“El riesgo del fracaso en el emprendimiento de mipymes”

Por: Jose Orlando Morera.
@JoseOMorera

Hoy todo el mundo habla de emprendimiento, parece que está de moda, pero es necesario fomentar el espíritu emprendedor de un modo responsable. Este no sólo debe perseguir que existan más emprendedores, también hay que asegurarse de que estos sean de mayor calidad y que quienes lideren sus proyectos cuenten con las herramientas mínimas necesarias para no fracasar en el intento. Animar a emprender a personas que no estén preparadas no es fomentar el espíritu emprendedor, por el contrario, puede llegar a ser un ejercicio de irresponsabilidad. 

Ahora bien, las empresas no solo fracasan por falta de competencias técnicas de sus emprendedores, también lo hacen por factores más mundanos, como problemas personales, desavenencias con los socios, exceso de expectativas, miedos y errores. Otros, por falta de “sentido común” que con el tiempo se convierten en factores determinantes que arrastran los negocios a la inviabilidad en el ecosistema productivo. El riesgo de no obtener éxito, tiene que ver igualmente con la falta de una política pública que articule correctamente los diferentes esfuerzos de los gobiernos y de la empresa privada para apoyar el emprendimiento y que son claves para el éxito.

La verdad es que el emprendimiento es tendencia en esta época. A diario se dan miles de conversaciones sobre el tema en los cafés de nuestras ciudades y en nuestro circulo social más cercano siempre hay más de un emprendedor rondando.

Desde la academia se oferta formación sobre el tema, ya sea en pregrados, especializaciones, maestrías, diplomados y otros cursos que le apuntan a lo mismo: al fomento de la cultura del emprendimiento. También, existe un marco legal como es la Ley 1014 de 2006, que lleva su nombre, aunque tristemente languidece ante el nuevo contexto de la economía, del conocimiento en pleno furor de la revolución 4.0 que demanda un nuevo orden y que requiere de una nueva hoja de ruta que este en concordancia con la nueva realidad de las empresas.

Obsérvese los siguientes datos: en América Latina un 90% de los emprendedores fracasan antes de los cuatro años, otras fuentes arrojan cifras más lamentables, como 95% de fracasos antes de los cinco años.  En España se disuelven cada año cerca de diez mil sociedades mercantiles.

En el estudio denominado “Determinantes de la Supervivencia Empresarial en Colombia”, se analizaron las trayectorias de vida de 48.740 sociedades que nacieron en 2011; sólo en el primer año desaparecieron, en promedio, entre el 20 y 30% de las empresas nacientes. A partir de ese año, el porcentaje de compañías que fenecen aumenta cerca de 10 puntos porcentuales cada periodo, de suerte que, después de cincos años solo permanecen activas alrededor del 50% según informe de Confecámaras. 

En el estudio mencionado, se propone como solución aplicar la metodología de modelos de duración que permitan analizar el tiempo transcurrido desde la creación de las empresas hasta su salida del mercado, a partir de técnicas como el estimador de Kaplan-Meier, para el cálculo de funciones de supervivencia, y el modelo de riesgos proporcionales de Cox, para el análisis de las circunstancias o factores que afectan la probabilidad de supervivencia.

Y es que las alarmantes cifras de emprendimientos que fracasan en Colombia llevan a la imperiosa necesidad de que se cree el interés científico de desarrollar una metodología que permita mejorar el índice de supervivencia de las MyPymes. Recuérdese que no existe en el país un solo mecanismo efectivo que permita atenuar los factores que afectan la consolidación de estos nuevos negocios. Adicional, estos tienen un importante componente social, ya que existen familias que con sus unidades productivas afrontan a diario el problema del desempleo y que requieren que se les brinden herramientas para optimizar sus emprendimientos y así mejorar su calidad de vida.

Emprender es un asunto realmente serio, se trata de apostarle a un proyecto de vida, de jugarse sus propios recursos, de arriesgar en algunos casos una carrera profesional, de comprometer la economía familiar y su patrimonio propio, por esto, los emprendedores no pueden seguir aguantando la improvisación de los gobiernos de turno. El tema amerita seriedad por parte del Estado.

Por tanto, urge por parte del gobierno nacional, una política pública actual seria y coherente con la nueva realidad de los negocios. Una política donde la era digital mande la parada, pero que sea integral y aborde los diferentes aspectos como la formación, la asistencia técnica, la financiación, el seguimiento y el acompañamiento para asegurar que el riesgo de fracaso se mitigue.

Pero no solo en algún sector de la economía, sino de manera general y haciendo énfasis en las MiPymes, que prácticamente mueven la economía, con una metodología igualmente vigente y de vanguardia y por supuesto todo en un pacto que involucre a las regiones y comprometa sus agendas locales. Sin esto, tristemente seguiremos asistiendo al sepelio de nuevas generaciones de emprendimientos que se pierden sin hacer nada para salvarlos.

*Miembro de número de la dirección de Emprendimiento del Tanque de Pensamiento Al Centro.

Fiscalía 2020

Por: Gabriel Cifuentes*
@gabocifuentes

Por estos días la Corte Suprema de Justicia tiene una enorme responsabilidad: escoger al fiscal general de la nación. Esta decisión es de gran trascendencia, no sólo por la relevancia del cargo, sino también porque de su elección dependerá el norte de la política criminal en Colombia y, más aún, el destino de diferentes procesos que tienen una gran connotación e impacto nacional.

Si bien para muchos el segundo cargo más importante en Colombia es el del alcalde de Bogotá, a mi juicio, el funcionario que mayor poder e influencia ostenta después del presidente es el fiscal general. Éste no sólo cuenta con una entidad de más de 29.000 servidores, fuero constitucional, iniciativa legislativa, participación en múltiples instancias de alto nivel, presencia en todo el territorio nacional, salas de interceptación, un cuerpo técnico de investigación y un presupuesto jugoso, sino que también tiene una visibilidad enorme. En promedio, 3 de cada 5 noticias en nuestro país tienen que ver con temas asociados a la delincuencia o a procesos judiciales, donde inevitablemente él es un protagonista.

El poder que ostenta el fiscal general es directamente proporcional a sus responsabilidades, muchas de las cuales, así no esté previsto en nuestra arquitectura constitucional, son de carácter político. Es por eso que escoger una figura que no tenga conflictos de interés, que esté preparada para el cargo y que sea garantía de imparcialidad e independencia, es fundamental. Al respecto, la terna presentada por Duque está compuesta por juristas probos, pero ninguno de ellos es penalista y será difícil determinar cuál será su grado de independencia respecto al presidente. Todos, tal vez excepto por Camilo Gómez, son de su entera confianza y vienen de trabajar con él en el Palacio de Nariño.

Pero al margen de las cualidades de la terna presentada, lo que sí queda claro es que la Corte Suprema de Justicia está decidida a votar pronto para que Colombia tenga un fiscal en propiedad. Es improbable que se repita la jugada que le hicieron a Álvaro Uribe cuando era presidente y le devolvieron la terna. Ello sólo conllevaría a dilaciones que resultan dañinas para la institucionalidad y para la misma entidad.

Es así que para el 2020 tendremos un nuevo fiscal. Éste deberá enfrentar sendos retos en circunstancias no menos difíciles. Dentro de las tareas del ente investigador se encuentran, nada más ni nada menos, que aquellas relacionadas con el proceso de paz. Habrá que ver cuál será la posición del próximo fiscal frente a la JEP y cuál será el grado de colaboración con dicha dependencia. Así los procesos hayan sido trasladados con sus respectivos informes a la jurisdicción especial de paz, es indudable que para el éxito del modelo de justicia transicional se requiere de una relación solidaria y colaborativa por parte del ente investigador.

Otro tema importante donde el fiscal general deberá intervenir es en la reforma a la justicia. Ya viene siendo hora de que el gobierno nacional concerte con los organismos de la rama una reforma estructural que resuelva los problemas de la justicia en Colombia. Las soluciones no sólo pasan por un aumento del presupuesto o por tramitar pañitos de agua tibia. Acá se necesitan soluciones que mejoren el acceso y la calidad a este derecho fundamental. Se precisa responderle de manera ágil a la ciudadanía y mejorar los índices de impunidad, que en estos días rondan alrededor del 98%, en especial en lo que tiene que ver con delitos asociados a la seguridad ciudadana.

Además de los temas estructurales que se deberán abordar en la próxima administración, como por ejemplo la corrupción al interior de la entidad, el régimen de carrera, el coto a las interceptaciones ilegales y la modernización del ente investigador, el próximo fiscal encontrará en su despacho varios chicharrones. Casos como el de Odebrecht y los demás escándalos de gran corrupción, la financiación de campañas políticas, la muerte de Enrique Pizano, los abusos del ESMAD, las chuzadas ilegales, el narcotráfico y demás economías ilegales, los bombardeos a las GAO y bandas residuales, los procesos en contra de allegados al ex presidente Uribe, entre muchos otros casos polémicos donde hay tanto de justicia como de política.

No es una tarea fácil la que le espera al próximo fiscal. Tendrá que saber balancear una coyuntura política con complejidades pocas veces antes vistas y, una ciudadanía que exige más y mejor justicia, menos impunidad y resultados contundentes frente a la criminalidad rampante. Son muchos los que han perdido la confianza en las instituciones de la rama judicial y para recuperarla se necesitará de una persona que asuma el cargo con responsabilidad y sin aspiraciones políticas y pantalleras.

*Director de Seguridad y Justicia del Tanque de Pensamiento AlCentro.

Gabriel es Doctor en derecho penal de la Universidad de Roma, con Maestría en administración pública de la Universidad de Harvard, Maestría en derecho internacional (LLM) de la Universidad de Nueva York. Es Abogado y magister de la Universidad de los Andes.

Ministros en bermuda

Por: Sergio Alfonso Londoño Zureks*
@sergiolonzu

Descentralización. Cuando oímos esa palabra parece que estuviésemos hablando de física cuántica o unicornios. Ha sido un deseo fugaz de muchos dirigentes y un caballito de batalla para varias luchas. Es también una aspiración regional y una necesidad práctica en términos de competitividad del país. Sin embargo, como una gran quimera, logra evadirnos siempre. Pasaron casi 30 años desde la Constitución del 91 para que tuviésemos una Ley de Ordenamiento Territorial, algo impensable ya que el Congreso se supone está constituido por representantes de todos los departamentos.
 
Mucho se ha hablado de descentralización, pero hay cosas que funcionan y cosas que no. Desde mi experiencia tanto como mandatario local y funcionario nacional puedo decir que mover un Ministerio de Bogotá no descentraliza absolutamente nada. Si algo, incrementa los gastos de viaje de los Ministros o pone a los Alcaldes, Gobernadores y demás autoridades a visitar la nueva sede.
 
El Ministerio del Deporte en Cali, el de Ciencia, Tecnología e Innovación en Medellín o el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo en Cartagena son espejismos. Paños de agua tibia para un problema que no se resuelve cambiándole el domicilio a un ente del Estado.
 
O, ¿acaso van a cerrar las oficinas en Bogotá? ¿mudarán a los funcionarios de carrera administrativa y a sus familias a las nuevas ciudades? ¿podrán atender el Consejo de Ministros de forma virtual? o ¿le harán lobby al Director de Presupuesto del Ministerio de Hacienda a través de Skype?
 
La descentralización real, esa que necesitamos en todos los Departamentos y Municipios del país no es que nos pongan a ir a Cali en vez de a Bogotá, es que nos den las herramientas necesarias para gobernar nuestros territorios. La verdadera descentralización es priorizar los gobiernos locales y no el gobierno central. La verdadera descentralización es entender que, en esta nueva Colombia, el poder o se comparte con las regiones o el Estado fracasa. Eso es lo que están pidiendo las nuevas ciudadanías en las calles, y desde lo nacional no se puede velar por el individuo, sólo se puede velar por el sistema. Los únicos capaces de cuidar de forma individual a la ciudadanía son los gobiernos locales porque están en contacto permanente con las comunidades.

Me hablarán de corrupción y de cómo la plata se pierde y demás. Les contesto que es el juego del huevo y la gallina. Que estamos asumiendo que en la Nación no se roban la plata y que en los gobiernos locales solo hay bandidos. Yo creo que el sistema ha hecho que los bandidos en el centro se preocupen por las platas “gordas” y los bandidos en los gobiernos locales se preocupen por las platas “menos gordas”. Y como en lo local sí que se ven los efectos perversos de la corrupción entonces siempre se dirá que las regiones son corruptas por naturaleza. Yo creo que si empezamos a proveer los recursos necesarios para que las regiones se desarrollen, sin que parezca caridad, mucho vamos a avanzar en el país.

Pero también hay descentralización que no tiene que ver exactamente con recursos y en muchos casos es aún más importante. No sé si saben, pero hay leyes en Colombia que ni siquiera son aplicables en las ciudades costeras de nuestro país. Hemos sido torpes en el ordenamiento territorial porque hemos legislado únicamente para los Andes. Les pongo un ejemplo: Cartagena. El caos de mi ciudad no tiene tanto que ver con los Alcaldes bandidos como con el pésimo ordenamiento territorial del Estado colombiano.

Cartagena es una ciudad costera, patrimonial, con el puerto más importante del Caribe. Una industria petroquímica plástica de proporciones globales y un comercio altamente rentable. Hasta ahí vamos bien. Bueno, todos dirán que es una ciudad rica porque con estas características suena a que le va muy bien. Pues no. Es una ciudad cuyo Alcalde tiene solo 200 mil millones de pesos para invertir en su territorio porque el sistema ha sido diseñado para que vea pasar la riqueza. Sin embargo, esto no es lo más grave, lo peor es que ese Alcalde tiene que compartir competencias para impartir orden en su territorio como con 7 o más entidades nacionales. Podemos decir entonces que en Cartagena hay 8 Alcaldes en funciones todos los días.

Hagamos un repaso. Las murallas y fortificaciones junto con el cuidado de buena parte del Centro Histórico son resorte del Ministerio de Cultura. Las zonas de Bajamar (playas y borde de agua, o sea, casi toda la ciudad) están bajo jurisdicción de la Armada Nacional. Playa Blanca es de Parques Nacionales Naturales, la Corporación Autónoma Regional del Canal del Dique, la Armada Nacional y el Ministerio de Ambiente. Las Islas de Rosario y San Bernardo son de todas las anteriores más la Agencia Nacional de Tierras. Y así sigue la lista. El Alcalde de Cartagena entonces viene siendo un Alcalde intervenido y con poca capacidad tanto de consecución de recursos como de capacidad de tomar decisiones.

Y como pasa en Cartagena, pasa en todo el país. Por eso, cambiar las sedes de los Ministerios no soluciona el problema. Parte de la solución está en que nuestros Congresistas entiendan cómo se gobiernan los territorios y ajusten sus proyectos de Ley a estas realidades. Que en Cartagena, por ejemplo, el Alcalde pueda decidir sobre sus playas o poner orden en sus islas; o proteger sus ecosistemas y beneficiarse de la contribución que pagan los turistas -por ingresar al Parque Corales del Rosario- no debe ser una utopía sino una realidad. Porque las autoridades nacionales están y no están, siempre dependemos de que se puedan montar en un avión, de que nos quieran un poquito más que a otra ciudad para que nos visiten o que estalle algún desastre para que nos presten atención. Y si esto pasa en Cartagena o en la misma Bogotá imaginémonos como se sentirán quienes viven en las regiones más abandonadas de Colombia.

La descentralización por ello debe dejar de ser un simple maquillaje y convertirse en el pilar de una República que avanza hacia la garantía de los derechos de sus ciudadanos.

La belleza del fin del conflicto es que podemos empezar a concentrarnos en resarcir esa deuda social histórica acumulada que el centro tiene con la periferia. Una vez empecemos a cambiar la forma como nos relacionamos entre nosotros y le pongamos suficiente atención a las razones estructurales de las desigualdades podremos caminar juntos hacia un futuro de mayor prosperidad. No podemos ser un país que alcance un desarrollo sostenible mientras conservemos una actitud extractiva de parte del Estado central hacia sus territorios.

Entonces ahorrémosle a los Ministros tener que comprar bermudas y camisetas, dejémoslos en saco y corbata, pero cambiemos las dinámicas de poder que es lo verdaderamente importante.

*Director Temático del Departamento de Bolívar.

Un cuento de centro

Por: Ernesto Forero*
@ErnestoForero

 

Debo comenzar este artículo, si es posible llamarlo así (ustedes juzgarán al final), haciendo referencia a lo que le sucedió al maestro Rafael Escalona luego de que en una de sus canciones comparara a su amigo Sabas Torres “Sabitas” con un simpático armadillo o ‘Jerre-Jerre’, como se les llama a esos animales acá en la provincia. A Sabitas no le cayó muy bien la jocosa comparación que hizo su amigo Escalona, ante lo cual este último juró que no volvería a componer más cantos en un intento por obtener el perdón de su amigo.  

El maestro Escalona no pudo mantener su promesa por mucho tiempo, y tuvo que romperla de manera definitiva cuando en el pueblo se formó una algarabía porque Luis Manuel Hinojosa se había llevado a la nieta de Juana Arias, historia que se hizo célebre gracias a la canción que hoy todos conocemos como “La Patillalera”. Consciente de su promesa rota, el maestro Escalona inicia la composición de La Patillalera diciendo: “Yo había resuelto no hacer más cantos desde el suceso del Jerre-Jerre porque Sabita me demandó, pero resulta que ocurren casos y me dan ganas y no me aguanto como el que a Juana Arias le pasó…”.

Algo parecido me sucedió a mí, que por más que intento no hablar del tema, me dan ganas y no me aguanto…

Ayer me desperté más temprano de lo normal; todavía no había amanecido, aunque en esta época de fin de año amanece más tarde que de costumbre y puede resultar engañoso. En cualquier caso, era más temprano de lo que usualmente me despierto, de eso estaba seguro. 

Luego de pensarlo una, dos, tres, cuatro veces, resolví levantarme de la cama y salir a la calle a caminar un rato y dar tiempo a que amaneciera definitivamente para poder iniciar la jornada diaria. No sé si era el efecto del final de la noche con el inicio de la madrugada, pero veía a mi ciudad más bella que de costumbre. Y no era una belleza del tipo de belleza cariñosa y subjetiva que ven las madres en sus hijos, no, era una belleza real. Las calles se habían ensanchado, los andenes también, los tendidos que antes serpenteaban el cielo habían desaparecido, había parques donde antes había lotes. En fin, estaba en mi misma ciudad, pero con todo lo que le falta a mi ciudad.

El sol comenzaba a pintar en el cielo los primeros rayos anaranjados y púrpura, cuando vi a una persona mayor sentada en una banca frente al mar mirando el horizonte. A esa hora mis opciones eran pocas, y al igual que el maestro Escalona, debía contarle a alguien lo que me estaba sucediendo. ¡Buenos días! Dije al señor de la banca, mientras me sentaba al otro extremo de la misma.

Buen día, me respondió en un tono suave pero cordial, volteando por un segundo su mirada hacia mí para luego volverla nuevamente al horizonte. Había en su mirada algo que me era familiar; sin embargo, fue la forma como sonrió lo que llamó más mi atención pues había en ella algo de complicidad, sabía lo que estaba pasando.

El cielo seguía inundándose de los colores solares del amanecer como normalmente sucede, sin embargo, había algo en el ambiente que me sugería sutilmente que todo el escenario hacía parte de una ceremonia hermosamente orquestada. Sin más vacilaciones volteé mi mirada hacia el señor de la banca y de un solo tirón le conté todo lo que me estaba sucediendo, desde la despertada antes que de costumbre hasta la nueva belleza que había inundado mi ciudad. Mientras lo hacía, mi nuevo amigo sonreía sutil y respetuosamente, lo que ya empezaba a afectar mi paciencia, pues su expresión corporal me daba a entender sin lugar a dudas que ya sabía todo lo que le estaba contando.

Cuando terminé de contarle mi historia, me preguntó si me gustaba lo que veía. Si me gustaban los cambios que había tenido mi ciudad. ¡Pero claro! expresé. Es lo que todos queremos.

Si es lo que todos quieren, ¿por qué no lo han hecho? Me preguntó. Intenté varias respuestas, pero ninguna me convencía a mí mismo. Hablé de los políticos, de la corrupción, del olvido del Gobierno Central, de la derecha, de la izquierda, de la guerrilla, de los paramilitares… Me sentí mal por no saber exactamente por qué no habíamos sido capaces de hacer lo que todos queríamos que se hiciera. Resultaba paradójico que, mientras yo, el joven de la banca, hablaba del pasado, mi amigo, el viejo de la banca, hablaba del futuro. Para todas las razones que elaboré para excusar a mi generación y a las anteriores por no haber hecho lo que debíamos, el señor de la banca tenía la explicación perfecta para explicar el porqué debían hacerse.

Me dijo que todos los cambios que veía en la ciudad, los cuales también se habían hecho en todos los municipios del departamento, se habían realizado mientras estuve dormido. Es más fácil de lo que crees, me dijo. Pregunté si eran el resultado de la implementación de políticas de derecha o de izquierda, ante lo cual, por primera vez en toda la conversación, mi nuevo amigo pareció no entender la pregunta. Las prioridades no tienen lado, fue lo único que me dijo. Y añadió “si quieres, piensa en el centro. Ahí podrás pensar y actuar sin las ataduras de los lados”.

Dicho lo anterior, el señor de la banca volteó su mirada nuevamente al horizonte, que estaba pintado casi por completo de naranja, en un gesto en el que de manera implícita y elegante me indicaba que nuestra conversación había terminado. Tomé el camino de vuelta a mi casa, sin dejar de apreciar los cambios que había experimentado mi ciudad, literalmente “de la noche a la mañana”.

Al llegar a mi casa vi que el reloj de la cocina marcaba las 4:01 AM, lo cual resultaba bastante extraño pues la aurora se había tomado casi por completo el cielo cuando me despedí del señor de la banca. La emoción de lo que había experimentado esa madrugada me había quitado el sueño por completo; sin embargo, decidí que sería mejor intentar dormir un rato pues así el tiempo correría más rápido (o eso creía yo) y podía levantarme de manera definitiva en mi nueva ciudad versión 2.0.  

El despertador sonó a la hora de costumbre. A diferencia de todos los días, me levanté de buena gana. ¡Y como, no! Tenía todas las razones para hacerlo. Empecé mi rutina diaria con una sonrisa que me delataba mientras prendía la radio para escuchar las noticias. Como de costumbre, las noticias giraban sobre los mismos problemas que, paradójicamente, habían sido superados mientras dormía, tal como me había contado el señor de la banca. Algo no me cuadraba. Salí corriendo hacia la ventana de mi cuarto en busca de la ciudad de anoche, de la Ciudad Perdida.

Ya no estaba. Todo había sido un sueño.

La decepción casi me tumba nuevamente en la cama. De repente recordé las palabras del señor de la banca. Recordé lo pequeño que me sentí hablando del pasado frente a la grandeza de mi amigo de la banca que solo hablaba del futuro. Con ese nuevo aliento, apagué la radio que seguía hablando del mismo tema de hace unos minutos y de hace varias décadas, y salí en búsqueda de la Ciudad Perdida, con el deseo inmenso de encontrarla.    

*Director Temático del Departamento del Magdalena.

Ernesto es abogado y magíster de la Universidad Externado de Colombia, con maestría en derecho internacional (LLM) de City University of London de Londres; especialización en Derecho Comercial de la Universidad de los Andes y en Derecho Tributario de la Universidad Pontificia Javeriana. 

Las BIC, el deber ser de toda empresa

Por: Diana Pérez*
@dianamperezf

Hace casi un mes fue reglamentada la ley 1901 de 2018, en virtud de la cual, se creó la denominada Sociedad de Beneficio e Interés Colectivo, por sus siglas conocida como BIC, y que a juicio del Superintendente de Sociedades Francisco Reyes, pretende “combinar simultáneamente las ventajas económicas de la actividad mercantil, con la posibilidad de contribuir al medio ambiente, el bienestar de los trabajadores y mejorar ciertas circunstancias que tienen que ver con el interés común».

Esta modalidad busca que las compañías además de obtener un lucro, puedan generar valor compartido para las comunidades, siempre y cuando cumplan con los lineamientos legales para no perder dicha calidad ni los beneficios. Algunos de ellos son las tarifas preferenciales de propiedad industrial, la reducción de tarifas en el registro mercantil y en retención en la fuente, exención del impuesto de renta sobre las utilidades de las acciones entregadas a trabajadores y puntos adicionales en la contratación estatal. Vale la pena analizar si era necesaria la expedición de una ley para que las empresas sean socialmente responsables y generen valor para su entorno.

Con ello no pretendo anular la buena intención de la ley. Por el contrario, son bienvenidos los mecanismos que busquen encaminar a las empresas a ser responsables y más cuando están alineados con los objetivos de desarrollo sostenible. Sin embargo, el tema es más de fondo, como quiera que muchas compañías querrán ser BIC no sólo por los beneficios arriba señalados, sino que por el hecho de serlo, les daría un estatus sobre otras que no lo son, cuando lo realmente importante es que el “Adn” de cada compañía involucre la generación de valor sin necesidad de legislación.

Para ser BIC de acuerdo con la nueva ley, la compañía requerirá dentro de su actividad u objeto social, además de los actos de comercio que pretendan desarrollar, aquellas actividades de beneficio e interés colectivo que pretendan fomentar, tales como:

a. Remuneración salarial razonable para sus trabajadores

b. Subsidios para capacitar y desarrollar profesionalmente a sus trabajadores. 

c. Opciones para que los trabajadores tengan participación en la sociedad, a través de la adquisición de acciones.

d. Manual para sus empleados, con el fin de consignar los valores y expectativas de la sociedad.

e. Opciones de empleo que le permitan a los trabajadores tener flexibilidad en la jornada laboral y crean opciones de teletrabajo, sin afectar la remuneración de los sus trabajadores.

f. Opciones de trabajo para la población estructuralmente desempleada, tales como los jóvenes en situación de riesgo, individuos sin hogar, reinsertados o personas que han salido de la cárcel.

g. Diversidad en la composición de las juntas directivas, con el fin de incluir personas pertenecientes a distintas culturas, minorías étnicas, creencias religiosas diversas, con distintas orientaciones sexuales, capacidades físicas heterogéneas y diversidad de género.

 h. Incentivar las actividades de voluntariado y alianzas con fundaciones que apoyen obras sociales en interés de la comunidad.

 i. Adquirir bienes o contratan servicios de empresas de origen local o que pertenezcan a mujeres y minorías.

j. Efectuar, anualmente, auditorías ambientales sobre eficiencia en uso de energía, agua y desechos, divulgar los resultados al público y capacitar a sus empleados en la misión social y ambiental de la sociedad.

k. Supervisar las emisiones de gases invernadero generadas a causa de la actividad empresarial. 

l. Utilizar sistemas de iluminación energéticamente eficientes y otorgan incentivos a los trabajadores por utilizar en su desplazamiento al trabajo, medios de transporte ambientalmente sostenibles.

m. Divulgar ante sus trabajadores los estados financieros de la sociedad.

n. Expresar la misión de la sociedad en los diversos documentos de la empresa.

o. Implementar prácticas de comercio justo y promueven programas para que los proveedores se conviertan en dueños colectivos de la sociedad, con el fin de ayudar a estos para salir de la pobreza.

Viendo lo anterior, me pregunto, ¿era necesaria una ley que invitara a las sociedades a actuar como deberían hacerlo regularmente? Creería que no, porque ya existen empresas que, siendo lucrativas, cumplen no sólo con estos requisitos sino con muchos más, generando valor para su entorno social, ambiental o laboral, y seguramente a la mayoría de ellas no les interesa protagonizar, como lo podría estar incentivando la nueva ley.

Adicionalmente, se crearía una carga extra a la Superintendencia de Sociedades quien deberá vigilar a las BIC en el cumplimiento del estándar independiente reflejado en los informes anuales de gestión, so pena de perder la condición de sociedad BIC por el incumplimiento grave y reiterado de dichos estándares, cuando el deber ser de toda empresa es impactar positivamente sin llegar a este punto de legalidad.

Colombia es un país saturado de normas y nos estamos acostumbrando a ser regulados por todo, pensando que eso nos hace mejor sociedad. No esperemos a que una ley nos diga qué hacer o cómo actuar, por el contrario, que los líderes empresariales sean agentes de cambio y reconozcan que el verdadero valor de sus empresas está en obrar responsablemente para ser sostenibles y de esta manera, contribuir en lo que realmente necesita este país.

*Directora de Empresa, Industria y Competitividad del Tanque de Pensamiento Al Centro.

Una idea fuera de lo común en la COP25

Por: Jaifa Mezher
@JaifaMezher

Los bienes comunes globales (global commons en inglés) son un término usado por las Naciones Unidas para hablar de unos activos que están por fuera de la jurisdicción nacional. Estos artículos son: los océanos, el espacio ultraterrestre y la Antártica. Estos activos pertenecen a toda la humanidad y están por encima de una única forma de poder político, por esta razón las decisiones que se toman alrededor de ellos, son concertadas en organismos supranacionales mediante herramientas tales como tratados, convenciones y organizaciones que se encargan de protegerlos y atender ciertos asuntos que les conciernen.

Estas herramientas coordinan cómo se usan estos bienes, por quiénes y con qué propósito, sin embargo no son perfectas y no siempre son útiles. El multilateralismo se ve desafiado en lo que respecta a cómo administrar y proteger estos bienes. Aún así, ha funcionado para prevenir guerras relacionadas con el uso o la explotación de estos bienes, e incluso, ha servido para generar espacios de investigación sobre los mismos.

Así las cosas, dos temas que quiero poner sobre la mesa en este artículo de opinión son: (i) la necesidad de actualizar el significado de bienes comunes, (ii) la necesidad que esta actualización incluya otras zonas que necesitan ser protegidas a nivel global, como el Ártico o el Amazonas. ¿Porqué planteo esto ahora? Porque esta semana se reúnen los gobiernos del mundo en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP25), la cual se realiza en Madrid-España y este es un llamado a pensar en nuevas formas de crear mecanismos de protección para nuestro planeta.

De acuerdo con la NASA, el aumento de las temperaturas de la tierra es la principal causa del cambio climático. Esta es consecuencia de la emisión de gases de efecto invernadero, ocasionada a su vez por casi que todas las actividades del ser humano como la electrificación, el transporte y la deforestación, que de acuerdo con la Agencia Ambiental de los Estados Unidos, generan el 63% de la emisión de dichos gases. ¿Esto en qué se relaciona con el Ártico o con la Selva Amazónica? En que algunos de los países que están negociando soberanía sobre el Ártico, como Canadá, Estados Unidos o Rusia lo hacen con el fin de obtener acceso a reservas de recursos fósiles que se encuentran en esta zona. Recursos que son después usados en el sector energético y de transporte. Con la Selva Amazónica, esto se relaciona en que una de las principales causas detrás de los incendios del pasado Septiembre, fue la deforestación sin control.

Proteger el Ártico importa porque junto con el Antártico, estos polos de la tierra mantienen su equilibrio sobre el eje en el que la tierra gira alrededor del sol. Así las cosas, el ciclo natural de enfriamiento y calentamiento de los glaciales del Polo Norte y del Polo Sur cumplen una función que se está viendo alterada por el aumento de las temperaturas en el mundo. Las variaciones o las alteraciones de estos ciclos aceleran el cambio climático y por esto cualquier acción, como la excavación del Ártico, puede afectar dicho ciclo y con esto a la humanidad.

La selva Amazónica importa porque es la selva más grande del mundo. Algunos científicos calculan que es el hogar de más de 390 billones de árboles y de más de 16.000 especies, así como de 400 tribus indígenas. El ecosistema que se encuentra en el Amazonas tiene una función de equilibrio en el mundo. Tanto así que se calcula que los árboles del Amazonas producen 20% del oxígeno del mundo, ayudando a mantener la temperatura de la tierra. Aunque los incendios del Amazonas no son inusuales entre agosto y octubre (los meses que son de sequía), lo que es anormal es el aumento de la frecuencia con la que se han estado presentando estos incendios y de la cantidad. ¿Qué debe preocupar? La respuesta que dio el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, al problema de la quema de la selva y el hecho de que la comunidad nacional e internacional culpó su política de deforestación como la principal causante de todo.

Así las cosas, creo que actualizar el significado de bienes comunes globales y abrir la posibilidad de incluir nuevos territorios como el Ártico o el Amazonas puede ser un punto de partida para empezar a pensar en estandarizar la forma de protección de estas zonas del mundo de acuerdo con su importancia. Esto, por supuesto, es algo arriesgado, sí. Sobre todo, porque implica replantear el multilateralismo como se conoce actualmente, así como el tema de soberanía y de supranacionalidad. Sin embargo, creo que el futuro del mundo requiere de mecanismos innovadores para pensar en cómo nos unimos para cooperar en contra del cambio climático.

Antes de concluir, quiero mencionar que no soy una experta en medio ambiente, ni mucho menos. Tengo experiencia en temas de cooperación internacional y soy una curiosa frente al tema de los bienes comunes globales desde que descubrí lo que eran. Muchas dudas surgen alrededor: ¿Qué pasa con la soberanía? ¿Se puede pensar en una nueva forma de cooperación y de multilateralismo? ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar como humanidad, por el bien de todos? y ¿Qué estamos dispuestos a proteger? ¿Qué implicaciones tiene no proteger estas zonas ahora? 

*Directora de Geopolítica del Sector Energético del Tanque de Pensamiento Al Centro.