Renta básica universal y reactivación económica
Por: Juan Andrés Paez
Juan Andrés Paez, Director de Finanzas Públicas habla sobre la Renta básica universal y reactivación económica
Por: Juan Andrés Paez
Juan Andrés Paez, Director de Finanzas Públicas habla sobre la Renta básica universal y reactivación económica
Por: Carolina Fierro y Laura Herrera
Todo indica que la primera vez que se usó el término “primera dama” fue por parte de la periodista Mary Clemmer Ammnes al referirse a Lucy Webb Hayes en 1877. La primera dama es un rol que por estos días vale la pena cuestionar porque es una mujer que tiene vida propia, carrera propia pero que por ser la compañera o esposa de un presidente se le pone en una posición difícil: no le será fácil seguir ejerciendo su carrera y en cambio tendrá que asumir un papel protocolario que la encasilla en determinados temas.
En Colombia, el papel de la primera dama es uno que se resiste a evolucionar y modernizarse, de hecho, actualmente es poco congruente con la revolución y empoderamiento femenino que hemos promovido, sobre todo, en los últimos años. El rol de la primera dama es uno basado en enormes estereotipos: demostraciones muy femeninas como abrazar niños, hacer obras de caridad, permanecer bajo perfil, ser una esposa leal y comprensiva, una madre ejemplar y una mujer discreta. De hecho, muy pocas veces se sabe la carrera profesional de las primeras damas, su trayectoria laboral y sus contribuciones desde su profesión.
Los medios han jugado un papel determinante en este imaginario gracias a la manera en que se han hecho los encuadres noticiosos al rol de las primeras damas. El despliegue noticioso que hace de ellas está enfocado en su vestimenta, en el rol maternal y en las obras de caridad que realizan. Betty Wilnfield encontró que la prensa ha definido a las primeras damas de acuerdo a lo que las mujeres “deben” representar conforme a las normas sociales, y en su investigación planteó cinco roles principales: escolta presidencial, anfitriona de la nación, altruista, directora de un programa en pro de la niñez o asesora presidencial debido a su cercanía al primer mandatario.
Solo por recordar: María Juliana Ruiz es abogada; María Clemencia Rodríguez, diseñadora gráfica; Lina Moreno, filósofa; Nohra Puyana, periodista por mencionar algunas profesiones de nuestras primeras damas que fueron archivadas mientras se les asignó una labor dedicada a la niñez. Tal vez la única primera dama de los últimos años quien ha combinado el mandato tradicional de atención a la niñez con programas concretos y duraderos, ha sido Ana Milena Muñoz quien creó y promovió programas como COLFUTURO BATUTA, los cuales impulsó desde inicios de la década de los 90 y hoy siguen vigentes. Cabe recordar que en 1993 el debate sobre sus actividades se centró en la fundación Colfuturo, de la que había sido nombrada presidenta vitalicia. En aquel momento la Corte Constitucional determinó que «el llamado Despacho de la Primera Dama no puede serlo más, por ser ella una persona privada y carecer el despacho mismo de funciones». Así mismo decidió que «la Primera Dama no puede desempeñar labores propias de empleados públicos, pues ella como esposa del presidente es una persona particular».
Por otro lado, muy distinto sería el caso si fuera una mujer la presidenta. Seguramente su esposo no posaría alzando niños, haciendo obras de caridad y tampoco sería despellejado por el color de corbata que decide usar, si es que la usa. Lo más probable es que siguiera ejerciendo su labor en el sector privado o en alguna entidad del estado que no causara conflicto con la presidenta de la república.
En 1994 la Corte Constitucional emitió un concepto jurídico definiendo el rol de la Primera Dama en el Estado colombiano. Según la Corte, ella puede formar parte de la junta directiva del Instituto de Bienestar Familiar e incluso puede ser nombrada en un cargo público que no dependa del Presidente de la República ni de sus ministros ni de sus jefes de departamento, de directores de entidades descentralizadas. Pero a su vez, la Corte la encasilla ya que sostiene que la primera dama puede tener iniciativa en materia de asistencia social y en labores de beneficencia o en actividades análogas. Los mismos temas, los mismos estereotipos.
Hoy se ven en el mundo ejemplos como el de Jill Biden, esposa del recién elegido Presidente de Estados Unidos Joe Biden, quien anunció que seguirá trabajando como profesora lo ha hecho desde 2009 en el Northern Virginia Community College convirtiendose en la primera Primera Dama en continuar con su trabajo pago fuera de la Casa Blanca. O Angélica Lozano, la esposa de la alcaldesa Claudia López y quién siguió ejerciendo su trabajo como Senadora de la República.
Hay que romper estereotipos, arriesgarse marcando un precedente: la primera dama es una mujer con vida propia.
*Directora de Reputación y Rendimiento Corporativo y de Comunicación Política
Por: Carlos Ramírez
Nunca en la historia de la humanidad hemos tenido consumidores tan bien informados como los de ahora. Con solo dos clics de distancia podemos comparar, minuciosamente, toda clase de artículos y así efectuar la mejor compra posible… ¿cierto?
No necesariamente.
En realidad sigue siendo muy difícil que productos realmente buenos sobrevivan, consolidando opciones mediocres, pero de marca, especialmente en el sector tecnológico. Productos mantenidos gracias a los gigantescos presupuestos en marketing y la habilidad de sus vendedores.
Lo cierto es que tanto el marketing como las ventas se pueden aprender con algo de práctica, buenos libros y mentores.
Después de todo, si nuestra empresa depende de nuestro mejor vendedor para sostenerse, podemos estar seguros de que de la compañía solo nos pertenece de nombre.
En modo emprendedor y comercial necesitamos renovar el chip. David Gómez en Bueno, Bonito y Carito nos ayuda a ver de otra forma las ventas.
No está mal tener productos caros. El precio es una percepción. Sin embargo, cuando alguien desiste de la compra, es porque ve un desbalance entre la propuesta de valor y el precio a pagar por tenerla.
Bajar precios puede parecer tentador.
Sin embargo, cuando una compañía entra en ese juego, usualmente tiene uno o varios de estos problemas: le vende al cliente equivocado, no sabe diferenciarse o se diferencia pero no sabe cómo comunicarlo.
Tener malos clientes no solo es dañino a nivel financiero, sino que además puede lesionar el buen nombre de la marca si no se actúa. Son como las relaciones tóxicas. Usualmente, estos piden descuentos no racionales permanentemente, demoran mucho los pagos y siempre te recuerdan que tienen otras opciones.
Los operadores de telefonía los conocen bien.
Un buen cliente, por otro lado, es aquel que está dispuesto a pagar el precio que ofreces, genera mayor valor y, por encima de todo, te recomienda. Esto último es clave, pues te ahorra millones en publicidad y fortalece la presencia de la marca por medio de la validación social.
¿Cómo llegamos a esos clientes? Una de las primeras cosas es dejar de confundir diferenciales con expectativas. Buena calidad o servicio, tradición, respaldo, amplio surtido, bajos precios, asesoría personalizada, etc. Todo esto es lo mínimo que esperamos como clientes, pero se venden como diferenciales.
En la venta, ayudamos básicamente a que nuestro cliente no se sienta estúpido comprando un producto que no funcionó o que no le da la validez que esperaba ante su círculo.
De ahí la importancia de saber la razón exacta de por qué nos eligen en medio de un universo de opciones. La clave está en enunciar y sustentar claramente nuestros diferenciales, no en hacer un listado de nuestras fortalezas.
Las fortalezas están bien para un análisis DOFA, no para los pocos segundos que tenemos para realizar una venta.
El objetivo es conseguir que nos compren argumentando el valor, no el precio.
Una vez conseguido esto, el trabajo se enfoca en la lealtad de nuestros clientes. Aspirar a la fidelidad es pretencioso. Es natural no estar presentes en todo lado y todo momento. Hemos de asumir que el cliente nos cambiará ocasionalmente si no encuentra sus papas favoritas mientras atraviesa el Serengeti.
El objetivo es que tras volver del safari vuelva a elegir sus snacks de empaque metalizado.
En últimas, el truco de las ventas está en pensar como clientes. Pensar como la persona que somos cuando salimos a mercar, eliminando de paso el sesgo que el nombre o el logo bonito puede generar.
Después de todo, lejos estamos de comprar por la transición entre lo bien que luce el empaque en las bolsas del mercado y lo sexy que este se ve en el fondo del bote de basura.
Una vez ahí, a segundos de ser olvidado, podemos pensar brevemente lo que realmente es un diferencial. Esa razón central por la cual repetimos el mismo ritual de consumo hasta que alguien suficientemente inteligente nos haga pensar lo contrario.
*Miembro Dirección de Emprendimiento
Por: Héctor Manrique
Por: Maria Paula Velandia
Con la fragmentación de la Unión Soviética y los conflictos étnicos que habían sido congelados, la región del Sur del Cáucaso eliminó la previa unificación en sus factores energéticos. La guerra de Nagorno Karabaj impidió a Azerbaiyán de usar el petróleo como recurso y, a su vez, Armenia tuvo un recorte temporal por parte de Rusia por resultado de las guerras civiles en Georgia, de acuerdo a EVN Report.
Desde el 27 de septiembre de este año, la situación en la región del Cáucaso ha escalado más de lo que se había visto desde 1994 con el fin de la Guerra del Alto de Karabaj. El conflicto se pasma después de haber sido sometido a la decisión de Joseph Stalin de darle el territorio de Nagorno-Karabaj (una región habitada en su mayoría por Armenios) a Azerbaiyán. Esto es algo que Latinoamérica no es ajeno y, si se ve en paralelo con recursos como el agua, puede causar muchos más problemas de seguridad regional.
Azerbaiyán se volvió autosuficiente en las reservas de petróleo empezando a exportar sus recursos energéticos con Georgia. Armenia, por otro lado, ha sido excluido de la integración regional debido a su economía netamente agrícola. De esta forma, y por las malas relaciones diplomáticas con Turquía, se ha prevenido a Ereván de involucrarse en el tráfico de recursos energéticos del Caspio.
Es por esto que actores como Rusia, Turquía e Irán presentan importantes intereses en controlar la región y el paso de sus recursos para expandir sus oleoductos y gaseoductos. Un conflicto en la región podría determinar quién termina teniendo dominio de rutas y el paso de estas, ¿no?
Adelantémonos a 2020 en donde, Azerbaiyán y Turquía siguen en camino a consolidar una relación de décadas por medio de venta de armas y ejercicios militares. Por su parte, Armenia cobijado por Rusia por medio de la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC), se siente más seguro frente a una posibilidad de conflicto en la región de Nagorno-Karabaj. La tensa relación entre Armenia y Azerbaiyán se mantuvo estancada hasta que hace poco el gobierno de Turquía expresó su apoyo al régimen de Ilham Aliyev y su misión “por acabar con la ocupación de Armenia en Nagorno Karabaj”.
En este sentido, pareciera que, en el juego de poderes en el cosmos regional e internacional, los intereses político-económicos se entrelazan fuertemente con la presencia de ciertos recursos naturales. Dicho esto ¿en qué se asemeja el problema de Nagorno-Karabaj con América Latina? Primero que todo, no es desconocido que las intenciones de grandes potencias han intervenido en la esfera política Latinoamericana por décadas. Segundo, a pesar de no ser una región tan rica en recursos energéticos, contamos con la posibilidad de posicionarnos debido a uno de los recursos más necesitados en el mundo: el agua.
Los recursos naturales en las últimas décadas se han consolidado como medios de control para las potencias regionales y extra-regionales. En el siglo que vivimos, el petróleo y el gas lideran los mercados y las necesidades geopolíticas de los gobiernos más importantes del mundo. Aún así, sabemos que estos son recursos que en unos cuantos años no tendrán la misma demanda debido a los avances tecnológicos en la búsqueda de energía limpia.
El agua, por otro lado, es un recurso que la humanidad necesita y necesitará aún más en un futuro donde el calentamiento global afecta cada rincón del planeta. La geopolítica y como se maneja la estabilidad (o la ausencia de esta) en las regiones es necesaria para garantizar el acceso al mejor precio. Esto hace que los lugares que los posean en mayor abundancia tiendan a caer en un juego peligroso.
El informe de We Are Water llama a cuidar el recurso. América Latina está bendecida con abundancia de agua dulce. La región contiene cuatro de los 25 ríos más grandes del mundo, el Amazonas, Paraná, Orinoco y Magdalena. Si en unos años el agua se convierte en uno de los recursos más apetecidos en el mundo debido a su escasez, la posibilidad de que haya una mayor injerencia por parte de potencias con intereses en adquirirlo aumenta.
La escasez de agua que el mundo enfrentará ha desatado desde ya el análisis sobre la “hidro-política”. La BBC que mencionan que se espera que la demanda de agua aumente un 55% entre 2000 y 2050. En el próximo siglo, en términos de su valor como recurso global, se ha descrito como el próximo petróleo.
Teniendo esto en cuenta, siendo una región con posiciones políticas tan diferentes, América Latina presenta un reto para países con regímenes encontrados con China y Estados Unidos. Debemos ser consientes del potencial que tenemos y, asimismo, debemos ser consientes de lo que representa.
El agua en 2050 en América Latina vs el petróleo en 2020 en el Cáucaso tiene mucho en común: su valor a la economía de los grandes ventrílocuos. Los países de regiones en desarrollo somos las marionetas acomodándonos a sus intereses. Tal vez un estatus quo no es la solución que pueda traducirse de que esta pasando en Nagorno-Karabaj a lo que puede pasar aquí en 30 años, pero tal vez desestabilizarnos puede ser mas fácil. Esto significa un problema de seguridad regional que se debe considerar a futuro.
Leemos sobre los conflictos en Medio Oriente, en África o en el Cáucaso y pensamos que no es posible que algo así llegue a nuestro vecindario. Pero la realidad es que debemos ver el agua como un recurso que más adelante nos va a posicionar a nivel internacional como una región rica. Aún así, debemos ser consientes que esa riqueza no llega sola. Actualmente, nuestros mandatarios no le han dado la importancia necesaria a la protección y a la administración del recurso. La realidad es que la humanidad está agotando sus recursos y la escasez de los estos van a convertirse en un problema para los países donde existe mayor abundancia.
*Miembro Dirección de Seguridad y Justicia