura política y que salió a las calles decididamente desde la firma del Acuerdo de Paz.

Rechazamos las directrices de la Administración Duque para el tratamiento de la protesta social en marco del Paro Nacional, que en su gran mayoría han sido pacíficas y respetando las instituciones y a quienes no participan. Reconocemos que es común en una democracia manifestar el descontento ante iniciativas legislativas que no promueven la equidad y el desarrollo para las mayorías, como la reforma tributaria, la reforma a la salud y el incumplimiento del Acuerdo de Paz de la Habana.
Se requieren soluciones inmediatas a la difícil situación que vive el país, lo cual no se puede postergar hasta las próximas elecciones legislativas y presidenciales.Es entendible las dificultades que vive el país por la pandemia del coronavirus, pero ello no puede ser excusa para evitar el diálogo social y la negociación con la diversidad de actores que se han movilizado estas semanas.

Por las anteriores razones proponemos:
1. Para que cese la violencia de Estado y para que el presidente Duque, pidiendo perdón y reconociendo su responsabilidad como jefe de Estado y comandante de la Fuerza Pública lidere procesos concretos para avanzar en la reconciliación en Colombia. Estos hechos pasan por dejar los orgullos a un lado y escuchar al pueblo colombiano y su anhelo de paz, justicia social y ambiental.

2. La administración Duque debe ordenar detener la actuación del ejército y policía con el fin de garantizar una protesta social, pacífica, y el derecho de reunión y asociación de los manifestantes; protegida constitucional y jurisprudencialmente.

3. Los diálogos deben ser amplios, por eso alentamos a que la administración Duque corrija su política derivada de las aproximaciones que está haciendo con diferentes sectores de la sociedad hoy movilizada. El diálogo debe ser directo y con el pueblo en las calles atendiendo importantes manifestaciones de descontento como las de Cali, Medellín y Bogotá, las ciudades más grandes de la nación, así como en las ciudades intermedias, pueblos y veredas del país. Las garantías de desmilitarización son fundamentales para avanzar en este aspecto.

4. Se deben esclarecer los hechos de violencia en que haya estado implicada la Fuerza Pública, incluyendo violencia sexual y física, en especial los homicidios que según las cifras de ONGs de importante y reconocida trayectoria en el país, oscila entre 40 y 60 casos. Los casos de vandalismo deben ser investigados individualmente y evitar estigmatizar a la movilización social, como proceso amplio y heterogéneo.

5. Invitamos a seguir en continuo monitoreo y verificación a los graves casos de derechos humanos al Sistema de Naciones Unidas en Colombia, la Unión Europea, el Departamento de Estaso de los Estados Unidos y organizaciones de Derechos Humanos del mundo a seguir su trabajo de denuncia pública ante los graves hechos de violación de los derechos humanos en Colombia.

6. En los límites establecidos en nuestra democracia, si el gobierno Duque y el Comité del Paro no puede lograr un acuerdo de parte y parte, instamos a que en marco de este gran diálogo nacional, encontremos salidas a esta grave crisis institucional y de la democracia en Colombia; con el involucramiento de otros sectores con agendas concretas.

7. Reiteramos a enfocar el debate sobre las causas de la movilización, y evitar acuñar responsabilidades que no tienen que ver con la movilización, como la pérdida del grado de inversión por parte de una calificadoras internacionales.

8. Finalmente felicitaciones a la generación de paz y jóvenes que desde el arte, la cultura y la protesta pacífica han inspirado al pueblo colombiano a fortalecer nuestro sistema político y garantizar un futuro de dignidad para todas y todos los colombianos. Este tipo de actos son muestra de una madurez política.

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Ruralidad, calidad educativa y reclutamiento forzado

Ruralidad, calidad educativa y reclutamiento forzado

Por: Juanita Peñuela Cadavid

La pandemia por la que actualmente está atravesando el mundo ha puesto en evidencia las realidades de inequidad en distintas esferas de la sociedad. Una de ellas ha sido en la educación, especialmente debido a las dificultades de acceso y conectividad de miles de niños, niñas y adolescentes (NNA) que viven en zonas rurales o cascos urbanos periféricos en el territorio colombiano. Sumado a ello, en el país las dificultades para alcanzar a esta población se profundizan debido a las constantes y cambiantes dinámicas del conflicto armado interno que no ha entrado en cuarentena.

Es necesario aclarar que si bien Colombia ha sido testigo de más de un acuerdo de paz[1] el conflicto armado interno permanece en las regiones, con distintas dinámicas y reconfiguración de actores. Como lo expresa el Centro Nacional de Memoria Histórica, en su documento ¡Basta Ya! Memorias de guerra y dignidad, “desentrañar las lógicas de la violencia contra la población civil es desentrañar también lógicas más amplias de la guerra: el control del territorio y el despojo de tierras (…) la victimización de las comunidades ha sido un objetivo en si mismo, pero también ha sido parte de designios criminales más amplios de los actores de la guerra” (pp. 15)

Por lo anterior, las declaraciones de la senadora Sandra Ramírez sobre las cuales afirma que las FARC-EP no reclutaron menores desconocen el contexto del país y no reconocen a las víctimas ni la realidad de los NNA del campo colombiano. Además, sin mencionar que, en su caso, el ingreso a las FARC-EP fue a la edad de 17 años[2]. Según cifras de la Defensoría del Pueblo, un 87,5% de los departamentos del país presentan alertas de riesgo por reclutamiento de menores [3]. Además, el Registro Único de Víctimas reconoció que desde 1985, la cifra de menores reclutados por grupos armados ilegales es de un poco más de ocho mil menores, una realidad alarmante que no da tregua, pues cifras entregadas por la Coalición contra la vinculación de niñas, niños y jóvenes al conflicto armado en Colombia (COALICO) confirman que solo en el 2019 el número de menores reclutados ascendió a los doscientos.

Entonces, ¿por qué hablar de reclutamiento de menores a la luz de la calidad educativa? Mucho se ha hablado respecto al derecho a la educación en Colombia y hoy se habla sobre la necesidad de llegar con dispositivos y conectividad a quienes no tienen acceso a las clases virtuales que en sus instituciones educativas se han venido adelantando por la situación de emergencia sanitaria que se vive en el país. Y aunque resulta necesario llegar a estas regiones con conectividad, este tipo de medidas deben realizarse dentro del contexto y la realidad en la que viven los NNA que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad en el país.

Las realidades del campo colombiano y de cascos urbanos pequeños o ubicados en límites periféricos contrastan con las de las grandes urbes. Las primeras se caracterizan por ser espacios profundamente impactados por la desigualdad social fruto de la violencia estructural del país y a su vez por dinámicas del conflicto armado interno como desplazamiento forzado, confinamiento y reclutamiento a menores. Ello, dificulta el acceso a servicios cobijados dentro de los derechos fundamentales como el de la educación. De ahí, que iniciativas como el proyecto de Escuelas Radiofónicas adelantada por la Acción Cultural Popular (ACPO) a finales de la década de los 40 en Boyacá sea tan representativa, pues puso en la opinión pública la precariedad educativa en estas zonas del país.

Y aun así, no dejan de surgir interrogantes como ¿por qué los menores están “disponibles” para el reclutamiento? ¿Por qué las cifras que han logrado obtener organismos como COALICO o las llegan a los cientos de niños reclutados en tan solo un año? ¿Cuáles son las condiciones socio-económicas bajo las cuales viven los NNA que terminan enlistados en estos grupos? ¿Podría la educación de calidad contribuir a mitigar el reclutamiento de menores en las regiones rurales y cascos urbanos periféricos de Colombia?

Si bien no se puede desconocer que históricamente las escuelas y su comunidad educativa (especialmente profesores y estudiantes) se han visto afectado por dinámicas propias de la violencia directa como afectaciones físicas y fuego cruzado, generando las condiciones para el desplazamiento forzado y el reclutamiento de menores, no se puede desconocer el potencial que esta tiene como espacio físico y comunitario para la construcción de paz local y el empoderamiento de agentes fundamentales para la misma como lo son los NNA.

Vale la pena analizar casos internacionales como los de Ruanda y Sierra Leona que nos dan indicios sobre como las políticas para el posconflicto le apostaron a calidad educativa (formación docente, estructura curricular y pedagogías contextualizadas) que tuviera en cuenta los contextos locales y los impactos que el conflicto había tenido en cada uno de ellos para contribuir a mitigar las dinámicas violentas. Partieron del reconociendo de la educación como una herramienta de transformación de realidades sociales como la violencia estructural que alimenta los conflictos armados de estos países, así como el colombiano.

Por ejemplo, en Ruanda trabajaron con “4R’s”[4]: redistribución, reconocimiento, reconciliación y representación; cuatro aspectos que le permitieron al Ministerio de Educación diseñar su marco conceptual y teórico para adelantar reformas educativas contextualizadas y tendientes hacia la construcción de paz. Así, la educación rural trascendió del marco curricular académico, no porque este fuera menos importante, sino porque entendieron que debe ir de la mano de una priorización de la agencia del profesorado y los estudiantes, así como de la verdad y la reconciliación como elementos de calidad educativa fundamentales.

Es por esto que las declaraciones de la senadora Ramírez no pueden ser tomadas a la ligera, en especial por las denuncias recientemente realizadas por El Espectador sobre el silencio de los grupos armados ilegales frente al reclutamiento, pese a ser una práctica aún recurrente en el país. Más aún cuando en el artículo 2 del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y duradera se expresa que “los delitos de lesa humanidad (…) la sustracción de menores, el desplazamiento forzado, además del reclutamiento de menores, de conformidad con lo establecido en el Estatuto de Roma” no serán objeto de amnistía o indulto.

Por eso, cuando en el país se habla de mejorar la calidad educativa y se menciona que esta es un derecho de los NNA, no se debe olvidar que este servicio debe estar contextualizado dentro de un marco de posconflicto en medio de un conflicto aún vigente. Se debe entender como una herramienta que tiene el potencial de contribuir a mitigar algunas de las violencias estructurales que llevan a que los NNA terminen en manos de grupos armados ilegales, casi como si no tuvieran otra opción.

 

 

[1] M19 en 1990, en 1991 con el Ejército Popular de Liberación (EPL) y el Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL), en 1994 con la Corriente de Renovación Socialista (CRS) y el Frente Francisco Garnica de la Coordinadora Guerrillera, en el 2005 con las Autodefensas Unidas de Colombia y en el 2016 con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP), entre otros.

[2] Al respecto, es importante aclarar que la Corte Constitucional, mediante el auto 251 de 2008 afirmó que jurídicamente la voluntad del menor para el caso del reclutamiento es inexistente, razón por la cual se define como víctima del delito en mención.

[3] Prevención del reclutamiento de niños, niñas y adolescentes. Análisis de la política pública con enfoque étnico. Defensoría del Pueblo

[4] Para más información ver: https://pdfs.semanticscholar.org/3499/e1cffebaa75e899d465d99a1c087c33bcfea.pdf

*Miembro Dirección de Construcción de Paz

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Paz al Aula 2.0

Por: Diana Zerda y Juanita Peñuela

“¡Profe!” gritan dos niñas corriendo hacia mí. “Profe, mire que en el salón se están insultando, y mire que….”, dicen mientras vamos caminando al salón en el cambio de clase. Al llegar me encuentro con dos estudiantes que están gritándose. Uno de ellos ha perdido su lápiz y no tiene nada más para escribir en clase.  El otro es acusado de haberlo tomado, pero dice que no es verdad, y ahí se forma la gritería, mientras los demás solo miran o toman partido de uno u otro bando.

Cada uno de estos conflictos tiene varias capas por pequeños y sencillos que parezcan. Para solucionarlo no solo se necesita que aparezca el lápiz, también se necesita dar unos minutos de clase para entender por qué se enfrentan, cuáles son los valores e intereses que están en juego, y las razones que hacen que cada uno de los dos esté tomando esta posición. En ocasiones hay instituciones que manejan estudiantes mediadores* que ayudan a tratar las situaciones, mientras que la mayoría de veces el profesor a cargo de la clase es quien debe mediar en las situaciones que estén pasando en ese momento; es decir, apagar los incendios.

Pero, ¿qué debe tener en cuenta todo profesor (y directivo) para entender este tipo de conflictos dentro del salón de clases? ¿Qué factores están coincidiendo en ese instante en cada uno de los estudiantes y cómo provoca esto que estallen diferentes situaciones? Sabemos que cada uno de nuestros estudiantes es “un universo en sí mismo”, por lo tanto, proponemos adoptar una perspectiva ecológica como la de Bronferbrenner que permite pensarse este universo como algo más complejo, inmerso en otros sistemas que lo condicionan con reglas y/o valores morales, pero también otras particularidades para las cuales la empatía y la escucha son las puertas principales que permiten conocerlos.

El modelo de ecológico de Urie Bronferbrenner

El Modelo Ecológico de Bronferbrenner (MEB)** parte de la distinción de cuatro sistemas que componen el contexto en el cual se desenvuelven e interactúan las personas. En esta oportunidad hablaremos de los individuos que hacen parte de la comunidad educativa y volveremos al caso presentado anteriormente.  Según el Ministerio de Educación Nacional de Colombia la comunidad educativa está compuesta por estudiantes, padres de familia, educadores, administradores escolares, directivos docentes y egresados de la institución educativa. De ahí que el MEB permite entender cómo es la interacción de cada uno de estos actores cuando están influenciados por el entorno inmediato en el que se desenvuelven y también por sus ambientes de procedencia, lo que quiere decir que ambientes como el entorno familiar, la nacionalidad, las características del barrio y demás son esenciales a la hora de entender cómo se relacionan unos con otros dentro y fuera de la escuela. 

Además, este modelo permite entender la relación interdependiente entre los ambientes *** en los que se desenvuelven los individuos que componen la comunidad educativa para poder comprender mejor las distintas capas que componen los conflictos dentro del aula. Entonces, cuando los actores de dos o más ambientes a los que pertenece el estudiante -por ejemplo colegio,  familiares y/o acudientes- dialogan entre sí, están generando espacios de retroalimentación entre ambos contextos que permiten un flujo de información más completo, permitiendo una mejor comprensión en la actuación de los estudiantes; en particular cuando sus entornos más inmediatos están permeados por realidades complejas como desplazamiento forzado o migración.

Por eso, cuando los estudiantes tienen conflictos dentro del aula como el descrito con anterioridad, el profesor no solo debe parar su clase para determinar, en este caso, dónde está el lápiz. También debe hacer y hacerse preguntas como ¿quién lo tomó?, ¿por qué lo tomó?, ¿es una acción recurrente en ese estudiante?, ¿son compatibles las medidas que adopta el colegio en estos casos con las que se tomarían en su casa?, ¿existe algún antecedente familiar o contextual que impulse al estudiante a tomar sin permiso un objeto que no le pertenece?

Como lo mencionamos, no se trata únicamente de encontrar el lápiz, sino de poder entender de dónde viene la decisión que llevó a que el estudiante decidiera tomarlo, y entre todos construir soluciones que incluyan las dinámicas personales que cada estudiante tiene a partir de sus ambientes más cercanos (familia, barrio, nacionalidad) y conjugarlos con un contexto  en común: el colegio y las normas que lo regulan. Este entendimiento es posible lograrlo cuando los profesores y directivos docentes tienen presente los ambientes de origen de sus estudiantes, los cambios en los mismos y la forma como cada uno los percibe. De esta manera, la comunidad educativa puede aproximarse a conflictos en el aula como el descrito al principio desde una perspectiva sistémica; realizando las preguntas correctas y permitiendo afrontar la situación de tal manera que se genere un espacio propicio para la construcción de entornos que permitan el desarrollo de habilidades socioemocionales cruciales para la solución de conflictos en el aula como la empatía.

El papel de la empatía, el dialogo y la escucha

Todos conocemos que la definición de empatía es ponerse en el lugar de la otra persona. ¿Qué quiere decir esto realmente? Brené Brown, trabajadora social e investigadora de las relaciones humanas y lo que genera conexión entre las personas nos dice que empatizar es sentir con las personas (…), para poder conectarme contigo tengo que conectar con algo conmigo que conoce ese sentimiento que estás mostrando****. Este proceso pareciera ser fácil aunque la mayoría de las veces no somos conscientes de los pasos que generan esa empatía y permiten conectar mejor con la otra persona.

En ese sentido, la escucha, el diálogo y  preguntas claves son dos herramientas que permiten una mejor  interacción con las personas de la comunidad educativa. Además,  hay que tener un conocimiento previo sobre el lugar o situación en que se encuentra el otro, o hacer las preguntas necesarias para comprender mejor sus sentimientos y lo que está enfrentando.  También, las cuatro cualidades que debe tener una persona empática según Theresa Wiseman***** son:

  1. Reconocer la perspectiva de la otra persona como la verdad que ella tiene.
  2. Evitar juzgar.
  3. Reconocer la emoción que tiene la otra persona .
  4. Comunicárselo.

Ahora, retomando el ejemplo del inicio, la empatía en ese caso debería estar representada en el docente, quien debe pensar como niño/a, como los estudiantes, y desde allí intentar comprender el conflicto que surge. Sus preguntas, por lo tanto, en lo posible deben ser claras y con ánimos de esclarecer la situación. Su interlocución o mediación es propicia también para enfatizar a los demás estudiantes sobre la importancia de buscar alternativas distintas a los gritos, peleas o quejas para resolver conflictos que surgen en el aula, así como para promover la empatía en los chicos con el fin de fomentar el ejercicio de esta habilidad socioemocional cada vez que surja un nuevo conflicto.  

Para terminar, sabemos que mediar las situaciones conflictivas es inherente al quehacer de los docentes y directivos en el día a día de la escuela. Si bien no hay una única solución  para todas las circunstancias la escucha, la empatía y el diálogo constructivo son herramientas que permiten  abordar la complejidad de los ambientes que confluyen en el salón de clase y generar ambientes educativos más comprensivos que a futuro den respuestas más adecuadas a cada situación particular. Por eso, invitamos a compartir estas herramientas con los mismos estudiantes, para replicar en la importancia de la escucha y la práctica de la empatía y que esto sirva también para prevenir conflictos más que para solucionarlos.

Artículos y material relacionado:

*La mediación escolar ha sido llevada a muchas partes del país con el programa Hermes de la cámara de comercio que forma a los estudiantes en habilidades para el manejo de los conflictos. Para más información visite el sitio web: https://www.centroarbitrajeconciliacion.com/Servicios/Convivencia-estudiantil/Que-es-el-programa-de-convivencia-escolar-HERMES
** Artículo “el modelo ecológico de Bronferbrenner: sistemas y críticas” por Marcel Gratacós. https://www.lifeder.com/modelo-ecologico-bronfenbrenner/

*** Por ambientes entendemos los contextos independientes que componen un sistema determinado. La familia, el barrio, nacionalidad y colegio son ejemplos de ambientes que componen microsistemas en los cuales un individuo se desarrolla. Cuando uno o más de estos ambientes interactúa, se generan nuevos flujos de información que se retroalimentan entre sí, construyendo sistemas más amplios.

****Video sobre el poder de la empatía por Brené Brown.  https://www.youtube.com/watch?v=oMk-2OWyfvo&t=26s

***** Artículo “cuando la simpatía se disfraza de empatía” por Andrea Eberhard. https://www.cetep.cl/web/?p=10670

** Miembros Dirección Construcción de Paz

Paz al aula: iniciativas para resolver conflictos en el salón de clases

Por: Juanita Peñuela y Diana Zerda*

Dictar clases no es tan fácil como saber instruir un tema. Para cualquier profesor que haya pisado el salón de clases es una verdad que el manejo de grupo o gestión de aula es algo que se lleva una tajada grande del tiempo cada día y se interpone a los objetivos académicos de aprendizaje.

Claro está que los contextos varían así como lo hacen las dinámicas entre los grupos, y las condiciones generales que rodean a los estudiantes. Los conflictos se manifiestan de formas tan diversas e inesperadas que un profesor está de antemano prevenido a cualquier evento. Al fin y al cabo, como adulto responsable los menores de edad están a su cargo es él o ella quien debe responder por ellos.

Pero, ¿de qué manera sortean los profesores los conflictos del salón de clases a diario? No hay una sola fórmula secreta, pero sí varias iniciativas y propuestas que queremos dar a conocer. Tenedor, cuchara y cuchillo Para ningún profesor es un secreto que muchas de las actitudes que sus estudiantes tienen en el aula provienen de sus experiencias en casa. Es por ello que los padres de familia juegan un rol fundamental en aspectos como la forma de resolver conflictos. Por eso, realizar talleres de padres en las Instituciones Educativas resulta una estrategia de gran importancia para el desarrollo diario de las actividades de los estudiantes.

Una manera creativa y útil para abordar este tema es mediante el uso del tenedor, la cuchara y el cuchillo como analogías de formas violentas y no violentas para tratar un conflicto. Así, el cuchillo y el tenedor representan instrumentos generadores de tensión y de mayor violencia que no reconocen en sí mismos ni en el otros emociones y posibilidades de transformar la situación hacia una solución funcional para todas las partes involucradas. La cuchara, por el contrario, tiene la facultad de unir, acompañar y crear nuevos caminos. Después de una breve explicación, cada padre y madre es confrontado con una pregunta: ¿con qué elemento se identifican a la hora de tratar conflictos con sus hijos? En una aula en el Urabá, sin pensarlo, la mayoría de padres se reconoció en el cuchillo, pues en sus palabras “es la mejor manera de cortar el conflicto/problema de raíz”. Tras esta breve escuela de padres, poco a poco se vislumbraron actitudes nuevas en algunos estudiantes de 3A. Empezaron a relacionarse de otra forma con sus compañeros debido a que la manera como sus padres se relacionaban con ellos se transformó.

Pequeñas victorias como esta son un recordatorio para los docentes que en regiones como el Urabá, están trabajando con distintos actores de su comunidad educativa en búsqueda de herramientas y estrategias relevantes dentro y fuera del aula en torno a la construcción de paz local. GuardianesOtro de los grandes desafíos que se viven diariamente en el aula es el de las relaciones interpersonales.

De nuevo, lo que los niños aprenden en casa, sumado a sus contextos y realidades más inmediatas necesariamente permea en la manera como se relacionan con sus pares en el colegio. Así, es posible que los profesores se vean enfrentados a situaciones en las que sus estudiantes de primaria repliquen acaloradas discusiones sobre, por ejemplo, quienes son más fuertes para combatir la nueva amenaza en la región del Urabá: si el Ejército o la Policía Nacional.

Rápidamente este tipo de situaciones se traducen en fricciones entre compañeros, diferencias que se agudizan con el pasar de los días. Situaciones como estas constituyen el escenario perfecto para probar nuevas estrategias que permitan a los niños transformar sus relaciones a partir de sus realidades individuales sin desconocer el contexto social y político en el que viven.

Así, nació el plan de aula “Guardianes” en una Institución Educativa del Urabá Antioqueño, pensado para trabajar a través de la disciplina positiva en habilidades de trabajo en equipo, gratitud y empatía. La rutina diaria cambió. Los días iniciaban en círculo, para que cada uno reconociera al otro y se reconociera como parte de un grupo. Cada estudiante traía al círculo su “Libro de los Guardianes” y un palito de paleta con el nombre de quien había sido asignado como su guardián, como símbolo de cuidado y protección. En su libro, escribían lo que sentían y por qué se sentían agradecidos, con su guardián y con algún otro compañero o compañera de clase. Además, todos los viernes hacían un intercambio de gratitud que quedaba plasmado en un mural al lado derecho del salón. Con el tiempo, los niños empezaron a adquirir pequeñas rutinas de organización del espacio con el fin de prepararlo para iniciar el día con gratitud.

Además, la relación entre guardianes se fortaleció, permitiendo que acaloradas situaciones como la descrita, no irrumpieran con la misma fuerza en las relaciones de los niños. Aprendieron a reconocer y a reconocerse como miembros importantes para la sana convivencia de su curso y a expresar lo que sentían hacia el otro en un lenguaje de empatía universal: el de la gratitud.

 

La colmena

El salón de clase tiene un fuerte potencial para transformar realidades, hablar y reflexionar en torno a temas como la resolución de conflictos desde la realidad de los estudiantes. Se trata de ser creativos con los recursos humanos, culturales y naturales disponibles, teniendo presente que son los estudiantes quienes tienen el potencial para guiar la actividad y generar alternativas de transformación.

Así como los cubiertos se convirtieron en una analogía para la resolución de conflictos, en esta experiencia fue el panal de abejas el elemento seleccionado por los profesores para reflexionar en torno a la resolución de conflictos y al fortalecimiento comunitario. Los chicos recibieron un octágono en el cual escribieron un conflicto que recientemente hubieran tenido con algún compañero o familiar y cómo lo resolvieron. Tras una breve reflexión, el otro lado del octágono escribieron cómo les habría gustado resolverlo. Los profesores les pidieron que tomaran los extremos de cada octágono, en los cuales había colgada un pedazo de lana, para que formaran una gran colmena que representara su comunidad. Sin embargo, algunos estudiantes recibieron una herramienta extra: unas tijeras.

Ningún otro compañero sabía que las tenían, pero su objetivo era claro: cortar las recién formadas relaciones. Hubo confusión. Quienes estaban formando la colmena se molestaron con quienes intentaron, en muchos casos con éxito, cortar la lana de sus octágonos. En algunas esquinas se escuchó una queja: “profe, están dañando mi unión” o, “profe ¡vea! Quítele las tijeras” Lo que no sabían era que todo hacía parte del mismo ejercicio y que ellos, quienes estaban cortando su colmena, eran sus conflictos, peleas y discusiones. Para estos estudiantes de noveno grado fue claro que su comunidad en la Zona Norte de Cartagena y las relaciones que se gestan en ella son más fuertes que un tercero con intención de desintegrarla. Así, con la poca lana que les quedó, volvieron a unir su colmena, transformando la “herida” en un insumo de unión. 

Ceder, evadir, negociar o usar la fuerza

Al preguntarle a los niños cuáles son las formas en que se deben resolver los conflictos y los problemas la mayoría responderá que con el diálogo o hablando. Sin embargo, en el día a día las emociones ganan terreno haciendo que las peleas y agresiones sean las formas más usadas por los estudiantes. El uso de la fuerza perpetúa la violencia y aunque da una solución a las cosas, daña la relación entre las dos personas. Por eso, usar la reflexión que hace la cartilla “Secuencias Didácticas de Educación para la Paz” en el salón de clase permite tener una herramienta útil para darle a conocer a los estudiantes mejores maneras de resolver los conflictos que diariamente se presentan en sus vidas en su interacción con las demás personas.

Al trabajar esta herramienta con los grados sexto y séptimo los estudiantes reconocieron el valor de mantener las relaciones entre las demás personas que hacen parte de una comunidad. A través de ejemplos los estudiantes mencionaron las situaciones en las que consideraban que era necesario ceder, o evadir. Usamos situaciones de la vida cotidiana como el trato con los papás o los ciudadanos o compañeros del colegio.

Por ejemplo, consideraron que cuando un papá o una mamá les pide que lleguen a cierta hora a la casa es mejor ceder, pues es una precaución que ellos toman para cuidarlos. También nos cuestionamos sobre cuáles eran las formas más comunes en las que solíamos resolver los conflictos en el salón, y las consecuencias que esto traía para el ambiente de clase; el uso de agresiones físicas o verbales creaba rencores y pensamientos y actitudes negativas entre ellos. Ante la negativa de varios estudiantes que manifestaban no estar interesados en tener buenos lazos afectivos con otras personas del salón se usaron anécdotas sobre personas que se vuelven a encontrar más adelante y cómo cambian las circunstancias para ambos.

Algunos concluyeron que era necesario mantener los buenos tratos “pues no se sabe qué vaya a pasar más adelante”. Al finalizar la sesión se hicieron compromisos personales en los que los estudiantes escribían algo nuevo que hubieran aprendido y que quisieran poner en práctica en sus vidas diarias. No obstante, como profesor es necesario recordar constantemente estas formas de resolver conflictos a los estudiantes y crear consciencia sobre las consecuencias que trae usar una u otra forma para la vida en comunidad.

¿Resolver o transformar los conflictos en el aula?

Las experiencias educativas aquí expuestas son una pequeña radiografía de los cientos de iniciativas que profesores en todas las esquinas de Colombia están sacando adelante para formar a sus estudiantes en valores, un elemento esencial en materia de educación para la paz.

Hoy en Colombia la educación para la paz encuentra una ventana de oportunidad para constituirse como un elemento, no para resolver el conflicto, sino para transformarlo desde sus raíces estructurales. Transformar implica tener una mirada a largo plazo, primando el fortalecimiento de relaciones y la transformación de las mismas hacia espacios de reconocimiento de realidades propias y ajenas.

Esta perspectiva propuesta por John Paul Lederach permite abordar los conflictos desde sus causas más profundas, reconociendo la multiplicidad de actores que lo componen y generando espacios para que todos actúen hacia la construcción de paz iniciando por su entorno más inmediato. Pero, ¿cómo hacerlo en el aula de clases? Permitiendo que los estudiantes cuenten con espacios para reconocerse y reconocer al otro desde lo que los une y lo que los diferencia, así como apostándole a la formación docente en y para la educación para la paz.

Así, el aula tiene el potencial de convertirse en un espacio seguro, a partir del cual los estudiantes aprendan no solo a sumar y a restar, a leer y a escribir, también a construir relaciones y a reforzar las existentes a través de una pedagogía basada en valores para la paz que abarque distintos niveles de la sociedad colombiana.