Por: Freddy Osorio
Como observador externo de la política norteamericana, considero que prefiero la política aburrida que la política como espectáculo. En términos de entretenimiento, la presidencia de Trump fue coherente: quería que todos lo viéramos. Y el resto del mundo vimos, con la boca abierta y cara de desconcierto cada vuelta y giro de una situación propia de la televisión y no de la realidad. O de un reality show.
La presidencia de Trump empezó con su posesión, como si fuera una actividad que debía ser cubierta por las páginas sociales, no como un trámite administrativo y solemne. Luego siguió con la mentira intrascendente del número de personas que asistieron. Como resultado de este debate, la oficina de prensa dio esa batalla contrafactual, donde terminó acuñando el término “hechos alternativos” (alternative facts).
Y es precisamente allí donde Trump trató de llevar a la política: a una política regida por la opinión divergente y el entretenimiento. Los hechos y la realidad fueron lanzados por la ventana y remplazados por la opinión. Una opinión fuerte y gritada a cuatro vientos que no resistía que se revisara con lupa.
Trump mostró la fragilidad de los valores políticos en los regímenes presidenciales. Eso de lo que nos acusaban a los países latinoamericanos: de tener líderes fuertes que pasaban por encima de las reglas y las normas. Hoy, es claro que no es un fenómeno de nuestras repúblicas tropicales. Espero que la academia empiece a hacer estudios y recomendaciones, con relación a todos los regímenes presidenciales, acerca de cómo podemos prevenir que un presidente pueda pasar por encima de la realidad y los hechos.
En Colombia debemos evitar caer en que el ejercicio de la política se vuelva un reality. El presidente Duque debería reflexionar acerca de lo que quiere hacer con su programa Prevención y Acción. Ya pasamos el límite entre comunicar difíciles decisiones en una emergencia y un programa de vanidad o entretenimiento. Hoy, ese programa tiene la misma credibilidad que el número de personas que asistió a la inauguración de Trump.
Dicho esto, la discusión sobre qué artista debe cantar en la inauguración, como si una posesión presidencial fuera similar al espectáculo del Súper Bowl, no debería hacer parte de la política. El Presidente no es una estrella de rock ni un superhéroe. La política aburrida, la del diseño institucional, de programas y de indicadores para resolver nuestros problemas de inequidad y atraso está muy alejada de ser entretenida. Y eso está bien.
Espero que la nueva era de política internacional se aleje del espectáculo, de la pirotecnia, de los desfiles y aviones volando, y se aproxime más a la solución de problemas reales, basados en la evidencia. De la política aburrida, pero necesaria.
*Miembro Fundador
El país» estrella de la democracia» cayó en lo mismo que critican a los países latinoamericanos