No demos más vueltas: Paridad ¡YA!

No demos más vueltas: Paridad ¡YA!

Por: María Paula Forero

Cada vez más, y con más fuerza, en los pasillos del Congreso de la República se escucha un clamor: “Paridad ya”. Diferentes intentos de Proyectos de Ley de reforma política y  propuestas de nuevos códigos electorales han unido a mujeres y hombres congresistas, de diferentes partidos y posturas políticas, a aceptar que para que en el país haya una verdadera e incluyente democracia, es necesario que el 50% de las listas a cargos de elección popular sean conformadas por mujeres. 

En septiembre se lanzó oficialmente la campaña “Paridad ya”, una iniciativa liderada por Organización Artemisas, FESCOL, la Casa de la Mujer, la Red Nacional de Mujeres y apoyada por el Instituto Holandes para la Democracia y la Fundación Avina, un colectivo latinoamericano que busca a través de procesos colaborativos transformar diversos contextos sociales. Con la campaña “Paridad ya” se busca exigir que se incremente la participación y representación política de la mujer en Colombia, pues actualmente, a pesar de que representamos el 52% de la población, tan sólo somos el 12% en Alcaldías, 16% en Gobernaciones y el 19% en el Congreso (Registraduría Nacional del Estado Civil).

En octubre, a esta campaña se le sumó una de las tantas cruzadas que ha vivido la discusión por la paridad, en la Comisión Primera de la Cámara de Representantes se incluyó una disposición que buscaba implementar esta medida, además de alternancia con las listas cremallera. En ese entonces, el autor de este proyecto, José Daniel López, Representante a la Cámara por Bogotá, dijo en el periódico El Tiempo: “Ya no se trata de más mujeres candidatas, sino también de más mujeres electas”. Lastimosamente, en noviembre el proyecto no pasó en Cámara de Representantes y esta cruzada se hundió. 

Sin embargo, la discusión del nuevo Código Electoral dio a la Paridad un nuevo respiro con la proposición del artículo 84, el cual, palabras más, palabras menos, indica que las listas donde se elijan cinco o más curules para corporaciones de elección popular deben estar conformados por un mínimo del 50% de mujeres. 

Dicho artículo fue debatido en Cámara de Representantes, y fue aprobado hasta que el Representante a la Cámara Jorge Eliécer Salazar presentó una proposición que, afortunadamente, fue votada negativamente, en la que buscaba establecer un techo de participación política para las mujeres de mínimo el 30% y máximo el 50%. Al preguntarle a Salazar el porqué de su promulgación afirmó que las mujeres de la regiones no tenían el “nivel intelectual” necesario para cumplir el requisito del 50% en listas.

La expresión de Salazar no solo es discriminatoria, sino sumamente machista. No se trata de que las mujeres de las regiones no tengan las mismas capacidades o la misma formación que los hombres de estos territorios. Por el contrario, a lo largo de la historia, la falta de espacios y de oportunidades las ha relegado y les ha cerrado las puertas. Según el DANE, para el 2019, la tasa de desempleo de las mujeres que completaron la educación universitaria fue 12,4% y la de los hombres 9,4%. Es precisamente por esto que la paridad es necesaria y debe ser obligatoria para las próximas elecciones parlamentarias.

Dejemos de darle tanta vuelta al asunto, necesitamos acciones afirmativas que garanticen una efectiva participación y representación de la mujer en escenarios de toma de decisiones. La paridad del 50% en listas es un paso esencial para fortalecer nuestra democracia y crear instituciones modernas, más equitativas y con mayor justicia social.  

Si se gana esta primera batalla será más fácil entrar a la discusión de la alternancia en listas, pues hasta el momento la exigencia de una cuota no se ha visto traducida en la participación y representación efectiva de la mujer pues son muchas las que son asignadas como “relleno” en la lista.

Pero no nos adelantamos, vamos por partes, es la primera vez que la discusión por la Paridad llega a las últimas instancias del Congreso, no se puede desfallecer. Ahora es el turno de que el Senado de la República tome la decisión de aprobar el artículo 84 y con esto la batalla por la paridad este un paso más cerca.

 

*Miembro Fundadora

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No demos más vueltas: Paridad ¡YA!

Los docentes no son un producto terminado

Por: Julián Gutiérrez

Al momento de escribir estas líneas, faltan poco mas de 18 días para el final del año 2020. A diferencia de este año donde no había manera de pensar en la necesidad de responder a la emergencia de la pandemia de COVID-19, el campo de la educación en 2021 debe reconocer su efecto sobre el actual estado de cosas para pasar (en la medida que la metáfora lo permita) de una respuesta defensiva a una respuesta ofensiva frente a un virus y una enfermedad que han tenido un efecto devastador en el mundo.

En primer lugar, esta discusión implica pensar en el retorno de clases presenciales no como una posibilidad sino como una realidad. UNICEF señala no solo la necesidad de hacerlo sino el hecho que, de acuerdo con la evidencia, la reapertura de los colegios y escuelas no representa un riesgo de propagación significativo del virus, lo que sugiere que el primer argumento que se ha esgrimido para mantener los cierres, el contagio masivo en niños, niñas y adolescentes puede ser cuestionado. Por otro lado, como lo señala la profesora Sandra García de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes, el cierre de colegios y escuelas representa pérdidas en los aprendizajes de los estudiantes que a medida que pasa el tiempo se harán mas difíciles de cubrir y sobre todo en el caso de Colombia, se ven potenciadas por las brechas de acceso a recursos y calidad educativa entre los distintos sectores de la población, brechas de las que estábamos conscientes en la presencialidad y que se han mantenido en la virtualidad. 

Además de estos argumentos basados en la evidencia, el caso colombiano nos está mostrando otro papel que estaba cumpliendo la escuela como garante de derechos. El cierre de escuelas y colegios ha comprometido la seguridad alimentaria de miles de niños, niñas y adolescentes, en el caso de estudiantes de programas de media especializada y preparación para el trabajo, ha afectado sus posibilidades de formación y eventualmente de ingresos y les ha quitado, a los niños y jóvenes víctimas de abuso en sus hogares, la posibilidad de acceder a un espacio seguro donde pudieran ser escuchados y atendidos. Aunque algunos de estos escenarios han sido resueltos con mayor o menor éxito por parte de las entidades territoriales (Como en el caso de Bogotá con el programa de bonos alimenticios), se puede concluir que, si la escuela es no solo un espacio de aprendizaje sino de garantía de derechos, este rol solo puede ser cumplido a cabalidad con una apertura de los espacios físicos que reconozca las necesidades de seguridad ante el virus y la capacidad de respuesta de las entidades territoriales, siendo crucial subrayar este último punto. Resultaría ingenuo pensar que todos los colegios oficiales en Colombia están en las mismas condiciones como para pensar en un plan de apertura unitalla por lo que hay una responsabilidad por parte de las secretarías de educación en cada ente territorial de identificar las necesidades de apertura, la capacidad de las instituciones educativas de resolver estas necesidades y realizar las tareas necesarias para garantizar dicha capacidad en los casos en los que esto no sea del todo posible. 

 

Partiendo entonces del punto de que la reapertura de los colegios no debe ser vista como una posibilidad sino como una certeza, tiene sentido en preguntarse por como podría ser el trabajo escolar en 2021. A fin de cuentas, los efectos de la nueva realidad en los colegios no se cuentan solo en el aula de clase sino en cada dimensión del funcionamiento de una institución educativa cualquiera y tomando eso en cuenta, vale la pena pensar en una nueva forma de abordar un tema al que no se le ha dado tanta atención como el desarrollo profesional de los docentes en ejercicio. Esta falta de atención se ha dado, en un primer lugar, por una creencia afincada en muchos docentes de que ya saben todo lo que tienen que saber y no es necesario “seguir yendo a capacitaciones”, sin embargo y como la pandemia misma lo ha demostrado con las habilidades que han adquirido vía el paso a la virtualidad, un docente nunca será un producto terminado y siempre debe estar pensando en ajustes y cambios a sus prácticas en respuesta a las distintas situaciones que va encontrando. 

Esta visión de las necesidades de formación de los docentes lleva a la segunda razón del abandono a la formación profesional situada pues ha hecho que esta sea vista como una tarea burocrática que quita tiempo y las mas de las veces queda relegada a sesiones de trabajo de poquísima recordación realizadas durante las semanas institucionales. En ese sentido, aunque se habla constantemente de añorar el regreso a la normalidad, quizá, en este caso, volver a la normalidad no sea tan deseable. Pensar en procesos de desarrollo profesional situado que tengan un componente virtual puede ser una manera de garantizar una mayor participación de los docentes y, pensando en el caso colombiano específico, puede ser una oportunidad para masificar el excelente trabajo que ha hecho el equipo de tutores del Programa Todos a Aprender a lo largo de los años. 

Pensando en una perspectiva de largo plazo, la situación actual es un momento que permite repensar lo que representa y significa la escuela en la sociedad. A pesar de las reformas que ha experimentado a lo largo de los años, la verdad es que sigue siendo una institución que en términos generales sigue funcionando bajo las lógicas de la primera revolución industrial. Este es un momento en el que puede aprovechar entonces para ponerse a tono con el mundo en el que vivimos y mejorar sus aportes a la construcción de sociedad.

*Miembro Dirección de Educación

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No demos más vueltas: Paridad ¡YA!

La respuesta está en la deliberación

Por: Laura Quintero

En la sentencia de unificación SU-095/18, al resolver que la consulta popular no puede ser usada para prohibir o limitar actividades mineras, la Corte Constitucional afirmó de manera categórica, pero sin sustento jurídico sólido, que no existen mecanismos que garanticen el derecho a la participación ciudadana en el desarrollo de actividades extractivas. Como era de esperarse, la Corte hizo un llamado al Congreso de la República para que, en el menor tiempo posible, corrija este déficit legal. 

Pues bien, antes de salir a “acatar” a cómo de lugar la exhortación, es preciso que el Congreso se enfoque en analizar algunos aspectos que, aunque sutiles, resultan claves para el proceso de configuración normativa.

Lo primero a evaluar es la suficiencia de los mecanismos de participación directa, desde un ámbito cualitativo y no cuantitativo. 

Cabe preguntarse entonces si ¿realmente los instrumentos para garantizar el derecho de participación directa que existen en nuestra legislación, son deficientes en sí mismos para atender las necesidades de participación en aspectos mineros, o el problema radica en la calidad y uso de los mecanismos? En caso afirmativo, es necesario que en el proceso de formación de la ley se entiendan muy bien las razones de esta carencia desde y en torno a nuestro sistema democrático; a riesgo que los nuevos instrumentos que decidan crearse, si a eso se llega, queden en el arrume de normas que nadie usa, o peor aún, que nadie conoce, pasando a ser otro más de la trillada lista de instancias participativas con poca efectividad. O en el mejor de los casos, que los nuevos sean una copia de los ya existentes.

Aún en contra de la consideración de la Corte, lo cierto es que, desde la Constitución del 91, Colombia cuenta con un amplio catálogo de instancias participativas cuantitativamente hablando. No solo me refiero a las que se establecen en la Ley Estatutaria sobre participación ciudadana 1757 de 2015, que son transversales a toda actividad, pero que inclusive dispone las <<alianzas para la prosperidad>> instancia de participación exclusiva para el sector minero-energético (muy poco usada), pero también las dispersas en otras normas ordinarias, como la audiencia de participación de terceros del Código de Minas, la cual se lleva a cabo previo al proceso de titulación. Además de las audiencias dentro del trámite de licenciamiento ambiental de la Ley 99 de 1993 y los establecidos en la Ley 489 de 1998. 

A pesar de lo anterior, se sigue teniendo la sensación de que son pocos los instrumentos que ciertamente logran convertir la opinión ciudadana en un auténtico elemento de transformación política. ¿Por qué? La respuesta está en la deliberación. Este es un elemento muchas veces ausente en los procesos participativos en el sector minero y en general en otros sectores, pero que es indispensable para el proceso democrático. De hecho se torna cada vez más relevante en las instancias semi -directas, es decir, las que tienen la posibilidad de incidir en una decisión política o administrativa pero sin fuerza jurídica vinculante, ya que su naturaleza disuasiva requiere métodos más exigentes de comunicación, en los que el intercambio de ideas y la razonabilidad de los argumentos se convierta en el eje rector de la discusión. Así, la eficacia de la participación para influir en la toma de la decisión, dependerá de la calidad del proceso deliberativo y no de la pasión, o la agitación ideológica. 

Si se quiere un resultado más satisfactorio, es ideal que se disponga de forma previa a la participación, recursos informativos, y espacios de generación cognitiva que ubiquen en un grado de igualdad el nivel de conocimiento de los interlocutores. Además, es una fase en donde preliminarmente se pueden resolver dudas.  

Para el caso de la participación en los proyectos mineros, es esta clase de forma participativa deliberativa la que debería considerar el Congreso, en caso de que así se decida. Definir este mecanismo de participación será vital para los proyectos no sólo mineros, sino de todo el sector minero-energético, pues siendo el primer instrumento específico, será un referente para los demás sectores productivos.

Está claro que el proceso participativo no puede entrar en discusiones acerca de la legitimidad o viabilidad de conceder áreas para la exploración y explotación minera, (esta discusión ya está superada), sino, propiciar un auténtico esquema deliberativo, con reglas que lleven a los participantes a sustentar sus ideas y proponer soluciones de acercamiento en relación con cada desacuerdo. El objetivo principal debe ser que los involucrados reflexionen sobre la mejor alternativa para abordar los posibles impactos sociales y medio ambientales de esta actividad en territorio, así como establecer el carácter imperativo de la responsabilidad de las instituciones que se vean involucradas: ¡de todas! y no sólo las autoridades mineras. 

No hay que perder de vista que en muchos casos los problemas asociados a la minería no se originan por causa exclusiva de esta actividad, sino, por la confluencia de diversos factores sociales que además tienen origen en realidades históricas y de <<pobreza multidimensional>> que se acentúan con algunas malas prácticas mineras. De ahí la importancia de que las soluciones producto del proceso participativo deliberativo, se involucren todas las autoridades pertinentes. La salida no puede ser satanizar la actividad y culpar a las empresas. 

Así, un proceso de participación deliberativo será exitoso, cuando logre impulsar el desarrollo sostenible de la actividad, pero también que constituya un factor de gobernabilidad. 

 

*Miembro Dirección de Minería Sostenible

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La oportunidad que nos regaló la pandemia: Currículo VS virtualidad

Por: Doreidys Escorcia

Desde que iniciamos a escuchar que el virus llegó al mundo, hemos comenzado a experimentar situaciones de las cuales no estábamos preparados y nos hemos ido adaptando poco a poco a la nueva civilización, donde el contacto ha pasado al segundo plano y los metros de distancia se han convertido en lo mas común. Hoy las instituciones educativas son un ejemplo vivo de esas experimentaciones, la mayoría de sus currículos no tenían incluida la necesidad de la virtualidad abordando los procesos pedagógicos desde allí, y digo la mayoría porque antes de pandemia la virtualidad en Colombia solo tenia entre 15 o 20 años y empezó con algunas universidades que fueron pioneras como el Politécnico Grancolombiano; en los últimos reportes del periódico El Tiempo afirman que antes del coronavirus el 10 por ciento de los estudiantes estaban en modalidad virtual, es decir, más de 200.000 alumnos. 

Esto, nos deja claro el panorama de que eran pocas las instituciones que manejaban la virtualidad dentro del currículo, lo que nos hace establecer el siguiente interrogante: ¿Cómo replantear los currículos en Colombia incluyendo el pensamiento computacional desde el preescolar?

No es una idea loca, hoy todas las instituciones para seguir al pie de lucha han flexibilizado su currículo, los espacios y aprender de la virtualidad desde todos sentidos, conocer estrategias nuevas, la incorporación de las TIC en los procesos de aprendizajes y reflexionar como aprende el estudiante desde la distancia. 

Hay que tener claro, que la interacción por si sola del educando con relación a la virtualidad no nos legitima la modificación significativa de sus estructuras cognitivas, pues hay que tener conciencia que con las TICS podemos hacer que nuestros estudiantes, creen, diseñen, transformen, solucionen situaciones, critiquen y tengan lecciones aprendidas, pero esto no se daría sino se hace un buen acompañamiento como maestro mediador.

Entonces tendríamos que pensar en el perfil del maestro virtual, que quizás el reto es mayor, porque la mediación pedagógica iniciaría teniendo en cuenta que los contenidos programáticos sean producto de una construcción del sentido de las cosas, no buscar una memorización, sino por el contrario, acompañar consiente y deliberadamente el cambio educativo desde el dominio epistemológico, habilidades, actividades didácticas y habilidades comunicativas y tecnológicas.

Es así, que preconcebir un nuevo currículo donde la virtualidad sea ese punto de equilibrio es una urgencia, y considero que debe contener dentro de tantas cosas, técnicas y estrategias de estudio metacognitivos, integrar el uso de las herramientas LMS, propiciar el uso correcto de plataformas educativas, incluir una metodología integradora que contemple procesos investigación basado en el uso correcto del internet, incluir el pensamiento computacional como eje, seguido a demás, de formación a los maestros, padres y aprendientes.

Desde esta visión, hay que considerar 5 ítems que se deben tener en cuenta para definir el diseño curricular de un entorno virtual:

  1. Modelo pedagógico: determinar aspectos relacionados a la naturaleza institucional, interdisciplinariedad, multidisiplinariedad y pensamiento computacional.
  2. Pedagogía: incluye estrategias didácticas trasversales con una plataforma accesible y acorde al modelo educativo.
  3. Enfoque: constructivista – humanista – cognitivo con enfoque tecnológico coherente con la alfabetización digital y la legislación educativa como apoyo a los procesos aprendizaje.
  4. Infraestructura: Disponer de plataformas educativas dinámicas atractivas para los educandos.
  5. Perfil del estudiante: Debe Delimitar sus estrategias de aprendizaje con capacidad para autoevaluarse, autorregularse, autocriticarse y autoreflexionar.

Los elementos anteriormente descritos, proporcionan una idea de como empezar a diseñar un nuevo currículo, sin embargo, hay que  advertir que para que esto se dé, hay que tener en cuenta las necesidades del contexto, voluntad gerencial y recursos para abordar de manera conjunta los componentes educativos virtuales necesarios.

Es de allí, que he evidenciado como en muchas instituciones ya sean del orden preescolar, básica, media o superior como han mejorado su practica flexibilizando sus actividades de clase desde la virtualidad, pero que tan cierto es que ya en su evaluación institucional revisaron el tema curricular y lo comenzaron a mejorar, cual será la meta a corto, mediano y/o largo plazo y… ¿si volvemos al confinamiento? Ya tienen el plan b o c. Hay que poner la 10 para que al iniciar el 2021 no nos agarre con las manos en la cabeza. 

Por tanto, la tarea inmediata es comenzar a promover un aprendizaje virtual centrado en el aprendiente, una efectiva comunicación de tipo asertiva, suscitando actitudes, habilidades y manejo de la inteligencia emocional desde el plan de estudio pensando en nuevos proyecto que sean atractivos y que cubra tanto necesidades e intereses.

 

*Miembro Dirección de Educación

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