El limbo de las empresas de base tecnológica (EBT) en Colombia

Por: José Orlando Morera

Desde que entró en furor la era del conocimiento y en plena revolución 4.0, que consiste en la digitalización de los procesos industriales por medio de la interacción de la inteligencia artificial con las máquinas y la optimización de recursos enfocada en la creación de efectivas metodologías comerciales, se han generado disrupción en operaciones de TI, modelos de negocio, y mercados.

Las nuevas tecnologías han incursionado de manera disruptiva más allá de ser fenómeno o tendencia, logrando cambiar la vida de millones de personas a través de desarrollo como el blockchain como se publicó en un reciente artículo del tanque de Pensamiento Al Centro, así como la robótica, la realidad digital, la big data y la inteligencia artificial.

En ese sentido, la industria 4.0 seguirá siendo protagonista en la introducción de las tecnologías digitales en las empresas, particularmente MiPymes, para lograr interconexión entre los procesos, lo cual establece una serie de retos, como adaptarse a las necesidades y expectativas de demanda, servir al cliente de una forma más personalizada, aportar un servicio posventa uno a uno con el cliente, diseñar, producir y vender productos en menos tiempo, añadir servicios a los productos físicos, crear series de producción más cortas y rentables, entre otros aspectos.

Los proveedores de nube de hiperescala a nivel de infraestructura como servicio (IaaS), plataforma como servicio (PaaS) y software como servicio (SaaS), como Google, Microsoft, Amazon y Salesforce están empezando a integrar estas capacidades en sus ofertas o a ponerlas a disposición como una plataforma para ser utilizadas por terceros, traduciéndose en una mayor oferta de servicios y productos a través de distintas plataformas; en todo este mundo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), la conectividad es y seguirá siendo la infraestructura fundamental de los individuos, las empresas y las sociedades.

Es imperativo dejar claro que el avance tecnológico es una realidad imparable, que implica cambios a los cuales tiene que estar dispuestos tanto emprendedores como empresarios y gobierno, todos articulados en un ecosistema en el cual cada participe apalanca y genera tracción para que la economía crezca.  Según Internet World Stats, a junio de 2018, el 55,1 % de la población mundial tenía acceso a internet, es decir, 4.200 millones de los 7.600 millones de personas en todo el mundo.

Por supuesto, la universalización y masificación de las TIC han desempeñado un papel clave para dinamizar la sociedad del conocimiento y han permitido la apropiación de la tecnología en distintos sectores, como educación, hogar, salud, movilidad, transporte, bancarización, entretenimiento, justicia, trámites, servicios públicos, entre otros, a través de la innovación y el emprendimiento, contribuyendo a generar oportunidades para miles de ciudadanos y empresas.

En 2019, algunas tendencias que se consolidaron fueron: inteligencia artificial (IA), internet industrial de las cosas (IIoT), sistemas ciberfísicos (CPS), robótica colaborativa (Cobot), Big Data (macrodatos), impresión 3D, realidad virtual y realidad aumentada, desarrollo de nuevas aplicaciones con mayor énfasis en la salud y blockchain.  Esto soportado en la electrónica como estructura fundamental del desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones.  Así mismo la electrónica seguirá soportando el desarrollo del control de procesos industriales, sistemas electrónicos de potencia, instrumentación y control, diseño y análisis de instrumentación electrónica, microcontroladores y microprocesadores, así como apoyo en el diseño de software para su control, entre otros.

Amén de la investigación, la innovación y el desarrollo, para nadie es un secreto que el sector tecnológico se ha convertido en un interesante y rentable negocio que cada día consigue más adeptos, permitiendo que se consolidaran durante la última década las compañías tecnológicas como las más valiosas del mundo.

Cada día se aparecen nuevas startups, algunas de las cuales logran posicionarse en el mercado.  Unas no tan conocidas que están siendo parte de una especie de revolución silenciosa en este negocio, por cuenta de la transformación digital por fuera de la cual nadie se quiere quedar.

Ahora bien, teniendo claro el contexto real de la relación desarrollo tecnológico – económico, vale la pena analizar a su vez el avance normativo en la materia, que resulta incipiente y obsoleto, con el riesgo de retroceso por la ideología ultraconservadora y proteccionista de los sectores tradicionales como en el caso del transporte defendiendo a ultranza la operación del modelo taxi, lejos de comparación con el uso de aplicaciones porque se trata básicamente de dos modelos de negocio diferentes.

Hoy más que guerras entre sectores que nos llevan al estancamiento o retroceder en lo ya avanzado, requerimos aunar esfuerzos para que las voces de los diferentes actores lleguen al congreso y al gobierno, de modo tal que se tracen los lineamientos que nos lleven al establecimiento de una política pública que promueva la creación, desarrollo y fortalecimiento de la industria en general que cobije el emprendimiento y desarrollo de las empresas de base tecnológica; los colombianos demandamos que se genere una dinámica institucional, normativa, económica, social y empresarial que nos permite liderar el proceso de cambio y modernización en la región como otrora en otras áreas.  

No es posible que empresas e inversionistas extranjeros salgan espantados del país o decidan obviar nuestro país como destino de inversiones claves para la tracción de nuestra economía y terminemos perdiendo una oportunidad de oro para liderar la revolución industrial y tecnológica en América Latina, además del coletazo que trae consigo desempleo y la negación del derecho a acceder a diferentes servicios de una manera moderna, práctica y eficiente, es un derecho que no nos pueden arrebatar los sectores políticos y que más bien sí estos se pongan a disposición de los ciudadanos para lograr un marco regulatorio progresista y de avanzada.

Entiéndase por emprendimientos de base tecnológica aquellas empresas que se crean sobre la base de la investigación y el desarrollo, en ambientes universitarios o en empresas ya existentes.  Este tipo de empresas se caracterizan por tener desarrollos tecnológicos propios, de la empresa o del emprendedor, con un conocimiento específico difícilmente replicable.

Las Empresas de Base Tecnológica e Innovadoras se definen como aquellas unidades productivas que generan valor a través de la aplicación sistémica de conocimientos tecnológicos y científicos, que diseñan, desarrollan, producen o comercializan nuevos productos o servicios.     Como en la mayoría de las empresas, las de base tecnológica no son ajenos al riesgo de fracaso que implica el emprendimiento, ante lo cual el desarrollo normativo que se pueda lograr en la materia debe contemplar aspectos como:

  • Asesoría, acompañamiento y capacitación gratuita, en áreas cruciales como finanzas, impuestos, marketing, administración y legislación laboral.
  • Acceso a mecanismos de financiación con entidades públicas o privadas, inversionistas, incubadoras y otros modelos alternativos, con tasas preferenciales fuera del esquema de experiencia crediticia o reportes negativos en centrales de información.
  • Conformación del equipo de gestores emprendedores quienes ayudan a fortalecer y aumentar el crecimiento de estas iniciativas y que por lo mismo requieren un tratamiento especial si se quiere preferencial en materia impositiva.
  • Desarrollo de mecanismos necesarios para llevar sus productos o servicios fuera de su país de origen y comercialización en el ámbito global.

*Columnista invitado y Miembro de Número de la Dirección de Emprendimiento.

“El riesgo del fracaso en el emprendimiento de mipymes”

Por: Jose Orlando Morera.
@JoseOMorera

Hoy todo el mundo habla de emprendimiento, parece que está de moda, pero es necesario fomentar el espíritu emprendedor de un modo responsable. Este no sólo debe perseguir que existan más emprendedores, también hay que asegurarse de que estos sean de mayor calidad y que quienes lideren sus proyectos cuenten con las herramientas mínimas necesarias para no fracasar en el intento. Animar a emprender a personas que no estén preparadas no es fomentar el espíritu emprendedor, por el contrario, puede llegar a ser un ejercicio de irresponsabilidad. 

Ahora bien, las empresas no solo fracasan por falta de competencias técnicas de sus emprendedores, también lo hacen por factores más mundanos, como problemas personales, desavenencias con los socios, exceso de expectativas, miedos y errores. Otros, por falta de “sentido común” que con el tiempo se convierten en factores determinantes que arrastran los negocios a la inviabilidad en el ecosistema productivo. El riesgo de no obtener éxito, tiene que ver igualmente con la falta de una política pública que articule correctamente los diferentes esfuerzos de los gobiernos y de la empresa privada para apoyar el emprendimiento y que son claves para el éxito.

La verdad es que el emprendimiento es tendencia en esta época. A diario se dan miles de conversaciones sobre el tema en los cafés de nuestras ciudades y en nuestro circulo social más cercano siempre hay más de un emprendedor rondando.

Desde la academia se oferta formación sobre el tema, ya sea en pregrados, especializaciones, maestrías, diplomados y otros cursos que le apuntan a lo mismo: al fomento de la cultura del emprendimiento. También, existe un marco legal como es la Ley 1014 de 2006, que lleva su nombre, aunque tristemente languidece ante el nuevo contexto de la economía, del conocimiento en pleno furor de la revolución 4.0 que demanda un nuevo orden y que requiere de una nueva hoja de ruta que este en concordancia con la nueva realidad de las empresas.

Obsérvese los siguientes datos: en América Latina un 90% de los emprendedores fracasan antes de los cuatro años, otras fuentes arrojan cifras más lamentables, como 95% de fracasos antes de los cinco años.  En España se disuelven cada año cerca de diez mil sociedades mercantiles.

En el estudio denominado “Determinantes de la Supervivencia Empresarial en Colombia”, se analizaron las trayectorias de vida de 48.740 sociedades que nacieron en 2011; sólo en el primer año desaparecieron, en promedio, entre el 20 y 30% de las empresas nacientes. A partir de ese año, el porcentaje de compañías que fenecen aumenta cerca de 10 puntos porcentuales cada periodo, de suerte que, después de cincos años solo permanecen activas alrededor del 50% según informe de Confecámaras. 

En el estudio mencionado, se propone como solución aplicar la metodología de modelos de duración que permitan analizar el tiempo transcurrido desde la creación de las empresas hasta su salida del mercado, a partir de técnicas como el estimador de Kaplan-Meier, para el cálculo de funciones de supervivencia, y el modelo de riesgos proporcionales de Cox, para el análisis de las circunstancias o factores que afectan la probabilidad de supervivencia.

Y es que las alarmantes cifras de emprendimientos que fracasan en Colombia llevan a la imperiosa necesidad de que se cree el interés científico de desarrollar una metodología que permita mejorar el índice de supervivencia de las MyPymes. Recuérdese que no existe en el país un solo mecanismo efectivo que permita atenuar los factores que afectan la consolidación de estos nuevos negocios. Adicional, estos tienen un importante componente social, ya que existen familias que con sus unidades productivas afrontan a diario el problema del desempleo y que requieren que se les brinden herramientas para optimizar sus emprendimientos y así mejorar su calidad de vida.

Emprender es un asunto realmente serio, se trata de apostarle a un proyecto de vida, de jugarse sus propios recursos, de arriesgar en algunos casos una carrera profesional, de comprometer la economía familiar y su patrimonio propio, por esto, los emprendedores no pueden seguir aguantando la improvisación de los gobiernos de turno. El tema amerita seriedad por parte del Estado.

Por tanto, urge por parte del gobierno nacional, una política pública actual seria y coherente con la nueva realidad de los negocios. Una política donde la era digital mande la parada, pero que sea integral y aborde los diferentes aspectos como la formación, la asistencia técnica, la financiación, el seguimiento y el acompañamiento para asegurar que el riesgo de fracaso se mitigue.

Pero no solo en algún sector de la economía, sino de manera general y haciendo énfasis en las MiPymes, que prácticamente mueven la economía, con una metodología igualmente vigente y de vanguardia y por supuesto todo en un pacto que involucre a las regiones y comprometa sus agendas locales. Sin esto, tristemente seguiremos asistiendo al sepelio de nuevas generaciones de emprendimientos que se pierden sin hacer nada para salvarlos.

*Miembro de número de la dirección de Emprendimiento del Tanque de Pensamiento Al Centro.