Quiero iniciar aplaudiendo y proponiendo como ejemplo la iniciativa del diputado nacional de Argentina, Mario Arce, quien presentó ante la Cámara de Diputados un proyecto de ley que busca que se enseñen los derechos de los animales en los colegios, porque es crucial que las personas tomen conciencia desde pequeñas sobre la importancia que tiene el respeto por los seres vivos.
Iniciativas como esta, que ya se implementan en instituciones educativas como las de Aragón, España, entre otras del mundo, son fundamentales para que los niños se comporten responsablemente y tengamos adultos en el futuro conscientes a la hora de interactuar con los animales. Así que definitivamente, todo comienza con la educación y el ejemplo.
Tal vez ya sea hora de que en Colombia se incluya como parte fundamental de la academia el respeto y el amor por estos seres sintientes; con mucha más razón si analizamos las cifras que demuestran que en este país aún falta mucho para que las personas tomen conciencia frente al tema y seriamente: de acuerdo con información suministrada por el Instituto de Protección y Bienestar Animal, hasta agosto de 2020, han atendido más de 3.289 animales que sufrieron algún tipo de violencia.
Así mismo, algunos medios masivos divulgan a diario distintas formas de maltrato en contra de los animales, como es el caso de Aquiles, el perro que murió en las últimas horas luego de ser abusado sexualmente. Con estos actos tan atroces uno se permite pensar: ¿quién es más animal el hombre o el canino? Y ejemplos así son informados a diario, sin mayores sanciones ejemplarizantes por parte de las autoridades.
Por ejemplo, la fundación Amigos del Planeta denunció que las agresiones más crueles hacia las especies se producen en granjas y mataderos, así como las domésticas.
Los animales, al igual que nosotros, son seres sensibles al dolor y a la crueldad, con la diferencia de que ellos no pueden manifestar ni denunciar la injusticia de la que frecuentemente son víctimas. Por eso, quienes poseemos la facultad de discernimiento y conocemos la servidumbre del dolor tenemos el deber moral de luchar, de forma no violenta, para erradicarlo de la sociedad. Pero también necesitamos que las autoridades den mayor ejemplo de “castigo” y así mismo, que sea lo suficientemente difundido para que las personas se lo tomen en serio.
Para finalizar, vale la pena repasar la Declaración Universal de los Derechos del Animal, ya que allí se explica el porqué de su surgimiento y nos da el listado de derechos que se les deben reconocer y de los cuales se derivan todas las leyes federales, locales y reglamentos alrededor del mundo. Esta fue firmada en Londres, el 23 de septiembre de 1977 y proclamada el 15 de octubre de 1978 por la Liga Internacional de los Derechos de los Animales, las Ligas Nacionales afiliadas y las personas que se asocian a ellas; además, fue aprobada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO), y posteriormente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU); de ahí se puede partir tanto para endurecer las sanciones como para empezar a fortalecer la educación en busca de proteger a todos los animales. (Link:https://bit.ly/3258WLk).
*Miembro Dirección de Protección Animal
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Nuestra Directora de Protección Animal, Yira Pérez, hace un llamado a dar trámite urgente al proyecto de ley presentado por el Representante a la Cámara, Juan Carlos Losada, el cual busca prohibir el uso de animales en experimentos científicos.
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Hoy el mundo se encuentra en pánico por un nuevo enemigo que amenaza la vida de los seres humanos: el coronavirus (Covid-19). Sin embargo, la llegada de este microscópico “monstruo”, que ha dejado más de 34 mil fallecidos en el mundo, según cifras de la Universidad Johns Hopkins, se ha convertido en una oportunidad para escuchar el grito de la naturaleza a la que el hombre le ha quitado espacio.
Después de ver conmovedores vídeos en redes sociales en los que grupos de delfines volvieron a Cartagena y Bahía Solano (Chocó); cómo nuestros mares y ríos recuperaron su color cristalino; cómo zorros se escabulleron en algunos desolados vecindarios, y cómo las aves volvieron a volar, he llegado a la conclusión que no todo es para mal y es momento de hacer una profunda reflexión sobre las afectaciones que causamos los seres humanos en todos los ecosistemas en los que habitamos.
Por ejemplo, con la cuarentena decretada en varias ciudades, ha mejorado la calidad del aire, se ha reducido las emisiones de dióxido de carbono y disminuido el tráfico de animales. La lección más grande que nos deja esta coyuntura es, entonces, que debemos darle un respiro a la naturaleza; estamos profundamente interconectados con ella y si no cuidamos al planeta, no nos cuidamos a nosotros mismos.
De hecho, esta situación es tan apremiante que de acuerdo con el Informe de Riesgos Mundiales en 2019 del Foro Económico Mundial, los tres peligros más probables y con mayor impacto para el hombre están relacionados con el medio ambiente: los eventos meteorológicos extremos; el fracaso de la mitigación del cambio climático y la adaptación a este; así como los desastres naturales.
Por eso, al tiempo que nuestra población aumenta, tenemos que ser cada día más conscientes que necesitamos como aliado a nuestro hábitat. Así que aprovechemos esta coyuntura para hacer un pacto con la imponente naturaleza, que hoy se nos revela y sin más compasión nos pide “parar” tanto abuso.
Miles de turistas arriban todos los días a Cartagena para conocer uno de los destinos más atractivos del mundo, por sus calles coloniales, cargadas de historia y heroísmo.
Pero más allá de los adornos mágicos que una ciudad como Cartagena puede tener, porque sin duda es fantástica, está el paseo en coche, una tradición cultural que muchos consideran como una actividad excepcional, donde pueden recorrer las calles y avenidas de la capital bolivarense, mientras un guía (cochero) les va contando cada aspecto de la independencia de la ciudad que se remonta a 1811, y un frágil caballo va halando con su cuerpo hasta 400 kilos de peso o más, a veces sin haber comido o bebido agua lo suficiente. Sin duda alguna, es maltrato y una violación clara a la ley 1774 del 2016 que estipula que “los animales recibirán protección contra el sufrimiento y el dolor, en especial, el causado directa o indirectamente por los humanos”.
En varias oportunidades se han registrado en noticias las innumerables veces que caballos han caído desplomados en las calles bajo el implacable sol, con notables signos de desnutrición y agotamiento, creando episodios que hablan por sí solos de la falta de políticas institucionales, desvirtuando esta tradición centenaria de Cartagena.
Cerca de 60 coches circulan por la zona colonial y luego de la ardua jornada, una parte de los animales empleados en el recreo del turismo cartagenero se mantiene en corrales improvisados, en un rincón casi desapercibido ubicado en la zona de Chambacú.
Hace un tiempo, un grupo de animalistas logró que la Procuraduría Delegada de Asuntos Ambientales ordenara la suspensión de la actividad de los coches, hasta cuando se garantizaran normas de protección, alimentación e higiene de los establos de los caballos. Así mismo, otra arista del debate es protagonizada por los cocheros, quienes en varias oportunidades han manifestado que la desprotección social afecta tanto a los animales como a los humanos, pero que la prohibición de esta actividad no es la solución, debido a que es el sustento económico de sus familias, y no cuentan con sueldo fijo ni prestaciones sociales.
La Administración distrital puso en vigencia un decreto para regular la actividad y proteger a los equinos de abusos y maltratos e incluso controlar el nuevo horario de servicio de los paseos en coche, que comienzan a las 5:00 de la tarde hasta las 11:00 de la noche, así como la capacitación durante jornadas de sensibilización a algunos tenedores y propietarios de los equinos.
Hago un llamado a las autoridades locales que, a pesar de los esfuerzos por implementar algunas medidas, aún existen vacíos en los lineamientos, por ejemplo, en la adecuación de las pesebreras donde mantienen a los caballos, la movilidad y control en el Centro Histórico. Urge diseñar e implementar una política de fondo, institucional, reglamentada y socializada debidamente que formalice esta actividad turística, pero que además garantice el bienestar y la calidad de vida de los caballos.
Como sociedad tenemos una responsabilidad con los seres vivos que no tienen voz, pero que sienten y sufren como cualquiera de nosotros.
Recuerda: la ley 1774 del 2016 estipula que “los animales recibirán protección contra el sufrimiento y el dolor, en especial, el causado directa o indirectamente por los humanos”.
Directora de Protección Animal del Tanque de Pensamiento Al Centro.
Asesinar a los toros en público está en total decadencia. Nadie pone en duda que las corridas de toros son una tradición con muchos años de historia, pero eso no es argumento suficiente para seguirlas. Son, sin duda, un espectáculo anacrónico para expresar unas ideas y creencias, que no corresponden a la modernidad, pero que atentan contra la vida.
Es un simple costumbrismo que ha perdurado desde el siglo XVIII y que nació en España.
¿Qué tiene de divertido acuchillar a toros en público y ver derramar su sangre? Es un acto morboso, que no está a la altura de los tiempos. Si tenemos en cuenta el proceso de tortura, el daño durante la corrida y la muerte final del toro, a muchos ya nos parece razón suficiente para que estas se prohíban.
Algunas personas que lo defienden dicen que el toreo muestra la trascendencia de la muerte y la lucha por la vida, pero la pregunta de fondo es sencilla: ¿Se dan cuenta, aquellos que apoyan esta fatal afición, que al quitar todos esos raciocinios estéticos lo que queda es un animal asesinado y torturado? ¿Dónde está el arte? Al final, es un ser indefenso utilizado para saciar el amarillismo de otros; el arte construye, este acto destruye la vida y causa dolor. Lo anterior no es una simple falacia, ya que, de acuerdo a la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal de España (Avatma), informes científicos demuestran que los toros sufren desorientación, estrés y miedo cuando salen a una plaza o son forzados a tomar parte en espectáculos como las corridas. Es decir, la ciencia también comprueba el nivel de dolor que sienten estos seres.
Colombia es un país de mayorías católicas y hasta la iglesia ha condenado reiteradamente, en varias oportunidades, celebrar eventos en los que hay tortura y muerte. En el año 1567 se promulgó una bula papal por Pío V en la que este tipo de espectáculos eran considerados infortunados y fuera de lugar, amenazando con excomulgar a los principales líderes si lo fomentaban. Hoy esas prácticas, reitero, significan un retrógrado pensamiento en pleno siglo XXI, que además va en contra de las creencias religiosas. Diría muy sabiamente el escritor español Isidro Gomá y Tomás «El toreo es el último escollo de una humanidad sin civilizar.» Y tanta razón tiene que hasta en el país donde se originó esta práctica se está prohibiendo, en el 2017 el Parlamento de las Islas Baleares de España aprobó una ley de protección animal que regula drásticamente las corridas de toros, prohibiendo herir y especialmente matar a los animales.
Por eso digo NO a las corridas de toros, al maltrato animal y a la violación de sus derechos. Aprovecho para hacerle un llamado al Congreso de la República de Colombia y agradecer a los congresistas, que hace unos días aprobaron en tercer debate un proyecto de ley que crea toda una política pública para la protección de los animales y entre sus artículos está la prohibición del uso del patrimonio público para promover estos actos, es decir, de aprobarse la ley por fin se erradicarán las corridas en la Plaza de Toros La Santamaría en Bogotá, y espero, en muchas otras ciudades del país donde aún abren espacio a esta barbaridad; al Gobierno Nacional para que vele por su protección y haga valer sus derechos, y a la Corte Constitucional para que escuche el sentir de las personas que repudian el maltrato animal. Tres sencillas razones para no apoyar las corridas de toros: 1. Porque son una forma cruel de maltrato animal. 2. Porque no solo se tortura el toro, también a los caballos de los picadores. 3. Porque es totalmente cruel criar animales con la única finalidad de torturarles y darles muerte.
*Directora de Protección Animal del Tanque de Pensamiento Al Centro
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