Por Carlos Andrés Aguilera *
@Aguilera_Ariza

El desarrollo humano es el reflejo del grado de responsabilidad del Estado con las personas, el goce de sus derechos, aspiraciones y proyección en cada momento de la vida. Este escenario, aunque pueda apreciarse como idealista, es en realidad el fin de un Estado Social de Derecho, y para ello se requieren acciones de política pública que cambien enfoques para atender situaciones de pobreza, y para garantizar la equidad en el acceso a oportunidades, para que el desarrollo del potencial de las personas en la sociedad no esté determinado por las condiciones socioeconómicas al momento de nacer.

El Informe sobre Desarrollo Humano 2019 presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), señala que, a pesar de los avances en la reducción de privaciones extremas, continúan las disparidades, y está surgiendo una nueva generación de desigualdades. Es decir, logros en capacidades básicas como supervivencia en primera infancia, enseñanza primaria y tecnología básica, contrastan con logros en capacidades aumentadas como la esperanza de vida a los 70 años, acceso a atención de salud de calidad en todos los niveles, educación de calidad en todos los niveles y acceso efectivo a tecnologías modernas. Así como hace énfasis el Informe, más allá de los promedios, que ubican a Colombia en la posición 79 -entre 189 países- con un valor de 0,761 de Índice de Desarrollo Humano (IDH), el reto para el país está en mejorar los resultados en las tres dimensiones básicas del desarrollo humano a partir de las cuales es calculado el índice: una vida larga y saludable, el conocimiento y un nivel de vida decente.     

La oferta social del Estado requiere la articulación efectiva de programas basados en transferencias monetarias, con iniciativas que contribuyan al fortalecimiento del tejido social. Las personas requieren capacitación y acompañamiento para la puesta en marcha de actividades productivas que generen ingresos para sus hogares, y así mismo, a través de mecanismos de participación comunitaria, generar opciones para que sean parte frente a retos de convivencia, ambientales y cada aspecto que contribuya a mejorar las condiciones de su entorno. Esta es una vía para reducir la dependencia de subsidios y programas de asistencia para atender privaciones extremas y en el mediano plazo trasladar recursos al desarrollo de capacidades aumentadas, como el mejor acceso y aprovechamiento de las tecnologías, de forma que los cambios en curso no amplíen las brechas, sino que por el contrario potencien las posibilidades de progreso social.

En la medida en que se cambien los enfoques y en consecuencia la destinación de recursos públicos, se evitará el uso de programas sociales con fines populistas a costa de comunidades vulnerables, y en cambio, se lograrán avances para sacar a las personas de esas trampas de pobreza, es decir, de esas condiciones que hacen que a lo largo de la vida empeore su situación y sea persistente en las siguientes generaciones.

Cambiar las dinámicas asociadas a la asistencia social en los territorios es apostarle a la movilidad social, a un ascenso social intergeneracional, entendido como la posibilidad de alcanzar mejores niveles de educación, ingresos y bienestar como resultado del esfuerzo de cada individuo y no sólo de las condiciones heredadas. En el nivel actual de movilidad intergeneracional, de acuerdo con el informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico – OECD (2018) – ¿Un ascensor social descompuesto? Cómo promover la movilidad social -, se necesitaría en promedio en los países de la OECD de cuatro a cinco generaciones para que la descendencia de una familia de bajos ingresos alcance un nivel medio de ingresos, y en el caso de Colombia sería de 11 generaciones. Esto llama la atención sobre el ritmo al cual avanza cada persona en la sociedad y hasta dónde puede llegar, es una reflexión sobre la efectividad del Estado para garantizar la igualdad de oportunidades. Este es el contexto del descontento social, de voces cada vez más apartadas de sofismas ideológicos detrás de los cuales actores en extremos disonantes sólo persiguen sus intereses, es la ciudadanía que cada día se reconoce mejor como nación, para dar los siguientes pasos y promover objetivos comunes en las instancias democráticas de participación y representación.

*Director de Seguimiento a los Objetivos de Desarrollo Sostenible del Tanque de Pensamiento AlCentro

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