Por: David Luna
dluna@mit.edu

Bogotá es una ciudad de contrastes y con dos caras. Para la muestra: las diferencias abismales entre los barrios de la ciudad. Entre muchos aspectos que hay para combatir la desigualdad también está el acceso a la vivienda propia. Sí, hay que seguir construyendo casas y asegurar un techo a las familias, pero también podemos mejorar y embellecer los barrios, es una estrategia económica y de alto impacto en la calidad de vida.

Según Camacol, la mitad de las viviendas que se construyen cada año en la capital obedecen a procesos no formales. Este aspecto termina siendo más oneroso, formalizar una vivienda cuesta 250% más que haberla construido adecuadamente desde el principio. Además, la mayoría no tienen acceso a servicios públicos, colegios o transporte.

Todos en Bogotá merecemos vivir en espacios agradables. Con un programa muy sencillo de gestionar como es el de mejoramiento de barrios, lograremos un efecto importante: que los ciudadanos nos apropiemos de los espacios, los mantengamos y queramos hacer de ellos mejores lugares. Hay que fomentar el amor por los barrios, cuidarlos y quererlos como lo hacemos con nuestras casas. Si las personas se apropian de los problemas de su barrio, entienden los problemas de la ciudad y se convierten en actores claves para encontrar soluciones.

Mejorar los barrios no es tan costoso como se cree, es simple y tiene un impacto muy positivo en la calidad de vida. No se trata solo pavimentar vías, también es pintar fachadas, arborizar, crear espacios para distintas actividades, iluminar las calles, mantenerlas limpias, instalar zonas de acceso a wifi gratuito, centros comunitarios de internet que cuenten con equipos tan básicos como computadores, impresoras y zonas de juego, instalar frentes de seguridad ciudadanos, entre otros.

Los barrios se deben construir de manera holística con servicios públicos, seguridad, acceso cercano a transporte público, colegios cerca, guarderías para que los papás puedan ir a trabajar tranquilos, y un hospital o un centro de salud para atenderlos. Esto indiscutiblemente hace mucho más fácil la vida de la gente.

Las obras que se hagan en los barrios deben ser con saldo social, es decir, una obra donde la comunidad es el actor principal ya sea ayudando con el diseño o con la ejecución de la misma. Hay que gestionar los recursos para que por lo menos en cada barrio haya una obra de ese tipo. La implementación de una figura, que incluí cuando fui concejal en 2000 y que hasta hace muy poco se dio su reglamentación, como los Demos, es muy oportuna porque se entrega a la comunidad un bien que recientemente ha sido intervenido o mejorado para que ellos trabajen conjuntamente en administrar y determinen que acciones o eventos se pueden realizar en este bien o espacio público y usufructuarlo, es decir, para recibir o ganar unos recursos que tienen que ser reinvertidos en el mantenimiento de ese espacio público que administran. Así garantizamos la sostenibilidad de las obras.

Mejorar los barrios es dar la oportunidad de desarrollar un proyecto personal, familiar y de construir comunidad. Lo había mencionado en una de mis columnas anteriores, las personas se están yendo de Bogotá y una de las razones, es la poca calidad de vida que les estamos ofreciendo. Tenemos que poner los servicios de la ciudad al alcance de las personas y comenzar a construir una ciudad donde las personas tengan oportunidades. Necesitamos escribir la historia de una sola Bogotá.

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