Antes de comenzar, y dado que ya he sido víctima de insultos en Twitter, quiero advertir que no soy anti-redes. ¡No soy enemigo de las redes!
Las redes sociales tienen su razón de ser, son útiles en muchos casos, pero de ningún modo pueden convertirse en el sustituto de los medios de comunicación tradicionales, ni del periodismo como tal.
Sorprende ver que en Colombia los medios se volvieron “red-dependientes” y le entregaron su espacio a una cantidad de cuentas, en su mayoría malintencionadas, cuyo único propósito es desinformar, fabricar mentiras, polarizar y promover el odio.
Las redes, en especial Twitter, están repletas de personas anónimas con cuentas que forman parte de las tradicionales bodegas, cuyo claro objetivo es hacer daño. Es lamentable percibir que el periodismo y los medios han cedido el terrero.
Con todo respeto, no es exagerado afirmar que hoy en día no existe ningún estímulo para ver noticieros de televisión, escuchar programas informativos de radio o leer periódicos. Ningún medio está ofreciendo contenidos distintos a los que se ven y se escuchan en las redes.
He realizado, con juicio, el ejercicio de comparar lo que se reporta en redes y lo que emiten noticieros de televisión respecto a noticias como las marchas, temblores o inundaciones, y debo decir que en la información que se presenta en televisión no hay ningún valor agregado, nada que haga la diferencia con lo visto previamente en un dispositivo móvil.
Para no ir tan lejos, revisemos el tema de los goles. El noticiero de televisión invierte tiempo y espacio de su programación para transmitir los goles de ligas nacionales e internacionales que ya hemos visto en el celular. No existe ningún valor agregado.
Pero más preocupante es que si al siguiente día uno toma el periódico para leer algo adicional de un hecho noticioso, no encuentra nada distinto a lo que se dijo previamente en redes y telediarios.
Estos ejemplos explican la llamada “crisis de los medios en Colombia”. Y no es para menos: si no hay un valor agregado en la información, la batalla está perdida.
Es lamentable que el criterio de muchos editores y directores para publicar una nota dependa de la importancia de esta en redes. Es inaudito que el criterio se lo dejemos al sinnúmero de N.N. que deambula por la red, y cuyo único objetivo es polarizar, desinformar y promover el odio.
¿Por qué razón una tendencia de dos mil tweets se vuelve noticia en los medios de comunicación? Si se supone, según las mediciones, que los programas informativos de radio los escuchan entre doscientos mil y un millón de oyentes, ¿qué importancia tiene ser tendencia con dos mil trinos? Lo más probable es que la mayoría de esas cuentas sean de bodegas o de personas que opinan en redes sin haber escuchado el programa.
Con todo respeto, creo que también se equivocan quienes creen que la solución es crear los programas de opinión y debate, pero para llevarlos a lo digital en vez de a la pantalla tradicional. En un país como el nuestro, donde internet no siempre funciona bien, ni siquiera en Bogotá, además de ser un servicio costoso, dudo mucho que las masas se dediquen a ver desde sus dispositivos móviles programas de media hora o más.
Los contenidos en redes deben ser cortos, casi que promocionales, y deben persuadir a los consumidores de ver los contenidos en las pantallas, y no al revés. La televisión seguirá siendo el compañero de los hogares. Otra cosa son las plataformas que ofrecen contenidos de entretenimiento.
Esto no es un mal generalizado. Es algo que ocurre en Colombia y en otros pocos países en vía de desarrollo. Después de vivir trece meses en España pude comprobar que, en efecto, los noticieros no son los programas preferidos por las personas para informarse. Allí, hoy el enfoque está en los programas de opinión, entrevistas, debates y humor político.
En el país ibérico, la gran mayoría de canales de televisión nacional dedica prácticamente la mañana a debatir los temas más importantes de la agenda española, y a las emisoras de radio no les preocupa si son o no tendencia en redes. Mucho menos se ve o se escucha a los líderes de opinión insultando o descalificando a las fuentes.
En Colombia, sin embargo, no todo está perdido. Hay el suficiente espacio para que los medios radiales y audiovisuales se reinventen, y así revivamos el periodismo puro. El de grandes investigaciones, el de grandes primicias, el de profundas entrevistas, el de los debates y el del humor político.
Un ejemplo de lo que se debe hacer es lo realizado por la Revista Semana en ediciones recientes. ¡Qué bueno saber que los domingos llega una revista que sorprende porque trae primicias y resulta de obligatoria lectura para comentar el contenido de la publicación!
Sin embargo, sorprende que después de la última información revelada por la revista en su investigación “Chuzadas sin Cuartel”, las preguntas de los periodistas en el programa radial del lunes en la mañana estuvieran más enfocadas en lo que se decía en redes que en profundizar tamaña revelación.
Un periodista ilustre preguntó a Alejandro Santos: “En redes se critica a la revista por no revelar el nombre del político a quien daban información de las chuzadas. ¿En redes dicen que es Uribe, por qué no lo confirman de una vez?”. La respuesta del director de Semana fue contundente en esa y otras entrevistas radiales: “Una cosa son las redes en las que solo se mueve el odio, la mentira y las noticias falsas y una cosa es el periodismo de investigación y responsable que nosotros hacemos”.
El llamado es a recuperar el periodismo y los medios de comunicación. Volver a la esencia de la reportería viva, la de la calle, y no a la del escritorio y las redes. Reinventar los formatos. Colombia necesita con urgencia más espacios de opinión.
Para formar sociedad y para que la gente entienda lo que sucede en el país, es necesario brindar a los ciudadanos todos los elementos de juicio sobre lo que está pasando.
¡No le dejemos el espacio a la cloaca de las redes que nos está destruyendo como sociedad!
(*) Director de Medios de Comunicación y Libertad de Expresión de Alcentro.
El 2020 que representa el inicio de una nueva década y no pinta muy bien pese al excesivo optimismo de muchas fuentes oficiales.
Cómo lo dice el ex ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, es muy difícil entender lo que sucede con la economía colombiana. Están pasando cosas positivas como el crecimiento del 3.2%, el aumento del consumo, el auge del crédito de consumo, el relativo control de los precios de los productos básicos de la canasta familiar.
Sin embargo, hay otros temas que no van bien y preocupan: el aumento del desempleo mes tras mes, la caída de las exportaciones, el desplome de la construcción de vivienda, la caída de la confianza de los consumidores y lo más preocupante la reforma tributaria aprobada a la carrera por el Congreso.
Por eso hoy existen más dudas que certezas de lo que pasará en el nuevo año. Aquí algunas de las preguntas que surgen:
¿Qué decidirán las calificadoras internacionales cuando evalúen el impacto de la reforma tributaria en los ingresos del gobierno?
¿Si no ven un panorama fiscal sano, bajarán la calificación a Colombia?
¿Tendrá que recurrir el gobierno mayor endeudamiento o privatizaciones para cuadrar las cuentas fiscales?
¿Dados los billonarios beneficios aprobados en la reforma tributaria, el gobierno tendrá que recurrir a un nuevo proyecto fiscal este año?
¿Subirán los nuevos alcaldes la tarifa del ICA dado que, gracias a la reforma tributaria, los empresarios podrán descontarlo de su renta y el costo se traslada a las cuentas del Estado?
¿Se presentará en 2020 la necesaria reforma pensional?
¿Se tendrá la gobernabilidad para volver a subir el precio de la gasolina cuando sea necesario?
¿Qué pasará con el precio del dólar ante el nerviosismo que despiertan las cuentas fiscales del gobierno?
¿El aumento del salario mínimo y el exagerado crecimiento del consumo de los hogares presionarán al alza la inflación?
¿En el 2020 se acabará la política monetaria relajada del Banco de la República y ajustarán hacia arriba las tasas de interés?
¿Si suben las tasas de interés comenzará a afectarse el pago de los créditos por parte de las familias endeudadas?
¿Los beneficios tributarios a las empresas se traducirá este mismo año en la generación de empleo?
¿Los beneficios tributarios otorgados en la última reforma permitirán que la economía crezca por encima del 3%?
¿Las elecciones en Estados Unidos, la tensión con China y los problemas de la Unión Europea presionarán al alza el precio del dólar impactando los precios de productos importados?
¿Trump en campaña endurecerá el discurso contra Colombia y amenazará la apertura de productos colombianos a ese mercado?
¿Qué tanto impactará la protesta social la confianza de los empresarios y los hogares?
¿Recuperará la gobernabilidad el presidente Duque que le permita sacar adelante los proyectos de interés para la sociedad en su conjunto?
Estas y muchas dudas quedan por resolver. Por el bien de todos los colombianos lo único que esperamos es que a todos nos vaya bien y poder ver un mejor país en los próximos 12 meses.
#ConTondoRespeto: un feliz año para todos y que las cosas vayan mejor en 2020.
*Director de Podcast del Tanque de Pensamiento AlCentro.
La gobernabilidad en un país como el nuestro pasa necesariamente por tres condiciones esenciales. El presidente Duque hoy no tiene gobernabilidad política, no tiene respaldo popular y no fluyen las relaciones internacionales.
Lo que estamos viendo es que no se están dando ninguna de esas condiciones lo que hace muy difícil la conducción de un país con tantos problemas.
Por eso el mandatario de los colombianos debe entender que el malestar social no obedece a un solo tenga o a una reforma específica sino a un conjunto de problemas que generan incertidumbre entre los ciudadanos.
Hoy reconocemos la posición del mandatario de abrir las puertas a una conversación nacional. Muy importante, pero preocupan los matices de lo que se dice.
Es bien distinto conversar que dialogar. Conversación es hablar por hablar. Dialogar es discutir sobre un asunto o sobre un problema con la intención de llegar a un acuerdo o encontrar una solución.
Presidente hay que llamar las cosas como son. Precise que es lo que desea y así poder colocar orden a lo que sigue en el país.
Quiero creer que esos galimatías son una simple forma de llamar una buena intención y que de pronto los asesores le dicen al presidente que dialogar es tener un leguaje similar a los diálogos de paz y por eso es mejor hablar de conversar.
Se abona la intención del jefe de Estado de abrir las puertas al diálogo, posición que no acompaña por los líderes del partido de gobierno -Centro Democrático- que hora tras horas no hacen sino polarizar y crispar los ánimos en las redes sociales.
Sin embargo, el gran interrogante es ¿sobre qué y para qué se va a conversar? la respuesta no es un listado de temas o de actores, sino en qué va a terminar el hablen, hablen y hablen.
Creo que el margen de maniobra del gobierno en los grandes temas de su agenda quedó demasiado limitado pues, antes del 21N y con el fin de frenar el paro, entregó las grandes reformas que se había propuesto.
Dudo mucho en que se pueda sacar una buena reforma tributaria. Ese proyecto que cuenta con escasas cuatro semanas para ser discutida y aprobada en el Congreso puede terminar siendo una colcha de retazos que terminará haciendo mucho daño al fisco en los próximos años y golpeando, aún más, el bolsillo de la clase media para compensar los beneficios tributarios a empresarios con capacidad de lobby en Senado y Cámara.
Las otras reformas claves y necesarias sobre las cuales el gobierno venía trabajando entusiasmado, la pensional y la laboral, dudo mucho que se puedan hacer en esta administración. Antes del paro, el presidente Duque y todos los ministros se encargaron de entregar dichas iniciativas.
Decir que se llevarán a la mesa de concertación las reformas es sinónimo de que nada pasará pues nunca encontrarán un consenso sobre estos temas con los sindicatos y los empresarios.
Ahora, en lo que el gobierno no ha sido claro es en que llevar estas iniciativas a concertación significa que las presentará al Congreso sin importar si hay o no acuerdo.
Si toma la vía de llevarlas al legislativo sin concertación seguro que volverán los paros y protestas. Por esa razón -en mi concepto- reformas como laboral y pensional quedaron sepultadas en esta administración
En medio de este escenario hay que ser claros. Más que conversar o dialogar el presidente tiene que avanzar en pactos y decisiones rápidas que le permitan recuperar en algo de gobernabilidad que le haga más viable su mandato hasta el 7 de agosto de 2022.
Señor presidente Duque, #ConTodoRespeto, hay que pasar de conversar a realizar pactos por el empleo, pactos por la educación, pactos por la salud, pacto por la seguridad, pactos por la paz de Colombia y pactos con la dirigencia política que le permitan recuperar la gobernabilidad.
Menos conversación y más acción.
*Director de Podcast del Tanque de Pensamiento AlCentro.
La protesta social llegó y llegó para quedarse no sólo en Colombia sino en el mundo entero. Los ejemplos son palpables y lo vemos todos los días en las noticias.
Puede haber muchas razones para protestar o no hacerlo, eso es respetable. Sin embargo, hay que ir más allá de la discusión y trascender de lo coyuntural.
Lo que está pasando de fondo obedece a las transformaciones de las sociedades. En el caso colombiano esa transformación ha sido lenta y desordenada pero las cosas hoy son muy distintas a las de hace 30 años.
Nosotros, los de la era de la naranja -en otras palabras, cincuentones- hemos vivido esos cambios. Por ejemplo, nuestros padres escasamente terminaron el bachillerato y con mucho trabajo y esfuerzo sacaron adelanta familias con 5, 6 o más hijos.
Nuestra generación ya fue de bachilleres, logramos entrar a la universidad -en muchos casos trabajando en el día y estudiando de noche- y con gran esfuerzo logramos avanzar hasta las especializaciones. Trabajamos con pasión, vivimos aferrados a ser empleados y siempre hemos querido ascender en las organizaciones donde laboramos. Hemos sido una generación pasiva y conformista.
Ahora los jóvenes no solo son bachilleres. Terminan el colegio con mínimo uno o dos idiomas, van a la universidad, estudian en el día, tienen vehículo o se mueven por un sistema transporte distinto al de nuestra generación. En nuestra época se hablaba de “racimos humanos”.
La generación actual tiene acceso más fácil a educación básica y bachillerato (gratuita en colegios públicos), más fácil acceso a la universidad, a los servicios básicos, internet, información, tecnología y redes sociales.
Esos jóvenes por lo tanto se comienzan a preocupar por decisiones que consideran una amenaza frente a sus avances. La reducción de la pobreza implica que más familias pasaron a la clase media-vulnerable, es decir, están en un límite de riesgo y están dispuestos a dar las batallas para no retroceder y caer de nuevo en niveles de pobreza.
Por esa razón cuando se van lanzando propuestas ligeras, desconectadas del sentimiento público, como reformas pensionales, laborales y tributarias, por parte del gobierno, de los gremios o de los políticos, se genera pánico entre esa sociedad que no quiere retroceder.
Con el nivel de educación de la generación de hoy, hablar de subir impuestos a trabajadores y bajar a los empresarios o pensar -siquiera pensar- en gravar con IVA los productos de la canasta familiar o hablar de reforma pensional que implique mayor cotización o mayor edad, provoca incertidumbre.
Lo jóvenes de hoy, aunque no son tan aferrados a los cargos, están preocupados por el aumento del desempleo y las pocas oportunidades laborales para esta población.
Cuando los jóvenes veían una esperanza de paz y un país que avanzaría sin el palo en la rueda de las FARC-EP atravesado en el desarrollo, hoy se preocupan por los niveles de violencia y confrontación lo que llevaría, entre otras cosas, a que el sector defensa vuelva a llevarse la mayor tajada del presupuesto en el futuro inmediato, por encima de la educación.
Y ni qué hablar de la inseguridad en las ciudades, la corrupción y los abusos de las autoridades. Son muchas las preocupaciones que tienen las nuevas generaciones sobre su futuro y quizá eso motiva la protesta.
Con todos estos elementos, resulta errada la estrategia del gobierno y de su partido, el Centro Democrático, de estigmatizar y desvirtuar las razones que motivan un paro. Si bien no hay proyectos concretos de reformas -como la pensional o laboral-, sí hay intenciones manifestadas por los propios ministros.
Salir con videos y mensajes en redes tratando de mostrar que no hay razones para la protesta es estar muy desconectado del sentimiento público y lo que hacen es calentar los ánimos y provocar una reacción para que la gente salga con rabia a protestar.
No se equivoquen. Muchas veces se recoge de lo que se siembra. Fue el partido de gobierno, Centro Democrático, el que apoyo y promovió los paros y protestas más violentas en la administración anterior.
Los mismos que hace 4 o 5 años justificaban cualquier cosa para apoyar los paros que tanto daño hicieron, hoy son los que no encuentran ninguna razón para la protesta.
En el gobierno del presidente Santos se vivieron jornadas de protesta prolongadas y violentas. Se intentaron muchas fórmulas para contrarrestarlas, entre ellas, desvirtuar las razones del paro. Al final se dieron cuenta que ese no era el camino y s se recurrió a dialogar y concertar soluciones.
El camino -creo yo- no es polarizar más. No es exacerbar los ánimos y descalificar cualquier protesta.
Si hay indicios de vandalismo o infiltraciones son las autoridades y la inteligencia las que deben actuar y garantizar que la jornada de protesta se haga en total tranquilidad. Siempre se rechazará y condenará el vandalismo.
En vez de polarizar el camino debe ser dialogar, buscar un gran acuerdo nacional para avanzar. Pero que sea un propósito no sólo del presidente sino de su partido que con Álvaro Uribe a la cabeza no hace sino incendiar el país por redes sociales.
*Director de Podcast del Tanque de Pensamiento AlCentro.