Corría la primera semana de diciembre de 2010, era el segundo viaje que hacía en el año – no era como hoy que los aviones se volvieron mi constante -, estábamos en Bogotá y digo estábamos porque éramos un grupo significativo de jóvenes de diferentes regiones de Colombia que queríamos cambiar el país.
Se cerraba un año de trabajo construyendo el estatuto de ciudadanía juvenil, o por lo menos el proyecto que queríamos presentar para darle mayor participación a los jóvenes en instancias de poder y en procesos de incidencia pública.
Al llegar a Cundinamarca la discusión y participación de diferentes organizaciones juveniles, líderes estudiantiles, ONG ́s y universidades ya había pasado por Cauca, Santander, Antioquia, entre otras regiones, todo en pro de construir algo que integrara los sentires y necesidades de los jóvenes colombianos.
Antes de nosotros muchos otros nombres ya habían recorrido el camino, nuestro trabajo no era nuevo, era de continuidad. Aún lo sigue siendo.
Y cuando me refiero a “continuidad” no lo asocio con el continuismo tan común en el ejercicio electoral o político, hablo de la gran responsabilidad que adquirimos – a partir de experiencias previas – quienes hemos adelantado algún proceso para fortalecer, empoderar, o apoyar a los jóvenes que han buscado hacer parte de las diferentes instancias del poder o han querido tener alguna incidencia en el sector público. Esto es un ejercicio de no acabar. Siempre habrá que trabajar por la juventud.
Quise iniciar el texto con una reflexión medio anecdótica porque desde que tengo uso de razón se ha vuelto reiterativo escuchar la frase “Es el momento de los jóvenes”, en mi caso se volvió mantra en 2010, pero hoy, diez años después aún sigue siendo vigente, tal vez no literal, pero el mensaje es el mismo.
Para dar un ejemplo reciente, el nuevo presidente de República Dominicana, Luis Abinader en el día internacional de la juventud le envió un mensaje a través de Twitter a los jóvenes de su país “Ustedes representan el principal motor de desarrollo y la innovación del país” y como él existen cientos de momentos donde la invitación a participar y buscar el cambio se hace visible.
Hoy, después de haber caminado por varias instancias políticas y procesos juveniles y sin el interés de retirarme aún de estos espacios, me han quedado múltiples aprendizajes y quisiera compartir cinco de ellos:
- No hay un “momento de los jóvenes”, si quieren alzar la voz y hacerse sentir siempre será el momento.
- El cambio no es responsabilidad exclusiva de otros, cada uno de nosotros, independiente de la edad, debemos poner de nuestra parte.
- Ser joven y hacer política no es un proceso fácil, es cierto, pero tampoco imposible. Lo primero es tomar la decisión, seguido por delimitar el camino y finalmente trabajar incansablemente para llegar a la meta.
- La política no es solo un ejercicio electoral, hay diferentes procesos de incidencia pública en la que los jóvenes pueden tener cabida, hay que analizarlos, entenderlos y mirar las diferentes formas en que se puede aportar.
- El uso de canales digitales y el entender cómo se utilizan correctamente nos ha abierto las puertas para hacernos sentir, aprovechemos este tipo de espacios, no para polemizar, sino para debatir, argumentar y por supuesto aportar, esto sí que le hace falta al país, especialmente en el universo digital.
En conclusión, ¿Es el momento de los jóvenes? Sí, siempre lo ha sido. Tenemos que creernos el cuento y trabajar por ello. En Colombia hay más de seis millones de jóvenes, es decir que alrededor del 12% de la población total está entre los 14 y 28 años, edades interesantes y suficientes para participar en instancias que van desde los Consejos Municipales de Juventud, pasando por ejercer el derecho al voto, siguiendo por ser elegidos para cargos nacionales y territoriales de elección popular y finalizando en hacer parte de gabinetes, o equipos de trabajo de instancias gubernamentales. Son múltiples las opciones.
Como dirían en una caricatura que veía en mi infancia, ¿Qué vamos a hacer esta noche? Tratar de conquistar el mundo. Ahí está el reto, pero también la invitación.
*Columnista invitado de la Dirección de Juventudes