Por: David Luna
dluna@mit.edu
La semana pasada escribí sobre la desigualdad verde y quiero seguir llamando la atención sobre este tema. Partamos de que en Bogotá necesitamos sembrar por lo menos un millón de árboles. Plantados en los lugares correctos, los árboles pueden hacer de las ciudades espacios más saludables y proveer una mejor calidad de vida para los ciudadanos. El problema es que, en las localidades de menores ingresos en el suroccidente de la ciudad, donde hay 20 o 14 personas por cada árbol en vez de 3 como lo recomienda la OMS, no hay suficiente espacio disponible para sembrar los que se necesitan. Por lo menos, no sin afectar la calidad urbanística de los parques o a costa de otros servicios recreativos. Aclaremos: no se trata de llenar los parques de árboles. Sabemos que en el clima bogotano tener espacio para recibir el sol es una característica de los mejores parques. Se trata de plantarlos inteligente y focalizadamente, para acabar con la desigualdad verde e inequidad ambiental.
A pesar de esfuerzos recientes del Jardín Botánico por mejorar la arborización en localidades como Ciudad Bolívar, el reto que la entidad viene enfrentando es que en las áreas donde esta puede y debe plantar, como separadores viales, andenes, alamedas y parques de bolsillo; no hay suficiente espacio disponible para sembrar los árboles que se necesitan. Y, a pesar de tener una base de datos extensa sobre el arbolado público, los datos no son lo suficientemente precisos y actualizados para tomar decisiones estratégicas a escala micro. Para plantar un millón de árboles con un impacto real, necesitamos estrategias radicales para crear más espacio verde y mejores herramientas tecnológicas para la toma de decisiones ambientales.
Saber cuántos árboles hay y dónde están ubicados puede ser más difícil y costoso de lo que parece y puede tomar años. Por eso, cada vez más, las ciudades usan de tecnología de punta para hacer inventarios sobre el arbolado público. Combinando entre imágenes satelitales, drones, e inteligencia artificial, es posible tener un mapa preciso y actualizado para identificar patrones de desigualdad y focalizar las iniciativas de plantación.
También, necesitamos estrategias radicales para crear más espacios verdes a corto y largo plazo. Aplicar los avances y complementar la norma urbana para a futuro no repetir errores que perpetúan la desigualdad verde: desde asegurar un crecimiento ordenado y sostenible a nivel regional hasta pedir que cada nuevo colegio, parqueadero, parque o edificio tenga una estrategia paisajística integrada.
De forma inmediata, necesitamos recuperar y transformar espacios existentes. Para esto debemos promover un uso más eficiente del espacio a escala micro y reclamar espacios residuales y sub-utilizados, acabar con los separadores viales de solo concreto, reducir el ancho de las vías donde no afecte el tráfico, reverdecer espacios de parqueo o cubiertas y acabar con los parques que no tienen ni un árbol.
Esta es una oportunidad para trabajar con las comunidades y crear conciencia sobre la importancia de la naturaleza y el impacto de nuestras acciones en el planeta. No olvidemos que la biodiversidad es una de las principales riquezas de nuestro país, y nuestras ciudades no deberían alejarse de este contexto. Por eso, hagamos una campaña de siembra masiva, pero hagámoslo de forma inteligente, participativa, biodiversa, y ante todo equitativa.