Energía verde, el nuevo café del siglo XXI

Energía verde, el nuevo café del siglo XXI

#OpinionConEvidencia: “Energía verde, el nuevo café del siglo XXI”
¿Qué importancia tiene la transición energética en nuestro país? ¿Es la energía verde nuestro nuevo café? Estos interrogantes son resueltos por @jja2011, @silvihabib, @cristhianprado y @CaroFierroVal en nuestra nueva entrevista. Los invitamos a verla

 

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Energía verde, nuestro café del siglo XXI

Energía verde, nuestro café del siglo XXI

Por: Juan José Angulo

 

La transición energética llegó para quedarse pero depende de nosotros mismos que produzca resultados óptimos para nuestro país. Este espacio de opinion procura acercar a los colombianos al contexto energético formulando preguntas que nos ayuden a comprender la electricidad en nuestras vidas de una forma tangible. Comencé con un interrogante ambicioso: ¿qué deberíamos saber todos sobre el servicio de electricidad? planteando la necesidad de estar informados sobre (i) la relación entre electricidad y mejor calidad vida; (ii) el funcionamiento del mercado de energía cuyos costos siempre son trasladados a los hogares colombianos; (iii) los cambios a nivel mundial en cuanto a las formas de producir y consumir energía; y (iv) el potencial con que cuenta Colombia para producir energía en contraste con nuestra realidad actual. En la primera columna expuse algunas ideas sobre los tres primeros aspectos, dejando el último para ser abordado en esta oportunidad.

 

Como colombianos nos corresponde saber que nuestro territorio cuenta con aproximadamente nueve recursos diferentes para producir energía eléctrica y que actualmente solo utilizamos dos e importamos uno. El sol, el viento, los residuos orgánicos y vegetales, el calor del subsuelo y las corrientes marinas, son recursos renovables no convencionales para producir electricidad sin emisiones contaminantes, a precios competitivos, y reduciendo nuestra exposición al Fenómeno del Niño. También nos permiten compensar la contaminación de otras actividades. Según los datos oficiales más recientes (XM, 2021), los recursos empleados hoy en Colombia para producir energía se ordenan de la siguiente manera: 80% agua, 11% carbón, 6% gas natural, 2% gasolina u otros combustibles líquidos, y 1% biomasa de bagazo de caña. De los tres más usados, la disponibilidad del agua es amenazada permanentemente por las cada vez más frecuentes épocas de sequía, el carbón es una fuente contaminante, y la incertidumbre de gas natural es tal que desde el año 2016 importamos gas natural licuado (LNG) llegando a representar alrededor del 71% del gas usado por las termoeléctricas que emplean este recurso (Portafolio, 2020). En síntesis, el 86% de la capacidad para producir energía en Colombia hoy depende de recursos cuya disponibilidad es incierta y requiere importación y un 11% emplea una fuente contaminante. La capacidad de generación renovable no convencional actual, ronda el 0,02%.

 

Fuente: XM 2021

 

Los colombianos también debemos saber que desde el año 2001 el Congreso de la República y los gobiernos de turno han expedido leyes y señales de política pública para incentivar el uso de fuentes no contaminantes, encontrando mayor acogida en solares y eólicos que al 31 de diciembre de 2020 suman aproximadamente 160 MW en operación; y que en el 2019 se realizaron dos subastas para ayudar a viabilizar alrededor de 1.600 MW verdes que deberían comenzar a funcionar el 1 de enero de 2022. En resumen, cuando los proyectos renovables en desarrollo se materialicen, Colombia habrá logrado incrementar su capacidad de energía verde aproximadamente al 13%. Un aumento significativo, a la expectativa de que los proyectos logren su construcción y operación comercial para lo cual se están haciendo todos los esfuerzos posibles. 

 

 

 

Ahora bien, percibir los mejores beneficios de la transición energética requiere analizar la dinámica de este nuevo mercado energético con detalle y tomar decisiones que trasciendan la premura de objetivos de corto plazo y sofismas de distracción. Por ejemplo, la inclusión efectiva y decidida de energía verde en la agenda pública tuvo una estrecha relación con la situación del proyecto Hidroituango. Las Resoluciones 40790 y 40791 del 31 de julio de 2018, mediante las cuales el Ministerio de Minas y Energía aprobó algunas obras que estaban pendiente hace años para transportar energía en la Guajira y definió los detalles de la subasta de renovables, fueron expedidas tres meses después de que se hiciera pública la contingencia del proyecto hidroeléctrico el 28 de abril de 2018, con el objetivo explícito de suplir el faltante de energía de la mega obra. Antes de ello, la aplicación de la Ley 697 de 2001 fue prácticamente nula y la de la Ley 1715 de 2014 tuvo un despegue ralentizado por voces que aun predican como perjudicial incrementar la oferta de energía verde del país. También es muy ilustrativo analizar la estructura de costos y las diferentes posibilides de ingresos que ofrece un proyecto de energía renovable. Las rentas directas que estos proyectos pueden ofrecer a las familias colombianas a título de empleo y adquisición de bienes y servicios, se concentran en la etapa de construcción y previa a esta. Sin embargo, aproximadamente el 70% del costo total está representado en equipos que no se producen en el país; son importados, y, por lo tanto, los recursos que se destinan a su adquisición no se percibirán en Colombia hasta que no participemos de manera directa en este segmento productivo. En la etapa operativa se producen ingresos por venta de energía, ahorros y compensaciones ambientales que son monetizables para inversionistas, y los impuestos, regalías y contribuciones que son ingresos del Estado. Uno de los mayores beneficios de la bonanza cafetera fue generar ingresos directos para millones de familias y uno de los mayores aprendizajes de las industrias extractivas es su impacto en los ingresos fiscales. La energía verde nos ofrece a los colombianos la posibilidad de percibir beneficios en todos los segmentos (como proveedores de bienes y servicios, como inversionistas, a través del Estado y como consumidores) pero de nosotros depende que podamos multiplicar nuestro tejido empresarial, balancear el estatal y sofisticar nuestro consumo. Otro aspecto que debemos analizar en la transición energética es la transferencia de conocimiento. La construcción de proyectos renovables se suele tercerizar mediante contratos conocidos como EPC (Engeneering, Procurement and Construction) cuya naturaleza jurídica no está llamada a transferir conocimiento. Los colombianos necesitamos incrementar nuestro “know-how” y “cacharrear” el estado del arte en materia de renovables para desarrollar ventajas competitivas a partir de los recursos de nuestro territorio, donde una nueva minería colombiana será esencial en el contexto de transición energética. En el país también contamos con los minerales del futuro (ACGGP, 2020).

 

 

 

Desarrollo y medioambiente dejaron de ser palabras separadas para convertirse en el eje de nuestras sociedades modernas; y aunque tensiones permanentes entre estos conceptos parezcan excluirlos mutuamente, nuestra sostenibilidad depende de que la fusión se mantenga. La electricidad es un buen adhesivo entre ambos. En el caso colombiano, al rededor de la energía eléctrica podríamos desarrollar capacidades colectivas que permitan a las familias de Colombia ofrecer productos y servicios a un mundo que demanda energía confiable, eficiente y, sobre todo, sostenible. Iniciemos el nuevo año con la idea de que la energía verde puede ser nuestro café del siglo XXI.

 

 

*Director de Transición Electrónica

 

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Energía verde, nuestro café del siglo XXI

Electricidad al alcance de todos.

Por: Juan José Angulo

Imaginemos la crisis actual sin energía: ni el agua ni los alimentos podrían llegar a nuestras casas y viviríamos con velas. La palabra teletrabajo no existiría. ¿Cuán diferente sería nuestra vida? Pocos temas tienen tanto impacto y al mismo tiempo pasan tan inadvertidos como la energía eléctrica. 

Bill Gates describe la energía como un milagro, el núcleo del estilo de vida moderno – y no exagera -. De la energía dependen las condiciones básicas de bienestar de las personas (salud, alimentación y educación) y las actividades de desarrollo económico (producción de bienes y servicios y el transporte de cosas y de personas). De la energía también depende la investigación – incluyendo la tan anhelada vacuna contra el COVID19. La energía está presente en absolutamente todo lo que hacemos como individuos, como país y como humanidad. Nuestra vida diaria depende, de principio a fin, de la energía. 

No obstante, muy poco nos interesa la energía. Sucede a menudo con las cosas que tenemos a la mano, las damos por hecho. La energía es una de esas cosas que todos damos por hecho. ¿Usted sabe cuánto paga por kWh en su casa? ¿Sabe qué es un kWh? ¿Sabe qué opciones tiene para comprar energía? ¿Sabe que tiene opciones?

Teniendo en cuenta que nuestro estilo de vida y el de nuestras futuras generaciones guarda una relación muy estrecha con la energía, acepté con mucho agrado la invitación de dirigir para ALCENTRO este espacio cuyo objetivo es acercar a los colombianos a la electricidad como eje de desarrollo que enfrenta problemas difíciles y complejos. Para este efecto plantearé algunas preguntas que nos ayuden a comprender la electricidad en nuestras vidas de una forma tangible, las cuales iré tratando de responder en diferentes columnas de opinión.

Comienzo con una pregunta ambiciosa ¿qué deberíamos saber todos sobre el servicio de electricidad? Hay al menos cuatro cosas que considero que deberíamos saber sobre la energía: (i) que tiene un gran poder transformador; (ii) que podemos tomar decisiones; (iii) que está en proceso de modernización y (iv) que Colombia cuenta con múltiples recursos para producirla, aunque solo aprovecha en forma importante dos y recientemente importa uno.

A través de la energía se puede transformar el desarrollo económico, las condiciones de bienestar de las personas y el territorio. Los países con mayor consumo per cápita de energía presentan al mismo tiempo los niveles más altos de bienestar económico. Diferentes estudios concluyen una relación de causalidad entre uno y otro, algunos especialmente en el empleo. Otros sugieren que el precio de la energía también debe ser considerado en estos análisis y que el impacto del consumo de electricidad en la economía de un país depende de varios factores.

Discusiones aparte, lo primero que todos debemos saber sobre la electricidad es que existe una relación entre esta y el desarrollo económico y que ningún país en la modernidad ha logrado un crecimiento relevante sin electricidad. De ahí su gran poder transformador.

Lo segundo que todos debemos saber es que podemos tomar decisiones relacionadas con el servicio de energía. El costo de la electricidad siempre es trasladado a los consumidores, directamente en la “factura de la luz” e indirectamente en el precio de los bienes y servicios que adquieren. Por esta razón la Constitución de 1991 y las Leyes 142 y 143 de 1994, imponen al Estado colombiano la obligación de garantizar que el servicio de electricidad se preste al menor costo posible para los usuarios y establece el derecho a escoger el prestador del servicio.

Conocer la estructura del precio de la energía y el funcionamiento de este sector nos garantiza poder tomar decisiones respecto a este servicio.

El tercer aspecto que todos deberíamos saber es que el sector de energía está viviendo un proceso de modernización importante, relacionado con el impacto ambiental. Los recursos con los que tradicionalmente el mundo produce energía eléctrica son carbón, gas natural, gasolina y agua en grandes embalses. Los tres primeros se queman en el proceso y al hacerlo liberan gases que contribuyen al calentamiento global (GEI) afectando en forma bastante negativa a la Tierra. Estudios recientes establecen que los grandes embalses hidroeléctricos también producen emisiones de GEI y recomiendan implementar un programa de mediciones que las cuantifique adecuadamente. La producción de energía representa el 25% de las emisiones de GEI en el mundo. El otro 75% está representado en agricultura, manufactura, transporte y enfriamiento (UNFCCC, FAO).

Existe un consenso sobre la necesidad de tomar acciones urgentes para disminuir la producción de GEI y como medida principal hacer una transición energética: reemplazar fuentes que generen GEI por otras menos contaminantes y promover el uso eficiente de la energía. El aprovechamiento de recursos como el sol y el viento para producir energía apunta en esa dirección. Las necesidades de capital, las complejidades de ubicación del recurso natural, de construcción y de operación, también son menores en la producción de energía con estas fuentes. Todo esto permitiría que más agentes participen como oferentes y que se generen mayores condiciones de competencia.

Ahora bien, depender de fuentes intermitentes no es conveniente para una sociedad que demanda energía las 24 horas. Para Colombia como país en desarrollo, esta transición energética puede tener un alto costo de oportunidad frente a recursos disponibles como el carbón, que fueron clave en el proceso de industrialización y consolidación económica de los países desarrollados. ¿Cómo deberíamos abordar esta situación como nuevos miembros de la OCDE?

Sobre el cuarto punto hablaremos en la próxima columna, anticipando que alrededor de dos millones de colombianos aún no tienen electricidad y que once millones sufren un servicio de energía lamentable en la Costa Caribe, región que concentra una gran oferta de recursos para producir energía.

*Director de Transición Energética

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