Mar 29, 2020 | Columnas de Opinión, Ernesto Ortiz
Por: Ernesto Ortiz
La pandemia del coronavirus se encuentra ya presente en 200 países. La mayoría de las potencias industrializadas se encuentran especialmente afectadas con el virus -Estados Unidos, China, Francia Reino Unido- y hacia el futuro las perspectivas tienden a que la situación se agravará de manera dramática. Por fortuna, la ciencia médica tiene más o menos claro cómo se trata el coronavirus. Con los implementos suficientes puede manejar unas tasas de mortalidad relativamente bajas.
Ahora, la evidencia demuestra que la principal causa de muerte en el escenario de la pandemia es la falta de servicios médicos por el colapso de los sistemas de salud. El alto nivel de contagio implica que muchas personas están enfermas al mismo tiempo y se hace imposible su atención simultánea. Eso explica, por ejemplo, por qué en China la tasa de mortalidad estuvo en torno al 2 o 3%, en Corea del Sur al 1%, mientras que en Italia llega a cerca del 9%. Por eso las políticas de aislamiento social lo que buscan es la ralentización de la propagación del virus.
Así, por ejemplo, las pruebas para detectar el coronavirus a través del método de tamizaje, en este momento prácticamente sólo es posible importarlas de oriente, toda vez que las potencias occidentales han restringido la exportación de material médico o algunas incluso aún no cuentan con producción nacional de este tipo de test. Exactamente lo mismo puede decirse sobre respiradores mecánicos o sobre material médico como batas, caretas o mascarillas.
Pues bien, hasta en último mes Colombia ha logrado importar 76,000 pruebas para detectar el coronavirus y algunos respiradores mecánicos, no obstante, según las previsiones epidemiológicas son necesarios varios millones de kits de detección y un número de varios miles de respiradores.
Estos simples ejemplos demuestran que lo más importante para afrontar la pandemia en los meses que se vienen, es la reconversión de la industria nacional para la producción de equipo médico y farmacológico que permita atender los requerimientos de salud pública.
Las grandes fábricas de ropa del país deberían, con prontitud, convertirse a la fabricación de material médico que les permita a los profesionales de la salud trabajar en condiciones
idóneas y no en las condiciones que se han visto en Europa. La reconversión de la industria nacional es, tal vez, el asunto más importante para afrontar las circunstancias que se nos avecinan.
En Estados Unidos empresas como la General Motors, Chrysler o Tesla tienen planes para en un corto plazo activar algunas de sus fábricas para la fabricación de respiradores artificiales. Si bien en Colombia existen iniciativas en este sentido, la verdad es que la cifra más conservadora sobre posibles enfermos indica que se necesita es una producción industrial de material médico. No es suficiente con iniciativas sueltas de algunas universidades o algunos emprendedores. Se necesita la industria pesada del país en este propósito.
Las cifras moderadas que presentan las instituciones de salud, pronostican que será necesario tener una capacidad hospitalaria de alta complejidad, en cifras similares a las que tuvieron que afrontar algunas potencias occidentales en el peor momento de la segunda guerra mundial. No es exageración afirmar que para afrontar esta pandemia en términos sanitarios, es imprescindible montar una economía de guerra.
Siendo esto así, el funcionario público clave en este inmenso esfuerzo que debe hacer el sector empresarial, liderado por el Estado, es el Ministro de Industria y Comercio que debe con todos los poderes del Estado liderar este proceso a pasos agigantados.
Jurídicamente es posible usar las herramientas que prevé el estado de excepción declarado por el presidente a la República, y con base en el concepto de la función social de la propiedad, con el propósito de proferir normas para que muchas de estas industrias se pongan a producir el material médico necesario para atender esta emergencia.
El Ministerio de Industria y Comercio y el sector empresarial son un jugador insospechado pero fundamental en afrontar esta situación sin precedentes en por lo menos un siglo.
*Miembro Dirección Participación para la Gobernabilidad
Mar 28, 2020 | Columnas de Opinión, Felipe Poveda, Gestión de Territorios
Por: Felipe Poveda
Con la convicción de representar los valores de la justicia, virtud, benignidad, libertad, salud y caridad se asociaron los colores amarillo y rojo de la bandera de Bogotá en 1.952. La historia la convertiría en el símbolo inconfundible de nuestra ciudad; está presente en colegios, entidades distritales, conciertos de rock y el tatuaje de uno que otro Bogofan.
68 movidos años después, en plena era de Milennials y Centenials, ¿pasará por su cabeza que ese amarillo y rojo se acercan a los históricos valores o simplemente dirán Amarillo Taxi y Rojo Transmilenio?
Bienvenidos a Bogotá, la ciudad de todos los colores y de un solo color. Y ya que hablamos de identidad bogotana con más propiedad, reconozcamos los colores que adornan nuestra cotidianidad. El gris seguirá siendo el constante pero la paleta de colores se abrió a una ciudad brillante.
Para este capítulo me reuní con José Enrique Plata Manjarrés o simplemente Pepe Plata. Bogotano de esos que ha recorrido ciudades en el mundo como barrios recorre un SITP. Junto a Rolando Pimentel, un nativo de Barrancabermeja y David Caneva nace el libro Bogotono, 50 colores de una Bogotá actual. Convencidos que el color despierta en cada uno de nosotros algún tipo de recuerdo, emoción, sabor, olor o quizás algo que nos saque la piedra ciudadana.
Bogotono es el compendio cromático de todo aquello que asociamos a algún momento de la ciudad: Una mañana, un trancón, una marea roja de buses, una empanada, un tamal, un destellante aviso de un motel, una cometa enredada en las cuerdas de la luz hasta el verde de los cerros con una punta blanca Monserrate.
Felipe Poveda: ¿Cómo nace la idea de un libro que describa los colores de Bogotá?
Pepe: Crecer en Bogotá nos permite desarrollar un gusto por conocer otras realidades, el concepto de universalidad que podemos tener nos abre la mente a querer conocer otros ambientes. Hay un chiste, cruel por cierto que dice que los bogotanos intelectuales se creen franceses, la clase alta se piensa como la aristocracia inglesa, la clase media sueña ser de Miami y la clase baja quiere ser como los mexicanos. Un chiste que puede ser cierto. Si usted lo mira, estamos en aspiraciones todo el tiempo y a veces no nos miramos a nosotros mismos como un reflejo de nuestra cotidianidad. Cuando uno descubre que otras ciudades tienen sus narraciones a través de la música, el cine, la literatura, el arte o el diseño y que construyen alguna idea o imaginario de ciudad con algo que aprecian, NY con Broadway, la Estatua de la Libertad, la zona de las antiguas Torres Gemelas, todo esto hace que tengan una realidad y cotidianidad que genera esperanzas. Todo esto ha sido tratado, explorado y explotado en otras ciudades, quizás nuestra cotidianidad no ha tenido la misma equivalencia, pero eso no significa que no se puedan hacer apuestas, proyectos, posibilidades sobre las cuales se pueda construir un imaginario o una realidad o un cuerpo de imágenes o diseños que tenga que ver con nuestra realidad y no lo que nos han puesto y se convirtió en nuestra cotidianidad.
FP: ¿Estamos en desventaja frente a esas grandes ciudades que explotan su identidad?
Pepe: Tenemos que reconocer primero que esas grandes ciudades tienen diferentes y más largos periodos de historia. Nueva York o Londres tuvieron procesos de migración que duraron varias décadas. Estas ciudades pueden tener al menos una persona de cada país del mundo. Lo que les dio infinidad de costumbres, conocimientos, esta misma universalidad de costumbres les permitió crear un sentido de identidad con su ciudad. Nosotros con nuestra reciente historia y quizás la poca contribución migratoria nos dieron un sentido más nacional que ciudadano, nos identificamos más con el himno nacional, con la camiseta de la selección de futbol y artistas o deportistas destacados.
El proceso migratorio de Bogotá trajo más personas de Colombia que de otros países. Todo esto ha hecho que nuestra identidad se acerque a la realidad nacional. Actualmente vivimos aportes migratorios de la reciente llegada de los venezolanos. Hace 10 años no contábamos con el mismo número de migrantes como el que tenemos hoy y hace 40 años eran los colombianos lo que migraban hacia Venezuela. No sabemos si en los próximos años se aumente el flujo migratorio hacia Bogotá.
Lo que trato de hacer es mostrar un reflejo de una realidad, de brotes de representación de un momento. Nuestra realidad ciudadana sigue en construcción. Lo que se trata es buscar aproximaciones o buscar posibilidades que permitan una imagen o una proyección de ciudad que no ha habido en mucho tiempo.
FP: En ese contexto, ¿el antiguo rolo, que tomaba changua, chocolate y veía el Chinche era más definido a una aproximación de identidad bogotana que el rolo de hoy día?
Pepe: Podría decir que sí. Pero también responde a una realidad donde la ciudad era mucho más pequeña. Bogotá tenía menos de un millón de personas. Donde había ciertas actitudes donde podías encontrar patrones de comportamiento. Todo eso es imposible ahora; somos una ciudad con más de 8 millones de personas donde para muchos la vida transcurre en Suba y donde pueden pasar años sin ir al Centro, así como hay personas que viven en el sur de la ciudad que estudian, trabajan y tienen relaciones sentimentales en otro sector, pero siempre elijen vivir en el sur. La identidad es relativa en muchos casos a la localidad donde vivimos.
FP: ¿Esa imagen de rolo clásico está en extinción?
Pepe: Efectivamente lo está porque esas personas tenían ciertos hábitos que se desarrollaban en escenarios (restaurantes, cafeterías, etc.) que ya no existen. Es diferente como vivieron la ciudad a como se vive actualmente.
Todas esas referencias de cachaco antiguo ayudaron a la ciudad a mostrarse como elegante, culta y próspera. La realidad de la ciudad es diferente a esa reminiscencia de la Bogotá de hace 50, 60 o 70 años atrás.
Una de las razones por la cual no podemos ser igual que esa imagen de rolo clásico es el clima. Actualmente no podemos vestir los mismos abrigos, sombreros y paraguas en las nuevas tardes soleadas que pueden ocurrir en cualquier época de año, imagínese con los actuales 18-20 grados vistiendo un abrigo, gabardina cómo se sentiría.
Ese imaginario de cachaco vestido en gris, negro y azul está cambiando. Las influencias de las personas que llegaron del Pacifico, del Atlántico han hecho que los colores de la ciudad hayan cambiado. Ya no hay abrigos oscuros, ahora hay sacos de todos los colores. Así mismo la percepción de ver los colores también se aplicó al transporte masivo. Del color Naranja de hace 40 años de los buses, pasamos a busetas de todos los colores para llegar nuevamente a la uniformidad de colores: rojo, azul, verde y naranja.
Rojo Transmilenio:
“Posiblemente el color más representativo en la vida de los capitalinos. Y es que el asunto de transporte público en Bogotá es una tara genética heredada.
Bogotá ha tenido tranvía, buses con subsidio, sin subsidio, trolebús, buses ejecutivos, busetas, colectivos y, desde el año 2000, algo llamado Transmilenio. Una flota de vehículos Volvo y Scania desgastados por el uso y el paso del tiempo”
FP: ¿Entonces pasamos de ver el Amarillo y el Rojo como simples colores para asociarlos con la emoción que nos puede trasmitir algo muy capitalino?
Pepe: El amarillo y el rojo están presentes en diferentes cosas. Los taxis son amarillos y hay toda una gama de amarillos: Amarillo pollito, amarillo ocre, amarillo pitillo de papel. El rojo está presente en el equipo de futbol capitalino y sin duda en el Transmilenio como una de las grandes apuestas de solución de transporte masivo. Estas emociones pueden traducirse que al nombrar el color amarillo podemos pensar en una empanada, porque es precisamente el recuerdo y la frecuencia con la que asociamos ese color con ese alimento. Hace 30 años no se podía asociar el Amarillo con un taxi simplemente porque eran negros, quizás en ese momento alguien decía “negro taxi”, era entonces su realidad.
FP: Bogotano que se respete tiene mucho de sarcástico, de arribista y esnobista. ¿Pueden esos colores denotar clasismo entre bogotanos y foráneos?
Pepe: Totalmente. En otras épocas se escuchaba hablar del Rosado Soacha como un color que reflejaba cómo las personas de esta vecina población de la cual Bogotá se nutre de una fuerza laboral gigante, pintaba sus casas. Entonces sus discursos clasistas hacían referencia a ese color. Con el mismo despectivo decían en aquel entonces “negro solo el teléfono”.
El color ha sido una fuente de segregación; que alguien no sea de cachetes tan rosaditos entonces es porque no es de su misma clase social. Si bajo las concepciones que se tienen de ciudadanía todos somos iguales, pero las expresiones que se han repetido en la ciudad demuestran otra cosa.
Cuando uno tiene la oportunidad de ver cómo se reflejan los colores en otra realidad, por ejemplo, en regiones cercanas al mar se pueden asociar a situaciones más alegres. En Bogotá los colores son afectados por los rayos del sol, las bajas temperaturas y la contaminación que hace que cubra de gris las paredes, los ladrillos. Lo cual está haciendo que el gris pierda el romanticismo de la lluvia para ser expresado como algo despectivo por lo sucio.
FP: ¿Ha habido otras propuestas, estudios, informes de esta identidad de colores y costumbrismo capitalino?
Pepe: Bogotono nació de un anterior proyecto que era un cuaderno de Bogotá, un cuaderno que recopila datos que no se encuentran registrados en otras fuentes, nadie habla de la cantidad de tiendas o peluquerías que hay en los barrios y eso es un escenario en el cual se desarrolla la identidad y las costumbres de la ciudad o de una inmensa mayoría de bogotanos. Ese cuaderno de Bogotá buscaba a través de insertos este tipo de información para mostrar al público algo muy diferente a una simple guía turística.
Hace tres años escribí un artículo que se llamaba “Bogotá envideada”; es un análisis de cómo la ciudad ha sido escenario de producciones audiovisuales musicales (videoclips); desde los ochenta la ciudad ha sido fuente de inspiración de bandas de pop, punk, metal, reggae, rock, hip hop, electrónica y más.
La ciudad ha sido un cuerpo vivo para estas creaciones. Comparando con las grandes ciudades, ejemplo Nueva York donde se ha recopilado muchas veces cómo la ciudad ha inspirado todos los campos artísticos en Bogotá no hemos tenido suficientes publicaciones que nos muestren o despierten este tipo de identidad que a su vez nos genere esa apropiación de ciudad. Hemos tenido referencias de la Bogotá en novelas, ensayos, poesía, cuentos desde el siglo XIX y lo mismo con la música, pero todas estas referencias son casi efímeras, son pocas las que se han quedado en el consiente colectivo como algo que representa a la ciudad.
Volviendo al primer ejercicio con el cuaderno de Bogotá, vimos cuando hablábamos de los colores que podía representar a Bogotá era algo extenso, que debía tener su propio espacio. Comparamos los colores que generan ambientes, como lo que sucede en el cine donde las tonalidades le dan el marco referencial geográfico a Frozen por ejemplo. De todo ese análisis nace Bogotono.
Amarillo Empanada:
“Hagamos empanadas que es lo que más se vende…
Es una invitación a acabar con la resignación que alberga en su crujiente corteza y delicioso relleno, el amarillo tostado que acapara los sentidos de los bogotanos.
Casi cada bogotano sabe dónde venden las mejores empanadas de la ciudad. Lo que significa no solo que la empanada hace parte del paisaje y la economía de los citadinos, sino que además estos efectivamente han encontrado un negocio real en esta unidad básica de supervivencia.”
FP: ¿siguen llegando más colores a la ciudad, o simplemente se modifican los existentes?
Pepe: Por supuesto que llegan más colores a Bogotá, fíjate en esos colores casi neón de los carros. 20 años atrás los colores eran más tradicionales. Estos nuevos colores han llegado bajo la influencia de la industria automotriz y el marketing mundial. También muchos colores se modifican. Ejemplo, el verde de la policía ya no es solamente verde oliva, ahora también tiene verde fluorescente en sus chalecos. Un color nuevo puede ser el color de la cerveza artesanal, hace 15 años no existían y hoy hacen parte de una nueva realidad, una realidad que reunió miles de bogotanos en una reciente cultura Pub.
Los colores quizás más representativos son todas las tonalidades que hacen parte de la cotidianidad: Rojo Santafé, Rojo Transmi, Rojo Chupeta, Rojo ají. El Verde, Verde cerros, Verde jardín, gris lluvia, gris niebla y el nuevo gris contaminación.
FP: ¿En esa cotidianidad el Negro ESMAD llegó para quedarse?
Pepe: El Negro ESMAD hace parte de una realidad. En teoría el ESMAD es un cuerpo de contención temporal, pero se incorporó a la cotidianidad. Así como en otros países como Chile en tiempos de Pinochet el color policía intimidaba, quizás es lo que pasa hoy en la ciudad. Claramente la gente está en todo su derecho a la protesta y este negro se asocia a represión, a intimidar. ¿Qué pasaría si el ESMAD tuviera un uniforme amarillo, causaría el mismo efecto?
El impacto de los colores es tal que el negro es asociado con lo lúgubre, lo denso. ¿Cuándo ha visto una persona con arraigado gusto musical por el heavy metal con una chaqueta amarilla? Bueno ahí si entrarían todos esos estudios serios de la piscología del color…
Negro ESMAD:“Un tono denso, fuerte y penetrante. El ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios) hace presencia ante la concentración de individuos. Es reconocido por quienes habitan los alrededores del estadio Nemesio Camacho El Campin y aguardado por las marchas de los trabajadores que recorren la carrera séptima hasta la Plaza de Bolívar. Color viscoso que estalla al menor roce entre el poder policial y el popular…”
FP: ¿El Rojo Santafé y el Azul Millonarios siguen despertando pasiones?
Pepe: Obvio, son colores que siguen moviendo. Lo digo sin ser un aficionado al fútbol, pero es lo que hemos podido ver que por generaciones la apropiación de estos colores ha mantenido todo tipo de pasiones entre sus representantes; unas veces positiva y otras bastante negativa.
Esas apropiaciones también se ven en la música y la ciudad. El negro de la chaqueta metalera está en el imaginario de quien representa esa faceta rockera de la ciudad. Así mismo todas las diferentes almas sonoras se apropian de sus colores: la Salsa, el Hip Hop, etc. Más recientemente el reggaetón y trap trajeron sus colores en las ropas anchas, la sudadera, el jean, los brillantes y los colores cálidos.
Felipe Poveda: ¿ponerse algo azul, ponerse algo rojo grita mi espacio y posición en la ciudad?
Pepe: Cierto y falso, un uniforme amarillo y azul como el del colegio Andino, es distinto al uso del Amarillo que puede tener una persona que trabaja en una construcción. Ese uso de los colores para ser suficientemente bogotano es complicado. Uno puede distinguir rasgos como el bogotano elegante o la bogotana con cierta presencia, pero también pueden convertirse en estereotipos. Los colores hacen parte de un colectivo que conforma igualmente el lenguaje y la forma de expresarse que forma esta actual realidad.
Cuando empezaron a llegar los tenis rojos, amarillos, verdes los apropiamos y los adoptamos en diferentes tipos de identidades, pero todos tienen un mismo marco de rebeldía. Ya ni el rosado es a niña como el azul a niño. Estamos en otro momento y seguirá cambiando.
Felipe Poveda: Los tenis, los colores de los tenis, algo que es muy particular en Bogotá. En nuestro imaginario siempre tendremos los tenis blancos asociados a los paisas. ¿Somos una plaza próspera para fabricantes de Griffin blanco?
Pepe: (Entre risas) Elevemos una oración por estos productores, pero mejor elevemos una oración por Bogotá…
Blanco Changua:
“No existe punto medio en su preparación. Resultante del cocimiento de cebolla en agua a la que se añade huevo, se tiñe con un chorro de leche y se sirve con cilantro y acompañado de tostadas, este caldo bogotano posee su propia tonalidad changua.
Que si la debe preparar con ajo, con cebolla cabezona o larga, que si el cilantro picado o en rama, con o sin leche, ¿y qué tal su versión con queso en rodajas? Para algunos el secreto de la receta es todo un misterio que, sin embargo, invita al sabor en las frías mañanas sabaneras…”
Fucsia Activista:
“El fucsia activista es el resultado del movimiento running que ha impulsado al mundo a correr y correr con el pretexto de mejorar la calidad de vida a través del ejercicio. Es la herencia directa del fitness que Bogotá conoció con Jane Fonda y sus aeróbicos en la televisión de los ochenta y con la belga Thérese Leleux. Luego aparecieron la zumba, los Pilates, el step, la estimulación cardio y ahora el crossfit.
Cada actividad exige un tipo de vestimenta especial y según las tendencias de la moda. Pero cuando se trata de hacer que un color reúna y genere conciencia, el fucsia activista tiñe camisetas, buzos, pantalones, bicicleteros, chompas y demás accesorios. Sin importar la causa, el fucsia será siempre el favorito…”
Finalmente, con alivio puedo decir que son varios los bogotanos que han encontrado en esos detalles rutinarios una identidad bogotana. Esa realidad actual la que nos define a una colectividad con rasgos y comportamientos similares para generar nuestra propia bogotanidad.
Quizás hemos leído bastante sobre las influencias neoyorquinas y el sentir del neoyorquino, cómo París inspira el sentido gastronómico y sigue haciendo palpitar el corazón o cómo Londres nos mantiene alerta a algún escandalo real a la hora del té. Conocemos todos esos comportamientos y podemos decirlo sin pensar dos veces a que ciudad corresponde cada actitud, pero ¿qué pasa con la nuestra? ¿Podemos entender en el actual contexto cuál es nuestro sentir ciudadano? ¿Somos conscientes que nuestra ciudad está atravesando por medio de una gran movilización de personas que aportan actitudes, costumbres, sabores y colores?
Aunque me siga vistiendo de azul y gris no puedo desconocer que ese modelo estereotipado y tal vez gastado de un bogotano ya no aplica para una mayoría. Ya que hoy día se enfundan en rojo, azul y amarillo aquellos que con audífonos, portafolios, tacones y tenis deambulan hoy por la carrera séptima creando nuevos estereotipos, pero sin lugar a duda nunca habrá otro color más bogotano que el verde de los cerros que nos vigilan y nos observarán en el futuro como ciudad cambiante.
El color lo pone usted, la ciudad la ponemos todos.
Buenas noches Bogotá.
*Miembro Dirección Gestión de Territorios
**Fotos: *Bogotono, 50 colores de una Bogotá actual. Todos los derechos reservados
Mar 27, 2020 | Columnas de Opinión, Ernesto Forero, Temático Departamento de Magdalena
Por: Ernesto Forero
El presidente Iván Duque ha expresado, tanto en campaña como en ejercicio, que su Gobierno implementará medidas para impulsar el segmento de la economía conformado por las economías o industrias creativas, denominadas genéricamente como Economía Naranja.
Existe la percepción que las medidas se traducirán en subvenciones, entendidas éstas como entregas de dinero o bienes por parte del Gobierno sin la obligación de reembolsarlas. No obstante, las medidas que hasta el momento se han implementado no encajan dentro de esta modalidad, lo cual es un acierto pues los esquemas subvencionales no resultan convenientes cuando lo que se pretende es activar un sector productivo en búsqueda de su sostenibilidad en el largo plazo.
El pasado 26 de febrero el Gobierno profirió el Decreto No. 286 de 2020 mediante el cual estableció el marco legal para que las empresas creativas puedan acceder a una exención del impuesto de la renta por un periodo de 7 años.
El esquema para acceder a dicha exención es similar al esquema implementado para obtener la calificación como usuario de zona franca, en virtud del cual una persona podía acceder a una tasa reducida del impuesto de la renta a cambio del compromiso del beneficiario de ejecutar unas inversiones determinadas y generar nuevos empleos dentro de un plazo establecido.
En esta oportunidad, la empresa de la industria creativa que desee obtener la exención del impuesto de la renta deberá, igualmente, tomar la forma de sociedad, comprometerse a realizar inversiones mayores a $157.000.000 y a generar al menos 3 nuevos empleos, todo lo cual deberá formularse a modo de proyecto y obtener previamente la aprobación del denominado Comité de Economía Naranja del Ministerio de Cultura.
Este tipo de esquemas no subvencionales son interesante para el sector creativo y para la economía en general, pues exige a quienes pretendan beneficiarse de él, iniciar un camino hacia una formalización empresarial sin que se le exija requisitos absurdos o incompatibles con la naturaleza misma de dicha industria.
No obstante, el impulso a las industrias creativas no se agota con beneficios tributarios exclusivamente, sino que exige del Estado una seria capacidad de reacción regulatoria, lo cual es un reto en sí mismo. Las industrias creativas, por su naturaleza, rompen esquemas tradicionales y demandan de la institucionalidad una capacidad de reaccionar con regulación adecuada, procurando siempre el balance entre la libertad de empresa y el interés general.
Por ejemplo, una empresa creativa en ocasiones no necesita más que una sola persona frente a un computador generando contenido; de hecho, ni siquiera es necesario el computador, su celular puede ser suficiente. Es probable que esa persona ni siquiera tenga cuenta bancaria en Colombia, o cuenta bancaria en ninguna parte distinta de la misma red, o que su remuneración sea en bitcoins. Su red de colaboradores probablemente conste de personas sentadas en su cuarto o en un parque, o desde su celular, sin que de hecho se conozcan personalmente.
Situaciones como las descritas desquician las formas tradicionales con base en las cuales se ha legislado hasta la fecha, lo cual exige del Estado una adecuada ductilidad regulatoria con el objetivo de formalizar estas actividades hoy disruptivas, e insertarlas en la economía nacional. Las exenciones tributarias son atractivas para lograr dicha formalización, pero deben ser acompañadas de otras estrategias.
El objetivo es entonces establecer, por un lado, la forma de facilitar y potencializar el crecimiento de esas industrias creativas, y por el otro, ofrecerles seguridad jurídica a través de una plataforma regulatoria adecuada que concilie el interés privado con el interés público.
El éxito estará siempre en el balance.
Este primer mensaje enviado por el Gobierno a la industria creativa es positivo; sin embargo, se hace necesario enviar un nuevo mensaje en el que dé señales de apertura a las nuevas industrias con el fin de que no se repitan inconvenientes como el sucedido con Uber, en el cual, ante la imposibilidad del Estado de regular una nueva realidad prefirió optar por el popular Ctrl+Alt+Supr y prohibirlo.
*Director Dirección Temática del Magdalena
Mar 26, 2020 | Columnas de Opinión, Gestión de Territorios, María Juliana Jaimes, Sebastián Zapata Callejas
Por: María Juliana Jaimes y Sebastián Zapata.
Con la rápida propagación del COVID-19, en un mundo globalizado como el de hoy, queda más que claro que nuestra civilización está enfrentando una de las crisis más agudas en los años recientes. Está crisis epidemiológica no diferencia raza, nacionalidad o condición socioeconómica.
Como es apenas natural, Colombia ya ha sido tocado por la epidemia, aun no en proporciones tan agudas como las padecidas en países como China, España o Italia, pero ya contamos por decenas los contagios -siempre inexactos por aquello del subregistro-; lo que ha obligado al Gobierno Nacional y a los mandatarios locales a tomar diversas medidas, que se han ido acelerando con el pasar de los días.
A pesar de algunos episodios cuestionables como las salidas en falsos de algunos integrantes del gobierno nacional y de varios gobernantes territoriales, es cierto que se ha actuado en términos generales bastante bien. Muestra de ello es que la OPS- Organización Panamericana de la Salud-, ha destacado que Colombia ha ido tomado las medidas preventivas de manera oportuna. Tal vez la visión y la toma de decisiones adelantadas por el presidente Iván Duque y mandatarios locales como la alcaldesa de Bogotá o el gobernador de Cundinamarca, dan una gran esperanza para el devenir a corto plazo de nuestro país.
Y este último elemento, la esperanza, es lo que más necesitan hoy casi cincuenta millones de personas de nuestra nación. Una esperanza de que todo va a salir bien y que por ahora llene de compromiso, responsabilidad y solidaridad de cada uno de nuestros hogares. Bien lo han repetido nuestros gobernantes, el enfrentar un desafío de tal magnitud como esta epidemia que hoy nos ataca debe unirnos más como Estado y sacar lo mejor de nosotros, por eso pese a que los tomadores de decisiones han cumplido con su parte, solo es con el autocuidado de cada colombiano que vamos a pasar en un periodo más corto que largo el sombrío episodio del COVID-19.
Por eso queremos destacar que ya son varias las empresas privadas, como Arturo Calle, Crepes & Waffles, Cine Colombia, Mario Hernandez, Panamericana, entre muchas otras, que han antepuesto la integridad de sus trabajadores ante las ganancias económica. También son múltiples los gestos de solidaridad de cientos de ciudadanos de a pie, de organizaciones y del sector político que han donado todo tipo de recursos a aquellos que viven del día a día- más allá que el gobierno ha anunciado ya varias ayudas-. Lo mismo, han hecho diversos grupos de interés, universidades públicas y privadas, medios de comunicación y deportistas, todos ellos pusieron en asunto del virus en la agenda y están aportando su grano de arena para superar la crisis.
En este orden de ideas, no queda más que decir que vendrán semanas complejas por la curva de crecimiento del virus y luego de que superemos está, llegarán los coletazos sociales y económicos propios de las poscrisis, pero por ahora solo podemos hacer un llamado a que sigamos remando hacia el mismo rumbo como país, como ese país pujante que somos y que ha tenido una resiliencia incomparable. Debemos seguir este sendero de trabajo mancomunado del sector público, sector privado, tercer sector, sociedad civil y ciudadanos del común.
Finalmente, a cada persona que lea está columna lo invitamos a ser ejemplo y un líder en esta situación; hagamos pedagogía juntos, seamos positivos, resaltemos lo bueno y aprendamos a seguir las recomendaciones dadas para evitar la propagación del COVID-19-: lavado de manos constante, respetar la cuarentena, no acaparar los alimentos, pero sobre todo ayudarnos entre todos, porque de esta salimos juntos.
*Un reconocimiento especial para aquellos que están en la primera línea de la crisis como todo nuestro personal médico, enfermeras y todo el sector salud, nuestra Fuerza Pública, sector financiero, nuestros campesinos que no dejan desfallecer la cadena de alimentos, el personal de vigilancia y aseo, el sector educativo y todos aquellos que son claves para que los demás podamos cumplir con el aislamiento.
*Miembros Dirección Gestión de Paz