Por: Catalina Ceballos
La Pandemia ha sido un gran vacío para el sector de las artes y la cultura, un vacío en el estomago, en algunos casos incluso por hambre, en otros por hacer fuerza y en otros, por la rabia de sentirse invisibles. Eventos culturales cancelados, salas de teatro cerradas, compañías de danza que cierran sus puertas, prácticas culturales comunitarias suspendidas, artistas incapaces de llegar a fin de mes. El impacto del COVID en el sector cultural se está sintiendo en todo el mundo. Este impacto es social, económico y político: afecta el derecho fundamental de acceso a la cultura y los derechos sociales de los artistas y creadores. La pandemia ha revelado el verdadero peso económico de la cultura y del sector creativo, además del valor intrínseco de la cultura como expresión de humanidad para el desarrollo sostenible.
En Colombia estamos sintiendo los peores efectos de la pandemia, con el sector cultural aún cerrado salvo contadas excepciones. La Pandemia en nuestro país exacerba las desigualdades sociales y se entendería que el sector debe ser una prioridad en las políticas públicas. Es el momento de acelerar cambios para capitalizar las expresiones artísticas, las prácticas culturales y las industrias creativas.
Se hace necesario reforzar el sistema de datos empezando por una inversión sustancial en un censo en todo el país que determine quienes son los agentes del sector. No solo aquellos que aportan al PIB, también los que aportan en procesos para sanar el dolor de un conflicto armado, para los que a través de sus cantos cohesionan su identidad como pueblo negros o indígenas, para los que bailan para que sus cuerpos representen la diversidad cultural de una Colombia multiétnica y pluricultural, tal como esta consignado en la constitución.
Con todo este panorama, en nuestro país, a lo largo del confinamiento, el arte, ha estado floreciendo. Los artistas con su enorme resiliencia y resistencia han aprovechado su creatividad para transmitir pautas de salud y compartir mensajes de esperanza, también se han unido, han surgido un centenar de colectivos, asociaciones, sociedades donde entre todos nos reconocemos con nombres, donde encontramos en el dolor un lugar común, donde sonreímos porque sabemos que nuestra única pauta para vivir son la ética y la estética.
El sector conformado por actores, actrices, bailarines, restauradores, escritores, editores, pintores, fotógrafos, músicos, compositores, intérpretes, directores de artes, camarógrafos, sonidistas, maquilladores, vestuaristas, tramoyistas, ingenieros de sonido, productores, promotores, empresarios, cantaores, bailadores y gestores continuamos comprometidos cultural y artísticamente. La razón de esto es que todos con la pandemia de nuevo rescatamos el aspecto social de la creación, su importantísima labor en la construcción del tejido social. Su capacidad para apoyar procesos participativos y de apoyar en el desarrollo de una sociedad sana. Todo esto sigue siendo posible gracias a todos, a ellos y ellas. Para quienes disfrutamos de las artes podemos decir que estos días nos han permitido compartir información con amigos sobre los libros que hemos leído, las películas que hemos visto, las canciones nuevas que se han lanzado, seguimos alimentando nuestro cerebro y nuestros espíritus con las artes.
Y por eso a pesar de este momento en que el arte está sufriendo toda la fuerza de los efectos de una crisis sanitaria, económica y social mundial, también han sido tiempos para fortalecer los vínculos entre la creación artística, la sociedad, los procesos participativos, la política y la economía. Las artes y la cultura están demostrando como lo ha expuesto Jon Hawkes en su libro El 4to Pilar para la Sostenibilidad que las artes y la cultura deben hacer parte de una agenda pública para la construcción de sociedades sostenibles.
Este es un tema que sale a flote, ahora de nuevo, precisamente por que la crisis no es solo sanitaria, la crisis que vivimos como especie es una crisis ética, gobernantes dueños del fake news, la crisis climática producto entre otras cosas por un neoliberalismo exacerbado, la necesidad que tenemos como sociedades de incluir dentro de la planeación de las agendas públicas incluir el concepto de cultura más allá de las artes, más bien desde su definición antropológica, es decir tener en cuenta la cultura como un conjunto de valores. Dichos valores hacen parte de una producción social por medio de la cual se transmite identidad, valores, memoria y claro también las artes la tecnología y el uso de la misma, la gastronomía. Es decir se debe hablar de aspectos económicos, sociales, ambientales y CULTURALES.
Es por esto que el gran aprendizaje que nos dejan los diferentes agente del sector de artes y las practicas culturales es su capacidad de sentir compasión por los demás y su capacidad para contar historias, como artistas y líderes culturales han demostrado que son fundamentales para afrontar los desafíos que enfrenta un país como Colombia que pide a gritos la implementación de un acuerdo de paz, la educación como un derecho para todos y todos, el reconocimiento de los pueblos indígenas y la revalorización de un sector más allá de un poco o nada integradora economía naranja.
La pandemia de COVID-19 que continúa circulando por todo el mundo ha afectado casi todos los aspectos de nuestras vidas, de nuestra cotidianidad, incluida aquella necesidad humana de conectar con la cultura. Si alguna vez hubo un momento en el que necesitamos cultura y creatividad para hacer frente a nuestros desafíos, es ahora.
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Frente Cumbiero lanza su álbum Cera Perdida importantísimo para noches llenas de pandemia y de risas.
Teatro Petra reabre sus puertas en Bogota con la obra Yo, No estoy Loca.
Juanita Delgado y Juan Felipe Rozo dirigen una obra para niños llamada Ramiro y sus Fantasmas.
En el Museo de Arte Miguel Urrutia (MAMU) se estrena la retrospectiva de la maesrta Beatriz Gónzalez.
Alcolirykoz lanza su canción Aranjuez.
Babelgam lanza su tema KYC
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Las artes no tienen pandemia.
*Directora de Cultura