Por: Juan José Angulo
Imaginemos la crisis actual sin energía: ni el agua ni los alimentos podrían llegar a nuestras casas y viviríamos con velas. La palabra teletrabajo no existiría. ¿Cuán diferente sería nuestra vida? Pocos temas tienen tanto impacto y al mismo tiempo pasan tan inadvertidos como la energía eléctrica.
Bill Gates describe la energía como un milagro, el núcleo del estilo de vida moderno – y no exagera -. De la energía dependen las condiciones básicas de bienestar de las personas (salud, alimentación y educación) y las actividades de desarrollo económico (producción de bienes y servicios y el transporte de cosas y de personas). De la energía también depende la investigación – incluyendo la tan anhelada vacuna contra el COVID19. La energía está presente en absolutamente todo lo que hacemos como individuos, como país y como humanidad. Nuestra vida diaria depende, de principio a fin, de la energía.
No obstante, muy poco nos interesa la energía. Sucede a menudo con las cosas que tenemos a la mano, las damos por hecho. La energía es una de esas cosas que todos damos por hecho. ¿Usted sabe cuánto paga por kWh en su casa? ¿Sabe qué es un kWh? ¿Sabe qué opciones tiene para comprar energía? ¿Sabe que tiene opciones?
Teniendo en cuenta que nuestro estilo de vida y el de nuestras futuras generaciones guarda una relación muy estrecha con la energía, acepté con mucho agrado la invitación de dirigir para ALCENTRO este espacio cuyo objetivo es acercar a los colombianos a la electricidad como eje de desarrollo que enfrenta problemas difíciles y complejos. Para este efecto plantearé algunas preguntas que nos ayuden a comprender la electricidad en nuestras vidas de una forma tangible, las cuales iré tratando de responder en diferentes columnas de opinión.
Comienzo con una pregunta ambiciosa ¿qué deberíamos saber todos sobre el servicio de electricidad? Hay al menos cuatro cosas que considero que deberíamos saber sobre la energía: (i) que tiene un gran poder transformador; (ii) que podemos tomar decisiones; (iii) que está en proceso de modernización y (iv) que Colombia cuenta con múltiples recursos para producirla, aunque solo aprovecha en forma importante dos y recientemente importa uno.
A través de la energía se puede transformar el desarrollo económico, las condiciones de bienestar de las personas y el territorio. Los países con mayor consumo per cápita de energía presentan al mismo tiempo los niveles más altos de bienestar económico. Diferentes estudios concluyen una relación de causalidad entre uno y otro, algunos especialmente en el empleo. Otros sugieren que el precio de la energía también debe ser considerado en estos análisis y que el impacto del consumo de electricidad en la economía de un país depende de varios factores.
Discusiones aparte, lo primero que todos debemos saber sobre la electricidad es que existe una relación entre esta y el desarrollo económico y que ningún país en la modernidad ha logrado un crecimiento relevante sin electricidad. De ahí su gran poder transformador.
Lo segundo que todos debemos saber es que podemos tomar decisiones relacionadas con el servicio de energía. El costo de la electricidad siempre es trasladado a los consumidores, directamente en la “factura de la luz” e indirectamente en el precio de los bienes y servicios que adquieren. Por esta razón la Constitución de 1991 y las Leyes 142 y 143 de 1994, imponen al Estado colombiano la obligación de garantizar que el servicio de electricidad se preste al menor costo posible para los usuarios y establece el derecho a escoger el prestador del servicio.
Conocer la estructura del precio de la energía y el funcionamiento de este sector nos garantiza poder tomar decisiones respecto a este servicio.
El tercer aspecto que todos deberíamos saber es que el sector de energía está viviendo un proceso de modernización importante, relacionado con el impacto ambiental. Los recursos con los que tradicionalmente el mundo produce energía eléctrica son carbón, gas natural, gasolina y agua en grandes embalses. Los tres primeros se queman en el proceso y al hacerlo liberan gases que contribuyen al calentamiento global (GEI) afectando en forma bastante negativa a la Tierra. Estudios recientes establecen que los grandes embalses hidroeléctricos también producen emisiones de GEI y recomiendan implementar un programa de mediciones que las cuantifique adecuadamente. La producción de energía representa el 25% de las emisiones de GEI en el mundo. El otro 75% está representado en agricultura, manufactura, transporte y enfriamiento (UNFCCC, FAO).
Existe un consenso sobre la necesidad de tomar acciones urgentes para disminuir la producción de GEI y como medida principal hacer una transición energética: reemplazar fuentes que generen GEI por otras menos contaminantes y promover el uso eficiente de la energía. El aprovechamiento de recursos como el sol y el viento para producir energía apunta en esa dirección. Las necesidades de capital, las complejidades de ubicación del recurso natural, de construcción y de operación, también son menores en la producción de energía con estas fuentes. Todo esto permitiría que más agentes participen como oferentes y que se generen mayores condiciones de competencia.
Ahora bien, depender de fuentes intermitentes no es conveniente para una sociedad que demanda energía las 24 horas. Para Colombia como país en desarrollo, esta transición energética puede tener un alto costo de oportunidad frente a recursos disponibles como el carbón, que fueron clave en el proceso de industrialización y consolidación económica de los países desarrollados. ¿Cómo deberíamos abordar esta situación como nuevos miembros de la OCDE?
Sobre el cuarto punto hablaremos en la próxima columna, anticipando que alrededor de dos millones de colombianos aún no tienen electricidad y que once millones sufren un servicio de energía lamentable en la Costa Caribe, región que concentra una gran oferta de recursos para producir energía.
*Director de Transición Energética