A propósito de las elecciones del próximo año en Estados Unidos, un tema que ha dado mucho de qué hablar son los comentarios que ha hecho Elizabeth Warren, una de las candidatas del partido demócrata, sobre el fracking en éste país. La Senadora Warren, quien se encuentra hoy por hoy liderando las encuestas electorales, ya ha mencionado en repetidas oportunidades que lo primero que hará en su primer día en la presidencia será hacer una prohibición total del fracking. Este tema, que tiene mucho tanto de largo como de ancho, genera sentimientos encontrados. Por un lado, acerca al país a la discusión sobre mecanismos de protección del cambio climático. Por el otro, aleja a Estados Unidos del posicionamiento que ha alcanzado en el mercado energético internacional.
El fracking es un proceso mediante el cual se taladra al interior de la tierra usando agua y otros químicos para presionar al interior de ciertas formaciones rocosas, buscando liberar hidrocarburos de ciertas rocas. Diferentes razones, como el uso de grandes cantidades de agua y el componente de los químicos usados para este procedimiento, hacen que muchos ambientalistas vean este proceso como contaminante y dañino para la tierra. Sin embargo, para Estados Unidos, el fracking ha significado innovación, crecimiento económico y seguridad energética.
Innovación en el sentido de que, desde que comenzó a darse el fenómeno del “shale boom” alrededor de 2008, Estados Unidos ha podido alejarse del uso de carbón para la generación de energía. Más específicamente, el país ha logrado migrar hacia gas natural e incluso, ha podido incorporar energías renovables a su mix energético. Así mismo, el país ha logrado alejarse de su dependencia frente a la importación de petróleo, el cual es utilizado en este país principalmente para el sector transporte.
Para Estados Unidos el fracking también ha significado crecimiento económico. De acuerdo a un estudio realizado por el U.S. Chamber of Commerce’s 21st Century Energy Institute para el 2013 esta técnica había creado alrededor de 1.7 millones de empleos. Teniendo en cuenta que en general, el sector hidrocarburos contribuye a 10.3 millones de empleos en este país y contribuye en un 8% al producto interno bruto nacional de Estados Unidos, es importante preguntar a la Senadora Warren ¿cómo planea reemplazar los trabajos generados por este sector económico? Y ¿cómo va a suplir el impacto que el sector tiene en la economía nacional?
Adicionalmente, gracias en gran medida al boom generado como consecuencia del fracking, Estados Unidos se ha vuelto un exportador de energía. Incluso algunas empresas de este país han entrado a regiones como la de América Latina y el Caribe a hacer negocios. Estas empresas contribuyen con empleo y además están aportando la expansión de gas natural para ser usado en la generacion de energia. Específicamente en América Latina, el gas natural sirve para, de forma económica, generar confianza en la transición entre fuentes hídricas y las energías renovables.
Finalmente, el fracking para Estados Unidos también es sinónimo de seguridad energética. De acuerdo a la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés), seguridad energética es “la capacidad que tiene un país de acceder a fuentes de generación de energía de forma segura e ininterrumpida.” Esta seguridad se ha manifestado:
-A nivel de precios. Por ejemplo, entre 2008 y 2018 se redujo el precio referente de gas natural en el punto de transacción conocido como Henry Hub (HH) pasó de USD$12,69 a USD$2,64.
-A nivel diplomático. Estados Unidos ha cambiado la forma como se relaciona con el resto del mundo, uno de los grandes temas detrás del libro “Windfall” por la escritora Meghan O’Sullivan. Su seguridad energética le ha dado flexibilidad para tomar ciertas decisiones como su reciente salida del Medio Oriente o las sanciones económicas que ha impuesto a Irán desde hace algunos años. Pero también ha dado paso a la creación de nuevas relaciones y un ejemplo de esto se ve precisamente en América Latina y el Caribe, gran mercado del gas natural licuado que proviene de Estados Unidos y que proviene en gran medida del “shale boom.”
-Sobre el mercado internacional de hidrocarburos, la entrada de Estados Unidos como un gran jugador ha traído cierta estabilidad sobre los precios del petróleo. Recordemos que los precios del petróleo se definen en el mercado internacional y dependen mucho de lo que definan la demanda y la oferta. Un ejemplo de la estabilidad a la que me refiero en este punto, se vió hace unos meses con los ataques a la infraestructura petrolera de Arabia Saudita. Aquí el precio del petróleo logró estabilizarse en cuestión de días después de sufrir un incremento inesperado tras el miedo por una posible reducción de 8 billones de barriles de la producción mundial diaria de petróleo que provenía de Arabia Saudita. Esta estabilidad se logró en parte debido al mensaje que Estados Unidos dio sobre su capacidad de reponer dichos barriles gracias a su producción nacional y a sus reservas.
Así las cosas, es importante reconocer lo que significa la propuesta de la Senadora Warren para Estados Unidos. Es importante pensar que su propuesta tiene ramificaciones hacia el resto del mundo. Igualmente, aunque la propuesta nace como un concepto positivo y como una propuesta a favor de la lucha internacional contra el cambio climático, no tiene valor si la Senadora Warren no la acompaña de propuestas complementarias que expliquen a sus votantes y al resto del mundo que va a pasar con la innovación, el crecimiento económico y con la seguridad energética de Estados Unidos con la prohibición del fracking.
*Directora de Geopolítica del Sector Energético del Tanque de Pensamiento AlCentro.
Eventos recientes, como el caso Odebrecht, la captura del Fiscal Anticorrupción, y el Cartel de la Toga, abrieron el campo discursivo para hablar de ética pública en Colombia. Es usual iniciar debates sin precisar los términos que utilizamos. La discusión sobre la ética pública no es la excepción. ¿Acaso quienes hablamos de ética pública sabemos qué significa? ¿Acaso hablar de ética pública nos hará mejores ciudadanos? ¿Acaso para hablar de ética pública debemos, primero, ser éticos? No lo sabemos. Por eso, queremos en esta columna dar “un paso atrás” en un debate que ya ha iniciado e identificar formas en las que algunos se han aproximado a esta idea.
El discurso de posesión del Procurador Fernando Carrillo institucionalizó el término al afirmar que “Colombia requiere de desarrollo, pero antes que nada de una infraestructura ética que promueva la integridad y la probidad”. A esta aproximación a la conversación, la llamaremos ética constitucionalista. Para Carrillo, la crisis institucional que hoy nos afecta, “surgió cuando la ética pública se desvaneció y dejó de ser esencial para formar nuevos ciudadanos: honestos, educados; dispuestos a hacer respetar la Constitución, fortalecer la democracia y promover la convivencia”. La ética pública consiste, así, en que los funcionarios públicos respeten la Constitución y fomenten virtudes cívicas. El problema de esta aproximación es que asume que lo público es únicamente el mundo institucional y que la actual función disciplinaria es el principal remedio para esta enfermedad. Además, olvida que el hecho de que hacer la Constitución realidad en la vida cotidiana exige de ejercicios de reflexión práctica e interpretativa para leer sus valores y principios a la luz de lo que demanda la situación específica.
La segunda aproximación es la ética personalista que consiste en identificar a un modelo en la sociedad y afirmar que ejercer la ética pública es actuar conforme a o similar a unapersona que colectivamente es aprobada por un grupo social amplio y considerada como ética. Emular los gestos de estas personas es para algunos una forma de ejercer la ética pública. Responder al matoneo y la burla por los movimientos producidos por el Parkinson con un “gesto noble” y utilizar “el perrito de taxi” para apiadarnos de los demás es algo imitable. En palabras de Mockus, “Decir cosas con palabras es una opción, decir cosas con pequeños trayectos de acción es otra”. Con ello dejaba entrever que la ética no era una serie de reglas, principios y valores que emanaba de la Constitución o de alguna fuente moral, era la lucha cotidiana de forjar un carácter. Sin embargo, uno de los problemas de personalizar la ética es crear una lógica de dependencia a la autoridad carismática y replicar un mesianismo que nos impide pensar por nosotros mismos y reconocer que nuestros contextos vitales y prácticos, nuestro margen de influencia y la audiencia que nos escucha es distinta a la de estas personalidades. Más aún, nos lleva a suponer que la ética es un asunto de pureza y no una lucha permanente con nuestras contradicciones.
La tercera aproximación, la ética del decálogo, consiste en proferir unos “mandatos”, “diez mandamientos” o reglas que debemos adoptar para ser éticos. Un buen ejemplo de esto es el Código de Integridad elaborado por el Departamento Administrativo de la Función Pública, a través del cual “se busca sistematizar, de manera pedagógica y sencilla, la guía, sello e ideal de cómo deben ser y obrar los servidores públicos”. La motivación de esta iniciativa es, entre otras cosas, contrarrestar la percepción generalizada que tienen los ciudadanos de los funcionarios públicos. Además de incluir una definición de valores como la honestidad, el respeto y la diligencia, entre otros, el Código presenta reglas más específicas: “lo que hago” y “lo que no hago”. Así, por ejemplo, honestidad se define como actuar “siempre con fundamento en la verdad, cumpliendo mis deberes con transparencia y rectitud, y siempre favoreciendo el interés general”. Dentro del marco de la honestidad, el Código me indica “qué no hago”, por ejemplo, “[n]o le doy trato preferencial a personas cercanas para favorecerlos en un proceso en igualdad de condiciones”. Algunos ciudadanos han tratado de abordar la discusión sobre la ética pública responsabilizando a las instituciones en tanto facilitadoras del proceso formativo de “ciudadanos íntegros”. Así, los colegios y universidades han respondido incluyendo la “enseñanza basada en valores” en sus currículos y proyectos educativos.
El problema de hacer una lista de valores o comportamientos deseados es, por un lado, mantener la vaguedad de los valores: la honestidad se define en el caso de nuestro ejemplo en términos de transparencia y rectitud, pero ¿qué es transparencia y qué es rectitud?, ¿por qué queremos defender la transparencia o la honestidad?, ¿qué pasa si, para ser respetuoso con otra persona, debo omitir algunos comentarios potencialmente hirientes pero sinceros? Desde este punto de vista, además, la ética resulta ser un tema de obediencia o conformidad y no de reflexión. El buen ciudadano actúa de acuerdo a un “checklist” de conductas deseables y no como resultado de un cuestionamiento a la luz de la experiencia concreta.
A comienzos de este año, la Revista Arcadia abordó este espinoso tema de hablar de ética. Reconoció que hablar de ética es semejante a dar un sermón de un elegido quien supuestamente tiene acceso al bien y puede compartirlo con los demás. Reconoció, además, que hablar de ética de esta forma tiene dos problemas, la presunta legitimidad de quien se eleva percibiendo como ético y el hecho de que hoy nadie está abierto a recibir un sermón de terceros.
Sin embargo, para hacer ética, alguien tiene que jugársela por una postura que inicie la conversación. Creemos que el camino para abrir nuestros debates políticos y nuestro espacio público no es llenar el vacío con decálogos, valores o procedimientos. En muchos de estos casos, corremos el riesgo de repetir los lemas, de amplificar las fórmulas clásicas “no a la corrupción”, “lo público prima sobre lo privado”, y otras más. La ética es ante todo un diálogo. De este modo, creemos que la única forma de hacer ética pública es hablar sobre las cosas que nos importan como ciudadanos, examinar nuestras actitudes dialógicas, visibilizar cómo nuestras experiencias nos sitúan frente a otros y articular qué nos incomoda de las ideas ajenas y por qué.
Así, la propuesta es entender por medio de la experiencia del diálogo que la democracia y el ser en común son una pregunta y un proyecto: la pregunta por qué significa ser un buen ciudadano. Debemos participar en conversaciones más intensas en las que formulemos cuidadosamente nuestros argumentos, nos enfrentemos estoicamente al desacuerdo y escuchemos genuinamente otras versiones de la realidad. Necesitamos diálogos que nos afecten y ayuden a escapar, de forma más productiva que como los hemos hecho hasta ahora, del espacio polarizado y fijo en el que se han convertido el espacio público y la supuesta neutralidad de las discusiones sobre políticas públicas. Esto requiere de todos nosotros revisión constante de lo que creemos, pensamos y sentimos y para eso necesitamos dialogar con otros y ser responsables de nuestras opiniones frente a otros. No necesitamos enseñar una lista de virtudes ni idealizar una lista de personajes, por más admirables que sean, debemos debatir y poner el sentido a circular para que las ideas no pierdan su plasticidad natural y se fosilicen en clichés o arengas.
Ahora bien, el gran supuesto de todas estas aproximaciones es la creencia en que los seres humanos somos fundamentalmente racionales y que podemos transformar nuestras creencias dialogando. Así, hablar de ética pública es, al mismo tiempo, cultivar las condiciones básicas para tener un diálogo sostenido, receptivo y riesgosamente transformador. De aquí en adelante la idea es hacer este ejercicio dialógico con temas importantes y que se resisten a respuestas automáticas a partir de reglas, carismas, y control disciplinario.
* Columnista invitada y Director de Ética Pública del Tanque de Pensamiento Al Centro.
El homo sapiens había poblado África oriental hace 150.000 años; sin embargo, solo hace unos 70.000 años fue que empezaron a invadir el resto del planeta Tierra y llevar a la extinción a otras especies humanas. ¿Por qué?
En la respuesta a esta pregunta puede estar el secreto para garantizar que una población disímil y compleja, como la de cualquier ciudad o departamento de nuestro país, trabaje en aras de un propósito común. Y cómo la cultura puede contribuir a la conquista de dicho propósito. El profesor Yuval Noah Harari, autor del libro Sapiens: De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad, atribuye este logro del homo sapiens a una revolución en las capacidades cognitivas, en virtud de la cual aparecieron nuevas maneras de pensar y comunicarse. Harari aduce que esta revolución cognitiva fue el resultado de mutaciones genéticas accidentales que cambiaron las conexiones internas del cerebro de los sapiens, lo cual denominó poéticamente “la mutación del árbol del saber”.
Lo novedoso del nuevo lenguaje (y disculpen la tautología) fue su capacidad para combinar un número limitado de sonidos y señales para producir un número infinito de frases, cada una con significado distinto, lo cual permitió comunicar una cantidad de información sobre el mundo que nos rodea. El profesor Harari lo ilustra con el siguiente ejemplo: un mono puede gritar a su manada ¡cuidado! ¡un león!; sin embargo, un humano está en la capacidad de comunicar a sus congéneres que esta mañana, cerca de la orilla del río, vio un león que seguía un rebaño de ovejas, y después describir su ubicación exacta, incluidas las indicaciones para llegar al lugar. Con esta información, los miembros de su grupo pueden deliberar y decidir si se acercan al río y ahuyentan al león o aprovechan la oportunidad para cazar las ovejas.
La característica realmente única de este nuevo lenguaje no es la capacidad de transmitir información sobre lo que vemos, sobre ovejas y leones, sino la capacidad de transmitir información acerca de cosas que no vemos, o mejor, que no existen en el mundo material. Leyendas, mitos, dioses y religiones aparecieron por primera vez con la revolución cognitiva. A partir de entonces, la ficción ha permitido al humano no solo imaginar cosas, sino hacerlo de manera colectiva, lo cual ha permitido a su vez que los humanos cooperen efectivamente en gran número sobre la base de un imaginario colectivo. Esta es la razón por la que los sapiens dominan el mundo.
Con fundamento en la anterior, el profesor Harari sostiene que cualquier cooperación humana a gran escala (un estado moderno, una iglesia medieval, una ciudad antigua o una tribu arcaica) está establecida sobre mitos o realidades imaginadas comunes que
solo existen en la imaginación colectiva de la gente. Pese a no conocerse, sostiene Harari, dos serbios pueden arriesgar su vida para salvar el uno al otro porque ambos creen en la existencia de la nación serbia, en la patria serbia y en la bandera serbia. Dos abogados pueden, pese a no conocerse, combinar sus esfuerzos para defender a un extraño porque todos creen en la existencia de leyes, justicia y derechos humanos.
Ninguna de las cosas anteriormente dichas existe en el mundo material; no hay naciones, ni derechos humanos, ni leyes, ni justicia fuera de la imaginación común de los seres humanos. Desde la revolución cognitiva, los seres humanos viven una realidad dual. Por un lado, la realidad material de los ríos, árboles y leones; y por el otro, la realidad imaginada de dioses, naciones, instituciones. Lo paradójico, afirma Harari, es que con el tiempo la realidad imaginada se hizo cada vez más poderosa, al punto que en la actualidad la supervivencia de ríos, árboles y leones, depende de la gracia de entidades imaginadas tales como dioses, naciones y corporaciones.
Ahora bien, qué tienen que ver los planteamientos del profesor Yuval Harari con el Tanque de Pensamiento Al Centro.
Desde el Capítulo Magdalena consideramos que la realidad imaginada o el mito del “ser Samario”, en virtud del cual la población está en la capacidad de cooperar efectivamente entre sí, está fracturado, o peor aún, es inexistente. Y esto, siguiendo la lógica de Harari, ha impedido a sus habitantes cooperar en beneficio común, como sucedía con el homo sapiens previo a la mutación del árbol del saber. El mito de “ser Samario” es gaseoso, poroso, y no está bien consolidado, y es precisamente a través de esas fisuras por donde se escapan las oportunidades de un mejor futuro.
En contraste observamos cómo el mito de ser “Barranquillero” o “Paisa”, está mucho mejor estructurado y colectivamente compartido. Nada más basta visitar Barranquilla o Medellín y hablar con sus habitantes para captar los efectos del mito que los hace estar convencidos que son más grandes, mejores, y que todo lo pueden lograr. Esta creencia colectiva de realidades imaginadas ha traído como consecuencia la existencia de una cooperación efectiva entre sus habitantes, que a su vez se ha traducido en un mayor progreso de sus ciudades en comparación con las otras de la misma región e inclusive del mismo país.
La consolidación de un mito o de una realidad imaginada por parte de un colectivo de personas lleva tiempo, y debe partir de puntos comunes. Existen situaciones que contribuyen a la consolidación del mito; por ejemplo, para el caso de Barranquilla el mito del “ser Juniorista” es un integrador muy importante, pues casi que se confunde con el del ser “Barranquillero”. En Medellín la “cultura metro” se interiorizó tanto en la población de la ciudad que es el reflejo casi exacto de lo que representa el mito del “ser Paisa”.
La construcción del mito del “ser Samario” no ha resultado ser tarea sencilla pues sus habitantes han estado expuestos a fenómenos sociales que tienden más a separarlos y atomizarlos que a agruparlos y cohesionarlos. Me refiero, entre otros, a fenómenos como desplazamientos forzados con asentamientos de nuevas poblaciones no autóctonas,
ausencia institucional, violencia, narcotráfico, desprestigio, ausencia de liderazgos positivos.
No obstante, hay un punto que, a pesar de las dificultades sociales y económicas de la población, resulta común a todos los habitantes y es la “cultura”, entendida como el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico o industrial de los habitantes de la región. Si bien se trata en sí misma de una realidad imaginada, de la cultura pueden extraerse elementos que permiten hilvanar el mito “Samario” hasta llegar a su consolidación. Aun sin proponérselo, todos los habitantes de un área geográfica contribuyen de manera inexorable a la conformación de la cultura, la cual es un ente vivo en constante transformación.
La cultura de la región de Santa Marta y el Magdalena se ha alimentado, enriquecido y tiene la fuerza de los antepasados indígenas, de los colonos españoles, de los negros africanos, de la diáspora italiana que se asentó en las márgenes del Río Magdalena, de la colonia libanesa y siria, de la población guajira y santandereana, y más recientemente de la migración venezolana. Es un río conformado por modismos, estética, acentos, gustos, códigos éticos, ideas, imaginario visual, y otros muchos elementos, todos agrupados en un solo cuerpo distinto de los anteriores, que permea a todos los que habitan la región.
Debe ser con fundamento en este conjunto de realidades imaginadas que debe tomarse consciencia de que el mito existe y que toda la población es parte de ese “ser Samario”, lo cual conllevará a una alineación y reconocimiento colectivo de gustos, de intereses, de pilares éticos, de ideas y finalmente de prioridades para sus habitantes. Estas prioridades podrán ser conseguidas como resultado de la cooperación colectiva eficiente, que venza el pensamiento individualista y atávico que ha mantenido a la población estancada en una realidad social y económica de siglos pasados.
*Director Temático para el Departamento del Magdalena.
Estas noticias fueron apliamente difundidas por los medios en Colombia (y varios internacionales) como pocas veces ha sido noticia el trabajo de cientos de miles de servidores públicos que todos los días trabajan en hospitales, escuelas, cuarteles y oficinas para hacer nuestra vida mejor. Pero por más desalentadoras que puedan parecer, también muestran por qué la importancia de la integridad pública va mucho más allá de la pérdida de dinero. La integridad pública es esencial porque está ligada con un factor que puede tener un impacto incluso mayor en el funcionamiento de la democracia: la confianza en el Estado.
Las percepciones que las personas tienen sobre elementos clave de la integridad pública como la ineficiencia (despilfarro de recursos públicos), la corrupción (robo de recursos públicos) y la calidad de los servicios que los ciudadanos reciben están estrechamente relacionadas con los niveles de confianza en el Estado. En nuestro país, el 72% de la población dice tener poca o ninguna confianza en el Gobierno Nacional, mientras que el 81% siente lo mismo sobre los jueces, el 87% sobre el Congreso y el 88% sobre los servidores públicos en general.
Pero a pesar de lo que los casos de corrupción publicitados en los medios parecen sugerir, el comportamiento poco ético no es cometido por personas que son intrínsecamente malas o que solamente le temen a fuertes multas o a la cárcel. Investigaciones psicológicas han mostrado que, de hecho, la gran mayoría de personas nos consideramos honestas y buenas en general, pero también usamos frecuentemente justificaciones para romper las reglas y obtener un beneficio (piense en frases como «no tenía otra opción», «lo hice por mis hijos» o «todo el mundo lo hace»). Y como Antanas Mockus ha investigado, las emociones, los principios morales y el deseo de mantener la imagen positiva que los demás tienen de nosotros también importan mucho en nuestro comportamiento, a veces incluso más que el miedo a las multas o a la cárcel.
Por eso, aunque las medidas tradicionales de control y castigo son necesarias, no son suficientes. Como los que hemos trabajado en el servicio público en Colombia (y sospecho que en muchos otros países) reconocemos fácilmente, tener buenas leyes, instrumentos técnicos y sanciones es necesario, pero no siempre garantiza transformaciones reales en las creencias y comportamientos cotidianos de los servidores públicos y los ciudadanos.
Cambiar creencias y comportamientos no es fácil. Pero como mostré en mi anterior columna, tampoco es imposible. Pequeñas iniciativas que no requieren muchos recursos pueden tener un gran impacto, y muchas veces basta con un grupo pequeño de personas que se comprometan con el cambio y con inspirar a otros a que cambien también. En la siguiente entrega de esta columna, presentaré 3 iniciativas locales en las que he trabajado en los últimos años y que a pesar de su escala limitada, muestran ejemplos concretos de cómo instituciones, servidores públicos y ciudadanos pueden generar procesos de acción colectiva para aumentar la integridad pública y la confianza en el Estado en sus ámbitos cotidianos.
*Director de Cultura Ciudadana del Tanque de Pensamiento Al Centro. Investigación de contexto realizada por Lara Geermann .
La campaña a la alcaldía de Bogotá ha tenido tres grandes ejes de discusión: la seguridad, lo ambiental y la visión de los candidatos sobre el futuro de la movilidad. Con la Primera Línea de Metro fuera de la carrera -gracias a la adjudicación que hizo el Distrito en los últimos días- la visión que adoptemos en cuanto al sistema que tenemos -y que queramos tener – es crítica para saber qué ciudad podemos esperar para finales de 2023.
Salvo Hollman Morris, cuya propuesta de echar para atrás la adjudicación del metro no voy a evaluar, los candidatos a la alcaldía proponen dos miradas para el futuro de la movilidad en Bogotá: la primera, defendida por Galán y Uribe, prioriza la ejecución de los proyectos ya estructurados mientras que la segunda, propuesta por López, descarta muchos de esos proyectos con la intención de liberar recursos para financiar la segunda línea del Metro, así como para apostarle a la recuperación de las redes férreas regionales.
Sin perjuicio de la necesidad de empezar a estructurar la segunda línea del metro -contemplada en el POT que se discute en el Concejo y considerada por los tres candidatos dentro de sus planes de gobierno-, creo que tiene más sentido revisar y mejorar los diseños de las troncales ya estructuradas en lugar de, otra vez, empezar de cero a estructurar un modelo de movilidad.
Por supuesto que el escenario ideal sería lograr hacer todas estas obras. La disyuntiva entre el transporte férreo y el sistema de buses es falsa y nociva para el debate público. Se debe seguir trabajando en todos los frentes: la expansión, sofisticación y mejoramiento de la red de TransMilenio, la ampliación de los cables aéreos, y la expansión de nuestra infraestructura férrea -incluyendo las regionales- son obras necesarias para sacar a la ciudad de un atraso que afecta diariamente nuestra calidad de vida y productividad.
Sin embargo, la chequera no da para todo y, teniendo ya los proyectos en el horno, deberíamos dedicar nuestra energía a sacarlos adelante.
El modelo propuesto por Claudia implica aventurarse en una tarea con complejidades técnicas y políticas que exceden esta columna. Menciono tres para ilustrar mi punto: el Distrito no es dueño de las redes férreas que quiere utilizar, ninguna propuesta de tren ligero presentada en el pasado ha demostrado capacidad para absorber la demanda real de la Séptima y se deben gestionar los recursos con la Nación y la Gobernación de Cundinamarca. Todo esto, sin mencionar que dejaría de ejecutar obras estructuradas, con presupuesto y listas para construir: las troncales Séptima, avenida 68 y Ciudad de Cali.
Desde AlCentro hemos defendido una idea sencilla que puede ser vital para la movilidad de la ciudad: la mejor solución a la crisis de TransMilenio es más TransMilenio. Expandir
la red de servicio descongestionará las troncales y permitirá mover más gente de manera más cómoda y eficiente y, aunque esto no debe hacerse de cualquier manera, le tomará menos tiempo a la administración corregir lo necesario de los proyectos actuales que desecharlos y volver a empezar.
Una visión que sea consecuente con el trabajo que ha venido haciendo el Distrito desde hace más de veinte años y que concentre sus esfuerzos en mejorar el diseño de las estaciones, reducir su impacto ambiental, y mejorar la experiencia de servicio traerá muchos frutos muy pronto para la movilidad de la ciudad.
La propuesta de los tranvías de integración regional es bastante interesante para atender el otro gran tema de este próximo cuatrienio: entender a la ciudad como parte de una región. Sin embargo, por diseñarse sobre redes férreas existentes y no sobre los corredores que más lo necesitan, se corre el riesgo de no atraer la cantidad de viajes que requiere en la ciudad.
Sin contar los grandes retos de gobernanza que enfrentarían estos proyectos -quién los va a manejar, operar, financiar y demás-, deben estudiarse más en detalle los efectos que puedan tener sobre el mercado inmobiliario de la región y, sobre todo, la posible expansión de la huella urbana de manera desordenada sobre la sabana. Sin mecanismos institucionales que garanticen una sana convivencia y una planeación de la ciudad-región, estos tranvías pueden incentivar a los constructores a llevarse sus obras a municipios más interesados en el negocio que en la sostenibilidad.
Echar para atrás las troncales ya estructuradas por el Distrito no solo afecta el momentum que genera la adjudicación del Metro, sino que nos devuelve al ciclo eterno de estructuración de proyectos del que nos cuesta tanto salir. La integración regional es importante, pero desatascar el occidente y mejorar la calidad del servicio que tenemos hoy no da espera. Tener mejor transporte dentro de la ciudad nos va a permitir catalizar nuevos desarrollos y mejorar la infraestructura pública como las vías, aceras, ciclorrutas y puentes que necesita con urgencia la ciudad.
Lo que se juega este domingo, en materia de movilidad, va a tener un gran impacto en la calidad de vida de los habitantes de Bogotá. Todas las obras propuestas por estos tres candidatos son necesarias, pero, en este caso, el orden de ejecución también lo es. El próximo alcalde debe comprometerse a entregar una ciudad con estudios, pero, sobre todo, con obras en marcha, mejor conectada y con un mejor sistema TransMilenio. Desechar el trabajo de esta alcaldía por personalismos o vaivenes electorales le puede salir muy caro a la ciudad: cuatro años más de parálisis
Director de Transporte y Asuntos Urbanos del Tanque de Pensamiento Al Centro.
Con la salida de Noticias Uno del Canal 1 se pone en riesgo el pluralismo informativo y se prioriza la comercialización de la información, pierde la libertad de prensa, pierde la democracia, pierde el periodismo, perdemos todos.
Reconociendo los retos y oportunidades que han traído los avances tecnológicos, no puede desconocerse el impacto que la televisión nacional sigue teniendo en la vida cotidiana y en la democracia, debido a su relación directa con las libertades de información y comunicación, manteniéndose como el medio de comunicación más importante de cohesión social y de formación e impacto en la opinión pública.
Una verdad política del mundo es que a mayor libertad de expresión, mejor democracia. Y esto es porque la democracia es acerca de las libertades, el derecho a informar y ser informado en pluralidad y diversidad, las libertades de opinión y expresión, el equilibrio de poderes. En este sentido, la transmisión pública y abierta de noticias en televisión y cualquier otro medio masivo de comunicación transciende al interés meramente personal o de ideología. La información libre, plural y diversa sirve como contrapeso a los poderes estatales, a formar ciudadanos críticos con criterio propio, a producir una conversación pública inteligente y libre.
En este contexto, el Estado Colombiano en el 2015 tomó la decisión de ajustar el modelo regulatorio para la adjudicación del Canal 1 para asegurar la continuidad en la prestación del servicio de información y entretenimiento y para fomentar y fortalecer la pluralidad informativa con una propuesta de canal que ofreció un sistema informativo diverso, acorde con nuestro país.
En este año han pasado dos asuntos de relevancia al respecto: uno, la nueva ley TIC que deja en el gobierno de turno la vigilancia y control de la televisión y el fomento de los contenidos, con lo cual se gubernamentaliza el servicio público de televisión; y dos, la noticia de que el Canal 1 haya decidido, con la cancelación de Noticias UNO, en el mejor de los casos, priorizar la comercialización de la información sobre la pluralidad informativa que tanto necesita nuestro país.
La labor investigativa e informativa que ha venido realizando Noticias Uno es fundamental para la democracia, el equilibrio de poderes y la libertad de información y prensa. No es cuestión de creencias o gustos, es un asunto de democracia, de libertades, de país. Por eso, lamento profundamente la triste noticia de la salida de ese noticiero del Canal 1.
Pero como la democracia es la posibilidad de que desde el ciudadano se construyan alegrías públicas, por eso, celebro que los productores de Noticias Uno hayan decido buscar alternativas, reinventarse, innovar y apoyarse en las nuevas tecnologías para seguir adelante. La buena noticia es que más de 8.000 colombianos ya han manifestado su apoyo a la Red Independiente, y estoy segura que este movimiento ciudadano continuará creciendo y seguirá a Noticias Uno y a la Red Independiente a cualquier medio o plataforma desde la cual nos puedan hacer llegar la información.
Y esto es así, porque los colombianos que creemos en la democracia defendemos la libertad de pensar, opinar e informar, porque nos gusta oír diferentes voces, producir una conversación pública inteligente y libre y formar nuestro propio criterio, respetando siempre la opinión de los demás y porque el valor de la información no tiene precio y su impacto va mas allá de la comercialización, su compromiso es con la nación y su democracia.
Lo que sucede hoy con Noticias Uno es un ejemplo de los retos y oportunidades de que tienen los medios de comunicación, y de como las nuevas tecnologías, que han impactado económicamente a los medios tradicionales o de trayectoria, también se han convertido en un aliado para potencializar su voz y establecer nuevos rumbos, nuevos canales de comunicación.
Felicitaciones a la Red Independiente por hacer de la crisis una oportunidad para innovar y reinventarse, les auguro muchos éxitos y los seguiré a donde vayan.
¡A propósito, ya hice mi aporte a Una Vaca Por La Red Independiente! Ya hago parte de la Red Independiente. ¡Los invito a unirse también!
Directora de medios de comunicación y libertad de expresión del Tanque de Pensamiento Al Centro.