Por: Juan Manuel Quintero*
@JuanMQuinteroG
Risaralda, Quindío y Caldas han sido por excelencia de tradición agrícola, en especial cafetera. No por nada, este triángulo poblado en su mayoría por descendientes de arrieros antioqueños ha tenido siempre a la industria cafetera como su estandarte. Un sector económico al que nuestro país siempre estará agradecido, pues ayudó a jalonar la economía nacional durante décadas.
Pero los tiempos cambian y hoy la realidad es otra, aquel sector cafetero que antes le generaba importantes ingresos al Estado, muchas veces necesita subsidios de este para mantenerse a flote. De esa misma forma, la industria en esta zona del país se ha empezado a concentrar en otros sectores, pues la sobre-producción mundial de café ha llevado los precios a sus mínimos en la última década, generando pérdidas entre pequeños y grandes agentes del mercado.
Por lo cual, nos vemos obligados a buscar otros horizontes sin que ello signifique soltarle la mano a la industria del café, claro está. Pero la crisis cafetera no se arregla con subsidios gubernamentales, una medida necesaria en su momento, pero inútil a largo plazo. Los problemas de miles de productores del grano, cuyos costos superan el valor de venta, deben centrarse en una alternativa paralela que les permita generar riqueza, al menos, cuando los precios se desploman.
Igualmente, considero valiosos los esfuerzos conjuntos del Ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, así como el del actual Gerente General de la Federación Nacional de Cafeteros, que en el mes de diciembre del pasado año, firmaron la que se denominó “Agenda Estratégica para el Sector Cafetero 2020-2030”.
En esta, y tal vez como fruto de la emoción que generó en el gremio el repunte de precios que tuvo el grano al final del 2019, se establecieron propósitos como concentrarse en la calidad, diferenciar el café colombiano del resto de variedades del mundo, reducción de costos asociados a la producción, nuevas estrategias de comercialización e incluso, promover el café como herramienta de legalidad en territorios afectados por la violencia. Todas estas, estrategias válidas y las cuales espero que den resultado, pero que a su vez no le otorgan ninguna garantía a los cafeteros que llevan años añorando tiempos pasados.
Por otra parte, observamos una agroindustria que crece a pasos de gigante, cuyas exportaciones aumentaron en un 413% en los últimos tres años, con acuerdos comerciales para vender a Estados Unidos, Europa, Australia, China y Japón y, lo más importante, un sector que es rentable para el productor.
Estamos hablando del aguacate, un fruto producido en más de un 50% por pequeños campesinos de nuestro país y que le permite a grandes empresas generar casi 60 mil empleos en todo el territorio nacional. Razón por la cual ha sido tema obligado en la agenda del gobierno, durante cada uno de sus viajes diplomáticos. Agenda en la que Risaralda ha sido protagonista, pues no se puede olvidar que en días pasados, la primera exportación de Aguacate hacia Japón, se hizo desde Quinchía, un pequeño municipio agrícola de este departamento. Hecho antecedido y respaldado, con la llegada a Risaralda de grandes empresas del sector como; Cartama, Campo Sol, Frutty Green, entre otros.
Es por esto, que hoy Colombia y en especial Risaralda, junto con sus departamentos vecinos del eje cafetero, debe mirar con entusiasmo esta oportunidad, pues aquellos cafeteros que se encuentran ante la encrucijada entre no abandonar el campo que tanto les ha dado y tener negocios prósperos, pueden encontrar en el “oro verde” la solución a sus problemas.
En ese sentido, invito a los dirigentes de Risaralda, un departamento cuya topografía, altura y clima, son idóneos para el cultivo del aguacate, a incentivar esta industria y así posicionarnos nuevamente como referentes del desarrollo colombiano. Dicen que en toda crisis siempre hay una oportunidad, y esta vez no es la excepción. Ha llegado el momento de que seamos el ¡Eje Aguacatero!